Mons. Martorell: “Muchos jóvenes siguen a Jesús, pero la entrega total les entristece”
Monseñor Martorell comentó la actitud de Salomón que pide a Dios la sabiduría sobre cualquier otro don o bien, y cómo el antiguo rey de los judíos prefirió conocer a Dios antes que el oro.
El obispo también observó que la sabiduría se comunica al hombre por medio de la Palabra de Dios. “Es imposible llegar a conocer la sabiduría de Dios y menos aún llegar a poseerla sin la lectura, meditación y profundización de la Palabra”, dijo.
“En la Palabra –prosiguió- el Señor nos expresa sus sentimientos y deseos, nos muestra los caminos de la vida y el gozo de las opciones santas. San Agustín enseña que ella debe ser “orada” antes que proclamada. La Palabra llega al corazón del que la lee y penetra como una espada de doble filo obligando a hacer una opción interior”.
Comentando el Evangelio en el que se relata el encuentro de Jesús con un joven, a quien el Señor invita a vender todo lo que tiene, dar su dinero a los pobres y así tener un tesoro en el cielo, el obispo dijo que Jesús le propone “la sabiduría suprema”, que consiste en “renunciar a todos los bienes terrenales para seguirle a él, sabiduría infinita”.
“No es una orden, tampoco una imposición. Jesús lo invita, como hace siempre con todos, pero su palabra provoca en el joven una crisis. La palabra le penetró en el corazón como una espada de dos filos pero por desgracia el joven no acepta la invitación de Jesús. También Jesús se entristece. Esta situación es muy común entre los jóvenes de hoy: siguen a Jesús, pero la entrega total les entristece. Es difícil desapegarse de los goces y los bienes de la tierra”, advirtió el obispo.
“La riqueza aparece muchas veces en la Escritura como un obstáculo para entrar en el cielo. No porque ella sea de por sí mala, sino porque los hombres estamos inclinados a atarnos a ella, hasta el punto de llegar a rechazar a Dios. La gracia de Dios puede hacer que un hombre rico utilice su riqueza para el bien de los demás, para aliviar los sufrimientos de tantos que sufren a causa de la pobreza o la miseria, la enfermedad o la soledad”, añadió.
“Quien da mucho porque tiene mucho, mucho recibirá, tanto como el ciento por uno. Los Apóstoles, teniendo poco, no vacilaron en seguir a Jesús, dejándolo todo: casa, redes o tierras, hermanos, padre y madre, por amor al llamado de Cristo, en respuesta a su amor de predilección y del Evangelio, concluyó.+
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