Francisco a los jóvenes: "Discúlpennos si a menudo no los hemos escuchado"
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre los tres ejes en los que giraron los trabajos de los padres sinodales en estas tres semanas: escucha, acompañamiento y testimonio.
Sobre la escucha, Francisco habló del “apostolado del oído: escuchar, antes de hablar”. “¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida!”, exclamó. Escuchar “el grito del que pide ayuda”.
“Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo. Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos”, explicó.
Francisco invitó a los padres sinodales a pedir también ellos "la gracia de un corazón dócil para escuchar" y se dirigió a los jóvenes: "Me gustaría decirles a los jóvenes, en nombre de todos nosotros, adultos: discúlpennos si a menudo no los hemos escuchado; si, en lugar de abrir el corazón de ustedes, les hemos llenado los oídos".
"Como Iglesia de Jesús deseamos escucharlos con amor, seguros de dos cosas: que su vida es preciosa ante Dios, porque Dios es joven y ama a los jóvenes; y que su vida también es preciosa para nosotros, más aún, es necesaria para seguir adelante", sostuvo.
En segundo lugar, el pontífice habló sobre el acompañamiento en el camino de fe, es decir, “hacerse prójimos”.
El Papa explicó que el Señor se implica “en primera persona con un amor de predilección por cada uno. Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida”.
Ese acompañamiento es esencial para el camino de fe, pues “la fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social”.
En opinión del Papa, la cercanía es esencial para la transmisión de la fe. “Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario”.
“Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas. Preguntémonos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que ‘no son de los nuestros’ y que Dios busca ardientemente”.
Francisco advirtió también contra la tentación de “lavarse las manos” ante el sufrimiento del prójimo. “Nosotros, en cambio, queremos imitar a Jesús, e igual que él ensuciarnos las manos”.
“Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí”.
De esa manera, “cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva”.
El tercer eje es testimoniar. “No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús”.
“Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre. Él nos envía a decirles a todos: ‘Dios te pide que te dejes amar por Él’”.
En vez de ello, “cuántas veces, en lugar de este mensaje liberador de salvación, nos hemos llevado a nosotros mismos, nuestras ‘recetas’, nuestras ‘etiquetas’ en la Iglesia. Cuántas veces, en vez de hacer nuestras las palabras del Señor, hemos hecho pasar nuestras ideas por palabra suya. Cuántas veces la gente siente más el peso de nuestras instituciones que la presencia amiga de Jesús”.
“Entonces pasamos por una ONG, por una organización paraestatal, no por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor”.
El Papa finalizó su homilía afirmando que “la fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones”.+
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