El Papa animó a la comunidad diocesana de San Miguel por sus 40 años de existencia
“Que el celo apostólico los haga sentir siempre más el grito de tanta gente que está fuera, que viven sin la fuerza y el consuelo de la amistad con Jesucristo y sin una comunidad de fe que los contenga”, pidió.
Asimismo, rogó a Dios que les conceda “vivir con pasión con Jesús, y ese fuego divino les llevará a no alejarse de los demás, especialmente de los más necesitados”.
“Allí, en la miseria humana, en la carne sufriente de sus hermanos, tocarán las llagas de Cristo y sentirán la fuerza transformadora de la ternura”, aseguró.
La carta del pontífice está dirigida al presbítero Hugo Arana, administrador diocesano de San Miguel.
Texto de la carta
Dentro de poco la diócesis de San Miguel cumplirá 40 años de existencia. Aprovecho la ocasión para saludarte a vos, a los sacerdotes, consagrados y fieles de esa querida comunidad diocesana, y me uno a su acción de gracias a Dios por tantos frutos de vida cristiana que ha derramado en este tiempo.
La celebración de este aniversario me lleva a recordar los 13 años y medio que he vivido allí, como Provincial, como rector del Colegio Máximo, y de modo especial el servicio como párroco de la parroquia Patriarca San José. Me vienen a la memoria tantos rostros, nombres e historias de vida… y el esfuerzo y la ilusión de construir más capillas donde cada vez más gente se sintiera miembro de un pueblo, de una familia: la familia de Dios.
Los animo a seguir trabando para que esta Iglesia de San Miguel sea hogar para todos, una casa de puertas abiertas, que no excluye a nadie, porque todos se saben hermanos del mismo Padre. Que el celo apostólico les haga sentir siempre más el grito de tanta gente que está afuera, que viven sin la fuerza y el consuelo de la amistad con Jesucristo y sin una comunidad de fe que los contenga.
Pido al Señor les conceda vivir con pasión con Jesús, y ese fuego divino les llevará a no alejarse de los demás, especialmente de los más necesitados. Allí, en la miseria humana, en la carne sufriente de sus hermanos, tocarán las llagas de Cristo y sentirán la fuerza transformadora de la ternura.
Rezo por todos, por sus familias, enfermos, niños y ancianos. Y les pido también que no dejen de rezar por mí.
Que Jesús los bendiga y la Virgen de Luján los cuide.
Fraternalmente, Francisco.+
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