Mons. Castagna: “Que cada bautizado sea un testigo mártir”
“De ellos depende la evangelización del mundo. Así lo ha pensado Jesús al preparar a sus discípulos y enviarlos”, recordó en su sugerencia para la homilía dominical.
“Es su método pastoral, el único y, por lo mismo, el más eficaz y transformador de las personas y de la sociedad. Cuando lo descuidamos, la sal se vuelve inservible para salar y la luz para iluminar”, advirtió.
Texto de la sugerencia
1.- Aprender a creer sin ver ni tocar. En el clima de la Pascua es preciso considerar los acontecimientos, presenciados por los primeros discípulos, y hallarles su sentido original. Jesús resucitado se hace ver y palpar por ellos: humildes aprendices de creyentes. Lo hace para que aprendan a creer sin ver ni tocar. La escena histórica de Tomás refuerza la enseñanza para quienes deben creer, no como lo demanda aquel discípulo incrédulo. Eran de gran utilidad pedagógica aquellas apariciones. A partir de entonces el Señor recurrirá en raras ocasiones a esas manifestaciones extraordinarias. La relación con Dios no se produce mediante apariciones sorprendentes sino por la fe. Constituye un elemento negativo el engolosinamiento, que muchos exhiben, por las revelaciones y mensajes de carácter privado. “El único camino que conduce a Dios es la fe”, aseguraba San Juan de la Cruz. Dios se vale, en raras ocasiones, de algunos hechos extraordinarios para reconducir a los creyentes al camino de la fe. Están incluidos los milagros y excepcionales inspiraciones sobrenaturales. Los santos preferían la oscuridad de la fe a los éxtasis y apariciones. Quienes pretenden visiones y revelaciones, ilusionados hasta la obsesión, se extravían en senderos sinuosos que desembocan inevitablemente en el engaño y el error. Cuando el Señor echa mano a este extraordinario recurso, elige a los más humildes, que simplemente creen, sin pretender ver y tocar.2.- En el sendero de los mártires riojanos. El tiempo post pascual constituye un verdadero entrenamiento en la fe. Estamos ya en ese “Tiempo fuerte” caracterizado exclusivamente por la fe en Cristo resucitado, Palabra eterna. Durante más de veinte siglos la Iglesia viene conduciendo a sus hijos por ese único sendero. El garante del mismo es el Magisterio legítimo, que administra sin errores el contenido de la Divina Revelación y acredita la autenticidad de los signos sacramentales. Para entenderlo debemos entrenarnos en esta fe pascual. Los Santos son ejemplos sólidos para quienes intentamos recorrer ese camino. Muchos de ellos han sucumbidos bajo los golpes cruentos de los enemigos de la fe. Nos ha tocado a nosotros, argentinos. Ayer, 27 de abril, fueron beatificados los mártires riojanos: Obispo Enrique Angelelli, Pbro. Gabriel Longueville, Fray Carlos de Dios Murias y el laico Wenceslao Pedernera. La Iglesia, a través del ministerio del Papa Francisco, ha reconocido el martirio de los cuatro nuevos Beatos, y los ha propuesto como modelos e intercesores. Intermediarios ante Dios no nos faltan: éstos, reconocidos explícitamente, otros, en proceso y, muchos más, en las sombras de una historia real e intencionalmente silenciada. Un pueblo así regado por la sangre de sus mártires y héroes, encontrará el rumbo que Dios ya le ha señalado en el misterioso sendero de la Cruz y Resurrección de su Hijo divino.
3.- Que cada bautizado sea un testigo mártir. Necesitamos más testigos que, aunque no padezcan una muerte violenta, hagan de sus vidas de fidelidad a la fe en Cristo, un cotidiano martirio. De ellos depende la evangelización del mundo. Así lo ha pensado Jesús al preparar a sus discípulos y enviarlos. Es su método pastoral, el único y, por lo mismo, el más eficaz y transformador de las personas y de la sociedad. Cuando lo descuidamos, la sal se vuelve inservible para salar y la luz para iluminar. Así lo confirma el Papa emérito Benedicto XVI, en su excelente carta, manipulada torpemente en los medios, cuando descubre la causa real de los pecados que desgarran el corazón de la Iglesia. El mundo necesita, y reclama, el testimonio de santidad de los cristianos. Perdemos el tiempo en lecturas ideologizadas de los acontecimientos, tan extrañas al Evangelio de Jesús. Los Santos dicen lo que contemplan, vale decir, lo que aprenden de Dios, y que el mundo necesita conocer para transitar en la verdad. Cuando predomina el error y la corrupción, como en las épocas más aciagas de nuestra zarandeada historia, debemos examinarnos como Iglesia: ¿No se ha vuelto insípida la sal que debe preservar del error y de la corrupción? ¿No se está apagando la luz?
4.- Exponernos a su acción misericordiosa. Acabamos de celebrar la Pascua de Resurrección, y se nos da una nueva oportunidad para intensificar nuestra confianza en la gracia de Jesús resucitado. Es, también, el día de la Divina Misericordia. En algunas manifestaciones extraordinarias del Señor, como las que tuvieron como destinataria a Santa Faustina, se destaca la condescendencia de Dios. Es entonces cuando la ternura del Padre expresa el amor extremo que nos tiene. Su deseo de perdonarnos, y conducirnos a la santidad, es más grande que nuestros deseos de ser perdonados. Nuestro encuentro con Él invade los espacios más recónditos de la historia que protagonizamos, y de nuestros sentimientos. Es preciso dejarnos encontrar y exponernos a su acción misericordiosa.+
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