Además de celebrar misa en la capilla, el sacerdote jesuita trabaja socialmente con la comunidad paraguaya. En sus declaraciones cuestionó la estigmatización que sufren los vecinos de Tupasy y pidió la urbanización del lugar.
La capilla Nuestra Señora de Caacupé nació con la comunidad que vivía en el campo Tupasy, que en guaraní significa Madre de Dios. Fue una donación del dueño del predio, Héctor Demetrio Camacho, hoy fallecido.
En un repaso por la historia del lugar, el sacerdote recordó que en los comienzos del proyecto de la capilla, comenzaron a celebrar misa en el escenario, que era la pista de baile. Incluso ahí se hizo una misión diocesana en 2012 y fue a celebrar misa el entonces obispo de San Miguel, monseñor Sergio Fenoy.
Refiriéndose a la realidad de la comunidad paraguaya que allí vive, reconoció que “son paraguayos pobres, del interior del Paraguay, de parajes rurales. Han venido obligados, exiliados económicos por falta de trabajo. Casi sin saber español, hablando en guaraní. Vinieron buscando oportunidad de trabajo y ayudados por algún familiar. Sin mucha idea de cómo establecerse, pagando alquileres altos, muchas veces siendo estafados en la compra de terrenos. El paraguayo es muy buen constructor y es muy trabajador. Toda esa zona, si uno revisa la historia, de lo que es la antigua Villa Mitre, hoy Barrio Mitre, y lo que es el Polo y el fondo de Trujui han sido asentamientos que después se fueron urbanizando. La gran mayoría son paraguayos, también provincianos. Siempre la comunidad está unida, pero también está la discriminación, como afirman que los paraguayos son culpables de todo, de los robos, de que nos quitan el trabajo, lo que está desmentido por el censo de 2010. Por supuesto que el paraguayo viene con un grupo social y hay de todo, como en cualquier grupo humano”, aseguró.
“En la capilla, lo que va del año hemos sufrido ocho robos y no han venido del campo, sino de la parte de afuera. Los del campo fueron los primeros en solidarizarse y en reponer lo que nos habían robado. Muchas de las cosas que se dicen que han pasado ahí no existen. Otras, son flagelos sociales que no son sólo del campo, es de todo el barrio. Es cierto que podemos encontrar como en el caso de la familia de Sheila, niños que están en condiciones insalubres, desnutridos, que no están escolarizados como deberían, que no tienen un acompañamiento o una contención pero es un problema de todo el barrio, del fondo de Trujui, de Polo, de Barrio Mitre. Y de eso puedo dar fe, muchas de las cosas que se han dicho son inexactas, se alimentaron de un dicho, de una palabra que se ha esparcido y se ha fabricado”, sostuvo.
“El domingo estábamos a punto de empezar la misa, con los catequistas y niños jugando. En una de las casas estaba prendido el televisor con una de las cadenas más importantes y decía: ‘Inminente desalojo del predio. Se hacían apuestas en las peleas de los niños’. Dos señoras se descompusieron, a una estuvimos a punto de llevarla al hospital porque no podíamos hacerla reaccionar de la crisis de nervios. La Policía que está cuidando el predio, que es muy amable, nos ayudó a poder recuperar a la señora. Pero es triste”, lamentó.
Refiriéndose a Sheila, contó que “fue a la capilla varias veces, en el período que estaba con el papá. Los catequistas iban a buscar a los chicos y Sheila algunas veces había venido con ese grupo. Venía a jugar y se quedaba a la misa”, recordó.
Dirigiéndose a los concejales que deben ocuparse del tema del predio, llamó a hacer “todo el esfuerzo por urbanizar ese lugar”, y reconoció que los vecinos “están dispuestos, ellos quieren la urbanización, con ellos adentro, que los incluyan”. Además, aseguró que “una calle, venga de donde venga, incluiría a esos vecinos y nos daría la posibilidad de que ese lugar se urbanice y se abra. Y que podamos dar paso para que ese espacio sea público con los vecinos ahí adentro, respetando la propiedad privada de cada uno”, concluyó.+
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