Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): “En este Año de la Misericordia tenemos que reconocer a Dios rico en misericordia y a nosotros colmados de nuestras miserias”, expresó el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia en su reflexión semanal difundida por radios de la capital federal y del conurbano bonaerense el último fin de semana. “Seamos como el publicano que dice la verdad y no como el fariseo que se equivoca”, agregó.
“En este Año de la Misericordia tenemos que reconocer a Dios rico en misericordia y a nosotros colmados de nuestras miserias. Pero más importante que nuestras miserias es considerar la misericordia de Dios. Pidámosle disfrutar y gozar, en este año, la misericordia para que seamos capaces de reconocer su grandeza, reconocer nuestros pecados, convertirnos y poder vivir en obras y en acción de gracias. Seamos como el publicano que dice la verdad y no como el fariseo que se equivoca”, expresó el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Ruben Oscar Frassia, en su reflexión semanal difundida por radios de la capital federal y del conurbano bonaerense el último fin de semana, comentando el relato evangélico donde se exponen las diferentes actitudes en el momento de la oración, la de un fariseo y la de un publicano.
Como siempre -dijo monseñor Frassia- las palabras del Señor son claras; hoy el tema fundamental es la oración. La oración es ubicarse frente a Dios, sabiendo que Dios nos escucha y nosotros tenemos que ver cómo nos presentamos, con qué actitud nos presentamos.
“El fariseo -explicó el obispo- es un hombre cumplidor, que hace todas las cosas correctamente y le da gracias a Dios, pero comparándose con los demás y despreciándolos en sus distintas y diversas situaciones: ladrones, injustos, adúlteros. Está lleno de sí y creyéndose con cierta omnipotencia; es un cumplidor que se autoabastece, se justifica y deja entrar a Dios pero, de alguna manera, el personaje principal es este hombre fariseo y no Dios. Y ahí está el principal pecado.
En cambio el publicano, que se da cuenta de la tremenda y enorme diferencia entre Dios y las acciones de los hombres -donde Dios es totalmente grande, omnipotente, lleno de ternura, que tiene misericordia, que es paciente, santo, pleno de sabiduría- se ubica en un plano de pequeñez, no describe sus obras ni se contenta con ellas, sino que fundamentalmente pide a Dios misericordia.
“Seamos como el publicano y no como el fariseo”, concluyó monseñor Frassia.+
Texto completo de la alocución
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