El Santo Padre subrayó que el desarrollo que tuvo el Instituto en los cinco continentes confirma la validez y el significado de la forma “católica” de su programa. “La viabilidad de este proyecto, que generó una institución de un perfil tan alto –observó- impulsa a desarrollar nuevas iniciativas de coloquio e intercambio con todas las instituciones académicas, incluidas las pertenecientes a diferentes áreas religiosas y culturales, que reflexionan sobre esta delicada frontera de lo humano”.
“En la coyuntura actual, los lazos matrimoniales y familiares se ponen a prueba de muchas formas. La aparición de una cultura que exalta el individualismo narcisista –explicó Francisco-, una concepción de la libertad desligada de la responsabilidad por el otro, la creciente indiferencia hacia el bien común, el aumento de las ideologías que atacan directamente el proyecto de la familia, así como el crecimiento de la pobreza que amenaza el futuro de muchas familias, son otras tantas razones de la crisis de la familia contemporánea”.
“Luego están –añadió- los problemas no resueltos del desarrollo de nuevas tecnologías que hacen posible prácticas a veces en conflicto con la verdadera dignidad de la vida humana. Los exhorto a examinar con valentía estas implicaciones nuevas y delicadas con todo el rigor necesario, sin caer “en la tentación de barnizarlas, de perfumarlas, de ajustarlas un poco y de domesticarlas”.
Por otra parte “la incertidumbre y desorientación que atañen a los afectos fundamentales de la persona y de la vida desestabilizan todos los lazos, los de las familias y los de la sociedad, dando prioridad a la importancia del yo respecto al nosotros, al individuo sobre la sociedad. Es un resultado que contradice el plan de Dios, que confió el mundo y la historia a la alianza entre el hombre y la mujer. Esta alianza implica cooperación y respeto, entrega generosa y responsabilidad compartida, capacidad de reconocer la diferencia como una riqueza y una promesa, no como un motivo de sumisión y abuso”.
Después el Papa afirmó que “el reconocimiento de la dignidad del hombre y de la mujer lleva aparejado una valoración justa de su relación mutua. Es imposible negar la contribución de la cultura moderna al redescubrimiento de la dignidad de la diferencia sexual. Por eso, es desconcertante constatar que ahora esta cultura parezca casi bloqueada por la tendencia a destruir la diferencia en lugar de resolver los problemas que la mortifican”.
“La familia es el seno insustituible de la iniciación a la alianza criatural del hombre y de la mujer. Este vínculo, sostenido por la gracia de Dios Creador y Salvador, está destinado a afianzarse en muchas formas de su relación, que se reflejan a su vez en los diversos lazos comunitarios y sociales. La profunda correlación entre las figuras familiares y las formas sociales de esta alianza -en la religión y la ética, el trabajo, la política, la economía y en el cuidado de la vida y la relación entre generaciones- es un dato global”.
“La Iglesia -que se reconoce como pueblo familiar- ve en la familia el icono de la alianza de Dios con toda la familia humana. La caridad de la Iglesia, por lo tanto, nos compromete a desarrollar -en el plan doctrinal y pastoral-, nuestra capacidad de leer e interpretar, para nuestro tiempo, la verdad y la belleza del designio creador de Dios -dijo-. “La irradiación de este plan divino exige una inteligencia especial de amor. Y también una fuerte dedicación evangélica, animada por una gran compasión y misericordia por la vulnerabilidad y falibilidad de amor entre los seres humanos”.
“Hay que aplicarse con mayor entusiasmo al rescate -diría que casi a la rehabilitación– de esta extraordinaria “invención” de la creación divina- reafirmó Francisco- Hay que tomar en serio este rescate, tanto en el sentido doctrinal como en el sentido práctico, pastoral y testimonial.
“Las dinámica de la relación entre Dios, el hombre y la mujer, y sus hijos, son la llave de oro para la comprensión del mundo y de la historia, con todo lo que contiene. Y, por último, para comprender algo profundo que se encuentra en el amor de Dios mismo”.
“Desde luego somos muy conscientes del hecho de que llevamos este tesoro ‘en vasijas de barro’. La gracia existe, al igual que el pecado. Por lo tanto, aprendamos a no resignarnos al fracaso humano; por el contrario, apoyemos el rescate del diseño creador a cualquier precio. Efectivamente, es justo reconocer que a veces hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario”, añadió el Papa, citando su exhortación apostólica Amoris laetitia”.
También recordó que los dos encuentros sinodales de los obispos de todo el mundo "cum Petro y sub Petro", manifestó unánimemente la necesidad de ampliar la comprensión y el cuidado de la Iglesia ante este misterio humano en que se abre camino el amor de Dios por todos. La exhortación apostólica Amoris laetitia atesora esta ampliación y pide a todo el pueblo de Dios que haga más visible y eficaz la dimensión familiar de la Iglesia”.
“El tema pastoral de nuestros días –recalcó- no es sólo el de la ‘distancia’ de muchos del ideal y de la práctica de la verdad cristiana del matrimonio y de la familia; es todavía más decisivo el tema de la ‘cercanía’ de la Iglesia: cercanía a las nuevas generaciones de cónyuges, para que la bendición de su vínculo los convenza cada vez más y los acompañe; cercanía a las situaciones de debilidad humana, para que la gracia las rescate, las reavive y las sane. El vínculo inquebrantable de la Iglesia con sus hijos es el signo más transparente del amor fiel y misericordioso Dios”.
“El nuevo horizonte de este compromiso llama ciertamente en causa, de una manera muy especial, a su Instituto, para que apoye la necesaria apertura de la inteligencia de la fe al servicio de la solicitud pastoral del Sucesor de Pedro –destacó el pontífice al final de su discurso-. Teología y pastoral van de la mano. Una doctrina teológica que no se deja orientar y plasmar por la finalidad evangelizadora y la atención pastoral de la iglesia es tan impensable como una pastoral de la Iglesia que no sepa atesorar la revelación y su tradición, con miras a una mejor comprensión y transmisión de la fe”.
Esa tarea “exige el arraigo en la alegría de la fe y la humildad de un alegre servicio a la Iglesia. De la Iglesia que hay, no de una iglesia diseñada a la propia imagen y semejanza. La Iglesia viva en la que vivimos, la preciosa iglesia a la que pertenecemos, la Iglesia del único Señor y del único Espíritu a la que nos entregamos como ‘siervos inútiles’, que ofrecen sus mejores dones”.+
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