“El papa Francisco lo ha señalado en diversas momentos de su magisterio y, sobre todo, lo ha testimoniado con su comportamiento de Pastor Universal”, contrastó.
El prelado sostuvo que “gobernar, sin posesionarse de quienes son gobernados, supone la práctica efectiva de la humildad, del renunciamiento a estar en la cumbre, sin engolosinarse con las lisonjas de los oportunistas de siempre”.
“La falta de humildad resta sabiduría y prudencia e inhabilita para ejercer la autoridad como corresponde”, advirtió en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.
Texto de la sugerencia
1.- La autoridad como servicio. Son valientes Santiago y Juan, pero, muy ambiciosos. Su capacidad de liderazgo los pone en condiciones de acomodarse en los primeros sitios, uno a la derecha y otro a la izquierda del Maestro. Jesús aprovecha la circunstancia, que a los demás resultó muy enojosa, para impartirles una lección de enorme trascendencia. Se refiere a la nueva valoración de la autoridad: “Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. (Marcos 10, 43-45). Para ello, se presenta como modelo de humildad y de servicio. La actualidad de esta enseñanza se impone en momentos en que la sociedad argentina elige a sus principales mandatarios. Seleccionar a quienes posean las virtudes reclamadas por Jesús resulta muy difícil, casi imposible. Sin embargo los candidatos, en su mayoría, se identifican como profesantes de la fe católica. En la ocasión y énfasis docente, empleado por el divino Maestro, se otorga valor de principal importancia al precepto. El Papa Francisco lo ha señalado en diversas momentos de su magisterio y, sobre todo, lo ha testimoniado con su comportamiento de Pastor Universal. Gobernar, sin posesionarse de quienes son gobernados, supone la práctica efectiva de la humildad, del renunciamiento a estar en la cumbre, sin engolosinarse con las lisonjas de los oportunistas de siempre. La falta de humildad resta sabiduría y prudencia e inhabilita para ejercer la autoridad como corresponde.2.- Las enseñanzas de Jesús son normas de vida. Es preciso tomar en serio las enseñanzas de Jesús. Si los cristianos no las adoptan como normas de vida, se produce una contradicción que escandaliza al mundo. Contrariar en el comportamiento cotidiano lo profesado con los labios resulta una hipocresía inexplicable. ¡Qué responsabilidad para quienes nos consideramos cristianos! Jesús llama a sus discípulos “luz del mundo y sal de la tierra”; la oscuridad y la corrupción que nos estremecen, necesitan esa luz y esa sal. La presencia de la Iglesia es una necesidad para este mundo, aunque se la considere inútil y se la pretenda destruir. La auténtica evangelización incluye, necesariamente, esa vigorosa acción iluminadora y el compromiso valiente por neutralizar la corrupción. La Iglesia, responsable de la evangelización del mundo, está integrada por todos los bautizados. Cada uno de ellos, conforme a la misión que se le haya confiado, coparticipa de la llamada “misión universal” que es, precisamente, la evangelización del mundo. No representa una labor más, es la vida misma del cristiano, que se configura con Cristo y se hace cargo de atraer la atención de todos sobre su presencia redentora. Es preciso que el mundo entero cobre conciencia de que Jesucristo resucitado está realmentre presente y ejecuta su misión salvadora entre quienes se disponen a identificarlo y obedecerlo. La fe consiste en saberlo presente y en establecer con Él una relación personal. La “mundanidad”, que también se filtra en los círculos más cercanos a lo religioso, concentra oposiciones frontales al espíritu evangélico.
3.- Recurrir a los medios de la gracia. Es preciso neutralizar la mundanidad y alimentar el espíritu evangélico. Para ello se debe recurrir a los medios puestos a disposición de los creyentes por el mismo Señor. Me refiero a la lectura orante de la Escritura y a la celebración de los sacramentos. Si se descuidan esos medios, la fe queda reducida a una formalidad cultural o folclórica que se esfuma automáticamente ante la mínima prueba. Es inevitable que proliferen los ateos y los agnóstico, en una sociedad fundada teóricamente en valores cristianos, desechados en la práctica por muchos de los mismos bautizados. Es deplorable abandonar la fe de nuestros padres por el prurito de ponernos a tono con advenedizos mentores de un engañoso “nuevo orden”. Es lo que ocurre entre quienes hacen lobby del relativismo moderno. El Papa Benedicto XVI ha manifestado su preocupación ante la existencia de un relativismo intelectual, negador implacable de la fe. El antídoto es la fe, suscitada por la Palabra y, por ella alimentada hasta su perfecto desarrollo. Contaminarla con un alimento espurio, como suele ocurrir en algunos falsos cultos religiosos, es más perjudicial que no haberla recibido. Los Apóstoles se encuentran con un mundo pagano, no con cristianos que han cedido a la desnutrición de su fe original o a su desfiguración. Constituye una gran dificultad predicar la pureza de la fe a personas que se dicen cristianos y viven como si no lo fueran.
4.- Santos Luis y Celia Martin. Los santos son los grandes testigos de la pureza de la fe. Hoy, domingo 18 de octubre, el Papa Francisco canoniza a los padres de Santa Teresita del Niño Jesús: Luis y Celia Martin. Lo hace en el marco del Sínodo de los Obispos, dedicado a la familia. ¡Qué bien! Su título de canonización indica el camino recorrido por ellos hacia la santidad: “San Luis y Santa Celia Martin, esposos y padres”. Santos y progenitores de Santa Teresita de Lisieux. La Iglesia nos está diciendo que el matrimonio y la familia constituyen un auténtico camino de santificación. El mundo necesita la palabra de los Apóstoles y el testimonio de los Santos. Ya lo había afirmado San Juan Pablo II, en el año 2001: “El mundo actual necesita de los cristianos, el testimonio de la santidad”. No hay evangelización sin evangelizadores santos. El testimonio de santidad es la prueba de la eficacia actual de la Redención. No existe un argumento más convincente de la Verdad evangélica que la santidad de los bautizados: Pastores, consagrados y fieles laicos. Son los grandes humildes, que prefieren ser los últimos y, desde allí, servir a sus hermanos. Modelos de vida, expresiones personales auténticas de los valores humanos que la sociedad necesita recuperar.+
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