Mons. Castagna: “Hay que mirar la vida actual desde el misterio que celebramos”

Mons. Castagna: “Hay que mirar la vida actual desde el misterio que celebramos”

Buenos Aires (AICA): “El Domingo de Ramos marca el comienzo de una Semana que la Iglesia, y quienes participan de su fe en Cristo, celebra desde sus orígenes, con la misma eficacia e intensidad de entonces. Es preciso, si somos creyentes, mirar la vida actual desde el misterio que en ella celebramos”, sugirió el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna. El prelado destacó que “perdura en todos el secreto anhelo del encuentro con Él”, aunque “no identificado aún por muchos, en los términos de la evangelización explícita”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “el pecado es únicamente vencido por Cristo, muerto en la Cruz y resucitado. La llegada a Él se produce gracias a la predicación apostólica y a los sacramentos” y lamentó que “el mundo actual, también el religioso, ha perdido la capacidad de captar el llamado y de rendirse a su saludable acción”.

El prelado destacó, sin embargo, que “perdura en todos el secreto anhelo del encuentro con Él”, aunque “no identificado aún por muchos, en los términos de la evangelización explícita”.

“Al observar los acontecimientos y situaciones dramáticas de nuestra sociedad podremos medir la magnitud y densidad de las verdaderas necesidades del mundo”, indicó en su sugerencia para la homilía dominical.

Asimismo, se preguntó: “¿Qué pasa con la locura del femicidio, cada día más descontrolada y aberrante? ¿Qué pasa con sus siniestros antecedentes: el desprecio por los más débiles, la prostitución, el exhibicionismo morboso de la pornografía, la pérdida de respeto a la mujer, el desmoronamiento sistemático de la familia, la liberación del crimen del aborto y la explosión escandalosa del narcotráfico?”

“El Domingo de Ramos marca el comienzo de una Semana que la Iglesia, y quienes participan de su fe en Cristo, celebra desde sus orígenes, con la misma eficacia e intensidad de entonces. Es preciso, si somos creyentes, mirar la vida actual desde el misterio que en ella celebramos”.

Texto de la sugerencia

1.- La Pasión de Cristo y la misericordia de Dios. Iniciamos la Semana Mayor con la lectura de la Pasión según San Lucas. El Año Jubilar de la Misericordia debe girar en torno a la contemplación del rostro de Dios Padre como se trasluce en el rostro humano de Cristo. Es impresionante la expresión de la infinita bondad y ternura de Dios en el rostro de Jesús crucificado. Es allí donde su amor por nosotros llega al extremo, a lo impensable, a lo racionalmente inexplicable. A ese estado ha sido reducido el Señor, por causa de nuestra lamentable situación de pecadores. Su amor es pura iniciativa. No lo merecemos. No hay nada amable en nosotros que pueda atraer algún tipo de recompensa de su parte. Su amor es tan suyo y divino que, por el mero hecho de corresponder a él, su poder perdona y santifica a quienes están arrepentidos. La contemplación de Cristo permite sumergirnos en su Mistero de Amor. Están de más las palabras, y las especulaciones no hacen más que empobrecer esa consoladora realidad.

2.- La atracción del amor del Padre. Eliminar el pecado es hacer la voluntad de Padre. La lucha por alejarse del mal incluye dejarse atraer por el amor inefable del Padre. No se evita el mal si no se ama a Dios, como lo indica el primer mandamiento. Incluye conocerlo como es, como se nos muestra y revela. Es imposible llegar a su auténtico conocimiento si Él no se nos manifiesta en una verdadera relación personal. Lo hace en Jesucristo, su Hijo encarnado: "El que me ve al Padre". Quien se relaciona con Jesús ve al Padre. El celo misionero de los Apóstoles consistía en hacer conocer a Jesús resucitado. Es hoy la misión de la Iglesia: que Cristo Dios sea anunciado por la predicación, conocido por la fe, celebrado por los sacramentos y amado en los pobres y sufrientes. En Él se nos revela el verdadero Dios. Este tiempo es propicio - el más propicio - para conocerlo mediante la lectura piadosa de la Escritura, especialmente de los Evangelios.

3.- La misión de la Iglesia es ser testigo de la Resurrección. Los Apóstoles - y la Iglesia - no pretenden vender un producto o reclutar adeptos incondicionales. Su misión y principal anhelo es dar testimonio de que Cristo ha resucitado y, al anunciarlo, suscitar la fe. Al mejor estilo de Jesús misionero, que reacciona ante el pecado presentándole la única batalla capaz de vencerlo: la Pasión. Por lo mismo, el pecado es únicamente vencido por Cristo, muerto en la Cruz y resucitado. La llegada a Él se produce gracias a la predicación apostólica y a los sacramentos. El mundo actual, también el religioso, ha perdido la capacidad de captar el llamado y de rendirse a su saludable acción. No obstante, perdura en todos el secreto anhelo del encuentro con Él, no identificado aún por muchos, en los términos de la evangelización explícita.

4.- Cristo es celebrado para el mundo. Al observar los acontecimientos y situaciones dramáticas de nuestra sociedad podremos medir la magnitud y densidad de las verdaderas necesidades del mundo. ¿Qué pasa con la locura del femicidio, cada día más descontrolada y aberrante? ¿Qué con sus siniestros antecedentes: el desprecio por los más débiles, la prostitución, el exhibicionismo morboso de la pornografía, la pérdida de respeto a la mujer, el desmoronamiento sistemático de la familia, la liberación del crimen del aborto y la explosión escandalosa del narcotráfico? El domingo de Ramos marca el comienzo de una Semana que la Iglesia, y quienes participan de su fe en Cristo, celebra desde sus orígenes, con la misma eficacia e intensidad de entonces. Es preciso, si somos creyentes, mirar la vida actual desde el Misterio que en ella celebramos.+

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