El Papa recuerda que los pobres no son números, sino personas que necesitan ayuda
El pontífice hizo estas consideraciones en el mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, que este año se celebrará el 17 de noviembre, con el título “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”.
El Papa señala que “el pobre sabe que Dios no puede abandonarlo; por eso vive siempre en la presencia de ese Dios que lo recuerda. Su ayuda va más allá de la condición actual de sufrimiento para trazar un camino de liberación que transforma el corazón, porque lo sostiene en lo más profundo”.
Al dirigirse a los que desean alzar muros y bloquear puertas a los más desfavorecidos, el Papa recordó que el pobre tendrá a Dios de su lado, porque “el pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración. Dios es aquel que hace justicia y no olvida”.
“La condición de marginación en la que se ven inmersos millones de personas no podrá durar mucho tiempo. Su grito aumenta y alcanza a toda la tierra”, subraya.
Al poner el acento en el título del mensaje “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”, un salmo que asegura se presenta con una actualidad increíble, expresa: “Una verdad profunda que la fe logra imprimir sobre todo en el corazón de los más pobres: devolver la esperanza perdida a causa de la injusticia, el sufrimiento y la precariedad de la vida”.
El pontífice explica que son palabras del Salmo 9 en el que “el salmista describe la condición del pobre y la arrogancia del que lo oprime; invoca el juicio de Dios para que se restablezca la justicia y se supere la iniquidad”.
“Es como si en sus palabras volviese de nuevo la pregunta que se ha repetido a lo largo de los siglos hasta nuestros días: ¿cómo puede Dios tolerar esta disparidad? ¿Cómo puede permitir que el pobre sea humillado, sin intervenir para ayudarlo? ¿Por qué permite que quien oprime tenga una vida feliz mientras su comportamiento debería ser condenado precisamente ante el sufrimiento del pobre?”, pregunta.
El Papa puntualizó que el salmo se compuso “en un momento de gran desarrollo económico que, como suele suceder, también produjo fuertes desequilibrios sociales. La inequidad generó un numeroso grupo de indigentes, cuya condición parecía aún más dramática cuando se comparaba con la riqueza alcanzada por unos pocos privilegiados”.
“Era una época en la que la gente arrogante y sin ningún sentido de Dios perseguía a los pobres para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud. Hoy no es muy diferente”, lamenta.
Asimismo, denuncia que “la crisis económica no ha impedido a muchos grupos de personas un enriquecimiento que con frecuencia aparece aún más anómalo si vemos en las calles de nuestras ciudades el ingente número de pobres que carecen de lo necesario y que en ocasiones son además maltratados y explotados”.
Esa situación, sostiene, generó nuevas formas de esclavitud, familias obligadas a abandonar su tierra, huérfanos, jóvenes sin empleo, víctimas de violencia, de prostitución, de las drogas.
“Con frecuencia vemos a los pobres en los vertederos recogiendo el producto del descarte y de lo superfluo, para encontrar algo que comer o con qué vestirse. Convertidos ellos mismos en parte de un vertedero humano son tratados como desperdicios, sin que exista ningún sentimiento de culpa por parte de aquellos que son cómplices en este escándalo”, agrega.
A los pobres, subraya, “considerados generalmente como parásitos de la sociedad no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres”.
Deshacerse de los pobres
El Papa también denuncia el diseño de una arquitectura hostil “para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida. Deambulan de una parte a otra de la ciudad, esperando conseguir un trabajo, una casa, un poco de afecto...”.
“Cualquier posibilidad que se les ofrezca se convierte en un rayo de luz; sin embargo, incluso donde debería existir al menos la justicia, a menudo se comprueba el ensañamiento en su contra mediante la violencia de la arbitrariedad”, añade.
“Se ven obligados a trabajar horas interminables bajo el sol abrasador para cosechar los frutos de la estación, pero se les recompensa con una paga irrisoria; no tienen seguridad en el trabajo ni condiciones humanas que les permitan sentirse iguales a los demás. Para ellos no existe el subsidio de desempleo, indemnizaciones, ni siquiera la posibilidad de enfermarse”.
Por otro lado, en la frase del Salmo que da título al mensaje, el Santo Padre destaca que “se ofrece una hermosa definición del pobre. Él es aquel que ‘confía en el Señor’, porque tiene la certeza de que nunca será abandonado”.
“El pobre en la Escritura”, asegura, “es el hombre de la confianza”. “Estamos ante una descripción realmente impresionante que nunca nos hubiéramos imaginado. Sin embargo, esto no hace sino manifestar la grandeza de Dios cuando se encuentra con un pobre”.
La misión de la Iglesia
El Papa también explica cuál es la misión de la Iglesia con los pobres. Señaló que su vocación “es la de no permitir que nadie se sienta extraño o excluido, porque implica a todos en un camino común de salvación”.
“Estamos llamados a tocar su carne para comprometernos en primera persona en un servicio que constituye auténtica evangelización. La promoción de los pobres, también en lo social, no es un compromiso externo al anuncio del Evangelio, por el contrario, pone de manifiesto el realismo de la fe cristiana y su validez histórica”.
La opción por lo pobres, por los últimos y descartados, a los que la sociedad desecha, “es una opción prioritaria que los discípulos de Cristo están llamados a realizar para no traicionar la credibilidad de la Iglesia y dar esperanza efectiva a tantas personas indefensas”.
En ellas, afirma, la “caridad cristiana encuentra su verificación, porque quien se compadece de sus sufrimientos con el amor de Cristo recibe fuerza y confiere vigor al anuncio del Evangelio”.
“Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano”, recuerda, y completa: “Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor”.
Francisco finalizó su mensaje recordando que la condición de pobre no le quita la dignidad a la persona, dignidad “que ha recibido del Creador”.+
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