“La memoria del corazón no puede olvidar a quienes en el aula y, aún fuera de ella, nos han educado con palabras y gestos que nos abrieron inteligencia y corazón de muchas y diversas maneras a la realidad de las cosas, de los otros, de Dios”, aseguró el prelado, y manifestó su reconocimiento “a quienes nos han ofrecido su vocación para que, en cierto modo, despertáramos a la nuestra”.
Haciendo referencia al reciente Año de la Misericordia, monseñor Azpiroz Costa afirmo que “de muy diversos modos y estilos, en los maestros y profesores, se manifiestan expresiones y pinceladas singulares de esas obras de misericordia”.
“Los cristianos celebramos la Eucaristía –acción de gracias- como la más importante ‘convocación’. El domingo, ‘Día del Señor’, acudimos a misa y hacemos memoria del perdón y la reconciliación; la escucha, la profesión o expresión pública de nuestra fe y la oración de intercesión; la ofrenda, el sacrificio y la gratitud; la llamada vocacional y el deseo de ser discípulos misioneros de aquel que llamamos nuestro Maestro por excelencia (Camino, Verdad y Vida)”, detalló el prelado, y resumió esas acciones en los gestos de Jesús de tomar, bendecir, partir y dar el pan. “Él nos educa de esa manera, nos forma y modela de ese modo”, consideró.
“La vocación del maestro y del profesor expresa también esas acciones: todo docente es tomado, elegido, vocacionado, ¡llamado!”, expresó monseñor Azpiroz Costa. “Es bendecido (confirmado) por quien tiene autoridad y competencia para eso, para brindarse a una tarea exigente que necesita de diversas competencias (título habilitante), conocimiento, capacidad; una tarea de veras, es decir verdadera, buena y bella como pocas. El educador es literalmente partido, roto, como el pan bueno. Finalmente –también como el pan que alimenta- el maestro, el profesor, es dado, esto es “entregado” al pueblo, a la comunidad, al alumnado, al discípulo. De ese modo cotidianamente ofrece alma y cuerpo en aras del bien común. Lo hace a través de la escucha, la palabra y el gesto oportuno. ¡Un verdadero darse!”, comparó.
Al referirse al contexto actual, el arzobispo lo consideró “difícil”, y mencionó que “alguna vez los docentes fueron protegidos y respetados por todos, por tratarse de una vocación gozosa y preñada de autoridad y, por ello, de esperanza. Hoy también quienes educan sufren las tristezas y angustias propias de las presiones de las más diversas índoles, incluso violencia y maltrato”.
Para finalizar, el prelado expresó gratitud, solidaridad, comprensión, admiración y, por último, oración y bendición a maestros y profesores.+
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