Ángelus: Sin la ayuda de Dios no sabemos vencer el mal

Ciudad del Vaticano (AICA): “No nos creamos buenos, porque, sin la ayuda de Dios no sabemos vencer el mal, un Dios que “derrota al mal con el amor, Dios salva con misericordia, con amor no con la fuerza, se propone sin imponerse”, dijo el papa Francisco en el mediodía de este domingo 15 de septiembre, reflexionando sobre el Evangelio de hoy, en sus palabras antes del rezo del Àngelus.
“No nos creamos buenos, porque, sin la ayuda de Dios no sabemos vencer el mal, un Dios que “derrota al mal con el amor, Dios salva con misericordia, con amor no con la fuerza, se propone sin imponerse”, dijo el papa Francisco en el mediodía de este domingo 15 de septiembre, reflexionando sobre el Evangelio de hoy, en sus palabras antes del rezo del Ángelus.

El pontífice recordó que el texto evangélico de Lucas inicia con algunos que critican a Jesús, viéndolo en compañía de publicanos y pecadores y dicen con indignación: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Esta frase se revela en realidad como un anuncio maravilloso, expresó el Papa.

“Jesús recibe a los pecadores y come con ellos. Es lo que sucede a nosotros, en cada misa, en cada iglesia. Jesús está contento de recibirnos en su mesa, donde se ofrece a sí mismo por nosotros. Es la frase que podríamos escribir en las puertas de nuestras iglesias: ‘Aquí Jesús recibe a los pecadores y los invita a su mesa’”.

En el texto Jesús cuenta tres parábolas “estupendas que narran su predilección por aquellos que están lejos de Él”- las del buen pastor, de la moneda perdida y la del hijo pródigo- en las cuales el Papa subrayó que “Él espera cada día que nos demos cuenta de su amor. Y tú dices: ‘¡Pero yo hice tantas!’. No tengas miedo: Dios te ama así como eres y sabe que sólo su amor su amor puede cambiar tu vida.

Pero, este amor infinito de Dios por nosotros pecadores, que es el corazón del Evangelio, puede ser rechazado. Es aquello que el hijo mayor de la parábola. Él no entiende el amor y tiene en la menta más a un patrón que a un padre. Es un riesgo también para nosotros, creer en un Dios más riguroso que misericordioso, un Dios que derrota al mal con la potencia en vez que con el perdón. No es así, Dios salva con el amor, no con la fuerza, proponiéndose, no imponiéndose. Pero el hijo mayor, que no acepta la misericordia del padre, se cierra, se equivoca en un modo peor: se presume justo, se presume traicionado y juzga todo en base a su justicia.

“Así se enoja con el hermano y reprocha al padre: ‘Haz matado el cordero graso ahora que tu hijo volvió, este hijo tuyo’. Este hijo tuyo: no lo llama mi hermano, sino tu hijo. Se siente hijo único. También nosotros nos equivocamos cuando nos creemos justos, cuando pensamos que los malos sean los otros. No nos creamos buenos, porque solos, sin la ayuda de Dios que es bueno, no sabemos vencer al mal. Hoy no se olviden, tomen el Evangelio y lean las tres parábolas de Lucas 15”.

“¿Cómo se hace para derrotar al mal? Recibiendo el perdón de Dios, Esto sucede cada vez que vamos a confesarnos: allí recibimos el amor de Padre que vence a nuestro pecado; no existe más, Dios lo olvida. ¡Es tan bueno Dios con nosotros! No como nosotros, que después de haber dicho ‘no importa’, en la primera ocasión nos recordamos con los intereses de las faltas sufridas”.

“No, Dios cancela el mal, nos hace nuevos por dentro y nos trae alegría. No la tristeza. La alegría. Ánimo, con Dios ningún pecado tiene la última palabra. La Virgen, que desata los nudos, nos libere de la pretensión de creernos justos y no haga sentir la necesidad de ir hacia el Señor, que nos espera para abrazarnos, para perdonarnos”. +

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