“¡La vejez no es una enfermedad, es un privilegio! La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla”, sostuvo con vehemencia.
“Conscientes del papel irremplazable de los ancianos, la Iglesia se convierte en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo. Este intercambio intergeneracional nos obliga a cambiar nuestra mirada hacia los ancianos, para aprender a mirar hacia el futuro junto a ellos”, agregó.
El pontífice advirtió “cuando pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, especialmente en la dimensión pastoral, debemos aprender a modificar un poco los tiempos de los verbos. No solo existe el pasado, como si, para los ancianos, solo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo mohoso. No. El Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración… Hoy quisiera decirles que los ancianos también son el presente y el futuro de la Iglesia”.
“¡Sí, también son el futuro de una Iglesia que, junto con jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los ancianos y los jóvenes se comuniquen entre sí”, consideró.
Para Francisco, “la profecía de los ancianos se cumple cuando la luz del Evangelio entra plenamente en su vida; cuando toman a Jesús en sus brazos y anuncian la revolución de la ternura, las Buenas Nuevas de Aquel que vino al mundo para traer la luz del Padre”. Por eso, el Papa ha insistido a los jóvenes en que “no se ahorren al anunciar el Evangelio a los abuelos y ancianos. Ve a conocerlos con una sonrisa en tu rostro y el Evangelio en tus manos”.
El Papa subrayó que “Dios tiene una gran cantidad de abuelos en todo el mundo”. Hoy en día, “en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayor parte, esa formación cristiana y esa fe viva, que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Ellos son el vínculo indispensable para educar a los niños y jóvenes en la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes pastorales y considerarlos, de manera no episódica, como uno de los componentes vitales de nuestras comunidades”. Y ha continuado: “No son solo personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para salvaguardar su vida, sino que pueden ser actores en un ministerio pastoral evangelizador, testigos privilegiados del amor fiel de Dios”.
Parafraseando el título del congreso –’La riqueza de los años’–, recordó que “la vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás”. “Siempre, siempre es así”, aseveró.
Francisco puso de manifiesto que la vejez “se ha convertido en uno de los sellos distintivos de la humanidad”. “En unas pocas décadas, la pirámide demográfica, que una vez se apoyó en una gran cantidad de niños y jóvenes y tenía pocos ancianos en su cima, se revirtió. Si los ancianos alguna vez pudieran poblar un estado pequeño, hoy podrían poblar un continente entero”, explicó.
Ante esta situación, preguntó: “¿Cómo puedes vivir estos años? ¿Qué sentido dar a esta fase de la vida, que para muchos puede ser larga?”.
“La desorientación social y, en muchos sentidos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades manifiestan hacia los ancianos, llaman no solo a la Iglesia, sino a todos, a una seria reflexión para aprender a comprender y apreciar el valor de la vejez. De hecho, mientras que, por un lado, los Estados deben enfrentar la nueva situación demográfica a nivel económico, por otro, la sociedad civil necesita valores y significados para la tercera y cuarta edad”, afirmó.+
Publicar un comentario