En la entrevista a Orbe 21, tras repasar la historia de los armenios en la Argentina, destacando la importancia de la Iglesia y la escuela como núcleo de la comunidad, el obispo dio testimonio de cómo vivió su familia el genocidio.
“En 1915 los turcos llevaron a todos los hombres, diciéndoles que tienen que vivir en otro lado, quedando las mujeres, los niños, los enfermos. Y una vez que los llevaron, en el camino los masacraron, en el desierto. Los que quedaron vivos murieron de hambre y de sed porque en el desierto no había nada”, explicó
“A los pocos días sacaron a las mujeres diciéndoles que se iban a reencontrar con sus maridos y padres.
Iban por el desierto, mi abuela tenía ocho hijos, el más chico de dos años, mi papá tenía cuatro años, y así sucesivamente. Ellos sabían que iban a morir, no había otra opción. Sin embargo, mi abuela, como muchas otras, quiso salvar a sus hijos. En el desierto, cada tanto hay algunos arbustos, entonces donde encontraba un arbusto dejaba un hijo ahí. Por la noche pasaban los beduinos, que no eran turcos, eran árabes, y donde encontraran a un niño llorando, lo iban a recoger”, relató.
“Entonces estos huérfanos fueron llevados a un hogar en Siria, en Aleppo, y allí crecieron todos estos chicos. A los 18 años, a mi papá lo fueron a buscar otros hermanos más grandes, y lo llevaron a Egipto. Fue ahí que creció, y el rasgo que quedó impactado en mi padre es que era un hombre muy serio. Era muy cariñoso con nosotros, y nos daba el oro y el moro. Lamentablemente falleció en un accidente de autos y yo vine con mi mamá a la Argentina”, recordó.
El obispo reconoció que “cada familia tiene una historia así, y esto no lo podemos olvidar, porque es algo que hace a la raíz de uno. Hay muchos italianos y españoles que salieron de la guerra para salvarse, pero la situación es diferente: hubo más de un millón y medio de personas que fueron masacradas en 1915. Un millón y medio de personas que hasta hoy reclaman justicia, que necesitan encontrarse con sus raíces. Porque nuestros padres y abuelos tenían sus casas, tenían sus tierras y dejaron todo”, lamentó.
En referencia a las palabras del papa Francisco, quien definió por primera vez lo sucedido como un genocidio, el obispo Hakimian, recordó que cuando era arzobispo de Buenos Aires, el entonces cardenal Bergoglio acompañaba las diferentes celebraciones del pueblo armenio en la Argentina, sabiendo que era un pueblo sufrido.
“Aceptar un genocidio significa que hay que resarcir, indemnizar, devolver lo que es de ese pueblo, reconoció el eparca, por ese motivo al gobierno turco le cuesta reconocer lo sucedido. Por eso, estos crímenes quedaron impunes”, detalló.
En la misa celebrada el domingo 28 de abril en la catedral Nuestra Señora de Narek, monseñor Hakimian se refirió en su homilía al genocidio armenio.
“Estamos en la primera semana de la Pascua de la resurrección, y qué hermoso momento para conmemorar lo que el pueblo armenio padeció hace más de 104 años. Era un 24 de abril de 1915, más de 500 padres de familias armenias fueron llevados al desierto, a ser exterminados, porque eran armenios, eran cristianos, eran intelectuales, eran profesores, eran comerciantes, eran personas que daban vida a las ciudades que vivían en Turquía, y esto al gobierno de los jóvenes turcos no les convenía”, consideró.
“Hubo un plan, una organización de cómo exterminar al pueblo armenio, y pasaron 104 años de este exterminio de nuestros abuelos, de todos aquellos que vivían en todo el sur de Turquía, que por muchos años fue territorio armenio. Y después de llevar a los hombres al exterminio, a los pocos días también sacaron a las esposas, a las mujeres y a los niños, y todos aquellos también fueron llevados, engañados”, expresó. “Es cierto, iban a ir a encontrarse con ellos en el cielo, pero no aquí en la tierra”, señaló.
“Fueron bárbaramente asesinados en pleno invierno en el desierto, y aquellos que llegaron a vivir esos momentos, murieron de frío y de hambre. Esto tiene solamente un nombre, y ese nombre es genocidio. Eso fue lo que nuestro querido Santo Padre Francisco pronunció el 12 de abril del año 2015. Hace ya más de cuatro años, el Santo Padre regaló a los armenios ese nombre que muchos países hasta hoy se niegan a pronunciar. Sin embargo la historia aparentemente se repite, porque hubo una impunidad, existe un negacionismo, una tergiversación de la historia. El gobierno actual de Turquía cambia los roles de aquellos que murieron con aquellos que mataron. Nuestros padres dieron su vida, derramaron su sangre porque eran armenios y eran cristianos”, sostuvo.
“Y digo que la historia se repite, no vayamos muy lejos, hace unos pocos días, en plena celebración del día de Pascua, en la ciudad de Sri Lanka, cuántos cristianos también dieron su vida por ser cristianos”, recordó.
“Si bien pasaron ya 104 años, y ya no viven ni los que mataron ni los que fueron víctimas. Sin embargo existe un gobierno, existe una autoridad que hasta hoy no reconoce este genocidio”, aseguró. “Nuestros padres murieron como ovejas llevadas al matadero, porque no tenían otra forma de salvarse”, afirmó.
Finalmente, monseñor Hakimian reflexionó: “Como cristianos podemos decir que Cristo, con su resurrección, nos devolvió la vida y nos perdonó todos nuestros pecados. Y tenemos que hacer lo mismo, perdonar a aquellos que nos hicieron el daño. Sin embargo, es cierto, a lo mejor todos queremos perdonar, pero cuando veamos que existe una justicia. Mientras no haya una justicia, el pueblo armenio continuará reclamando justicia. No solamente porque mataron a un ser querido, sino también porque nos sacaron de nuestras tierras, nos dejaron sin nada”.
“Hoy nosotros pedimos justicia, hoy nosotros agradecemos a la tierra bendita de la Argentina que nos recibió a nosotros, los primeros, a nuestros padres y abuelos que llegaron y están aquí, viviendo en paz, manteniendo sus tradiciones y su fe cristiana. Y toda nuestra vida seguiremos derramando sangre por la justicia y por nuestra fe en Cristo, porque Cristo nos demostró que el final del perdón es la Resurrección”, concluyó.+
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