“Demos gracias a Dios por estos días de misión”, dijo el nuevo presidente de la Acción Católica Argentina (ACA), Rafael Corso, en el acto de clausura de la asamblea federal. Agradeció “por el encuentro cara a cara con Jesús vivo en cada niño, en cada anciano, en cada enfermo, en cada familia, en cada joven de las comunidades que nos recibieron y nos permitieron entrar en sus vidas y en sus corazones”.
“Misionamos en doce comunidades parroquiales y por las calles de la ciudad en casi 100 puntos de misión”, especificó. “Y en cada lugar fuimos al encuentro del hermano, y en esa cercanía sentimos la gracia del Señor que salió a nuestro encuentro. Misionamos y fuimos misionados. Salimos a darnos y recibimos más de lo que dimos”.
Hubo muy diversas experiencias con los vecinos. Conversaciones, juegos con los chicos, plantación de árboles, rezos por las familias, reparación de casillas en asentamientos, fueron algunas de las iniciativas desplegadas en ese acercamiento a la comunidad.
El padre Luis Casella estuvo en una zona de 24 manzanas de terrenos entregados por el Estado en los que familias muy jóvenes –con tres o cuatro chicos- empiezan a levantar modestas casas o casillas. Sólo 40 familias se declaraban católicas y los evangélicos que predominan esa zona, que estaban avisados de su visita, los recibieron muy bien.
“En el asentamiento Villa Caracol nos recibieron muy bien”, cuenta a su vez Juan Ignacio, un muchacho de la Acción Católica de la parroquia de la Asunción y San Andrés, de San Martín, provincia de Buenos Aires. “Todos muy amables. Te decían Hola y te abrían la puerta”. Camila, de 17 años, de la misma parroquia, delegada de prejuniores de la Acción Católica, hacía allí juegos con los chicos, una especie de kermesse, con caramelos como premio. Algo parecido hizo Tomás, un estudiante de tercer años, pero lo hizo dentro de la parroquia local Divina Providencia, donde organizó juegos para los chicos que acudieron.
Rodrigo Melgarejo, de 25 años, de la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, de Gregorio de Laferrere, provincia de Buenos Aires, lleva el escudito de la Acción Católica y luce una trencita que se dejó como una promesa la primera vez que fue caminando a Luján, hace varios años. Está desocupado. “Teníamos que ir casa por casa. Decíamos: “Somos de la Acción Católica”, les contábamos de la asamblea, hablábamos de Dios”. Contó que en algunas casas no atendieron y uno los rechazó, pero en general a él lo recibieron muy bien. “Se pusieron contentos”, atestiguó.
Algo similar contó Carlos Miranda, de 49 años, de Tandil. Es empleado metalúrgico y su señora es ingeniera en sistemas y profesora universitaria. Vinieron con su hija mayor, que es vicepresidenta de la ACA en Tandil, y sus tres nietos. Fueron a una zona de gente de trabajo con un nivel social bueno. “Gente muy cordial, muy creyente, iban todos a misa”, dijo. Un señor estaba terminando una obra de albañilería en su casa y al ver a un grupo de misioneros en la esquina los invitó a pasar a su casa. “Vengan, ¿quieren pasar?”, les preguntó. Quiso servirles agua, les ofreció pasar al baño. Miranda califica así el recibimiento recibido en el barrio cercano a la parroquia San Agustín: “Espectacular”.
En otros lugares, la experiencia no fue similar. Dos sacerdotes de Paraná, con varios jóvenes, fueron a un barrio residencial, casi cerrado, de alto nivel, y muy pocos los recibieron. Señalaron que ellos ejercen su ministerio en una zona de Paraná donde hay balazos, narcotráfico y muchos problemas de seguridad, donde, sin embargo, la gente suele ser más abierta para recibirlos.
Hubo un poco de todo, pero con un balance sin lugar a dudas positivo. El cantante Daniel Poli –conocido autor de la canción “Jesús, te seguiré”- con su conjunto animó una fiesta musical en el parque Miramar. Un grupo de San Miguel, provincia de Buenos Aires, armó una tienda en la plaza principal (que reunía a un encuentro nacional de artesanos) y allí puso una imagen de la Virgen. Entregaron estampas a quienes pasaban y hubo sacerdotes que bendijeron y confesaron a quienes lo solicitaron.
Una asambleísta, María Magdalena, contó que desde la comunidad de San Francisco las misiones se acercaron a los barrios próximos, donde hay cinco capillas y a dos hospitales municipales, el Italiano y el Penna. Una religiosa de las que atienden a los enfermos comentó, emocionada, qué bien había hecho la misa concelebrada con fervor por cuatro sacerdotes en la capilla de un hospital, algo inusual ante la escasez de clero. En las misas se recogieron las intenciones de pacientes, familiares, médicos y auxiliares. Y en distintas comunidades se plantaron olivos bendecidos en la misa de apertura con agua que había bendecido en Roma el papa Francisco.+ (Jorge Rouillon)
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