Del papa Francisco para las monjas clarisas: “Que el monasterio no sea un purgatorio, sino una familia”
Asís (Italia) (AICA): El Santo Padre dirigió un mensaje a las monjas de clausura en la basílica de Santa Clara, adonde les pidió, entre notas de afecto y humor, que pongan en el centro de su vida contemplativa a Jesucristo, Dios y Hombre, hagan de su vida en comunidad una gran familia. Habló con notas de afecto y humor, y aseguró que reza para que tengan “la alegría de la verdadera contemplación y de una bella vida comunitaria”.
“Yo pensaba que esta reunión sería... como hicimos en Castel Gandolfo: yo solo con las religiosas. Pero, les confieso, no tengo el valor de echar a los cardenales. Hagámosla así”, comenzó diciendo el obispo de Roma.
Siempre con Jesucristo. En primer término, Francisco reflexionó sobre la vocación de estas religiosas. Estimó que, a los ojos del mundo, la monja de clausura “se vuelve aislada, sola con lo Absoluto, sola con Dios”. Pero les afirmó: “Este no es el camino de una religiosa de clausura católica, y ni siquiera cristiana. El camino pasa por Jesucristo. Siempre”.
“Jesucristo está en el centro de sus vidas –explicó-, de sus penitencias, de su vida comunitaria, de sus oraciones y también de la universalidad de la oración. Y por este camino sucede lo contrario de lo que se piensa que sea esta religiosa ascética de clausura: cuando va por el camino de la contemplación de Jesucristo, de la oración y de la penitencia con Jesucristo, se vuelve grandemente humana”.
El pontífice indicó que las monjas de clausura están llamadas a tener gran humanidad, que –insistió- las muestre “humanas” para comprender los problemas humanos, saber perdonar y saber pedir al Señor por las personas.
“¿Y cuál es la característica de una monja tan humana? –preguntó-. ¡La alegría!. Me causa tristeza cuando encuentro a religiosas que no son gozosas. Quizá sonrían, pero... con la sonrisa de una asistente de vuelo, ¿no? ¡Hum! Pero no con la sonrisa de la alegría, de esa que viene desde dentro, ¡eh! Siempre con Jesucristo”.
Francisco también meditó con ellas sobre “la realidad de Jesucristo”, que implica contemplar verdaderamente el misterio de Jesucristo en la cruz: “Hoy en la Misa, hablando del Crucificado, decía que Francisco lo había contemplado como con los ojos abiertos, con las heridas abiertas, con la sangre que se derramaba: y ésta es su contemplación, la realidad. La realidad de Jesucristo. No ideas abstractas: no ideas abstractas, porque secan la cabeza”.
“Y la contemplación de las llagas –continuó- es el camino de la humanidad de Jesucristo: siempre con Jesús, Dios, Hombre. Y por esto es tan bello cuando la gente va al locutorio de los monasterios y piden oraciones y cuentan sus problemas, hablan… Quizá la religiosa no diga nada extraordinario, pero una palabra que les venga precisamente de la contemplación de Jesucristo, porque la religiosa, como la Iglesia, va por el camino de estar abierta a la humanidad”.
“Siempre con Jesucristo, siempre –insistó-. La humanidad de Jesucristo, porque el Verbo ha venido en la carne, Dios se ha hecho carne por nosotros, y esto les dará a ustedes una santidad humana, grande, bella, madura; una santidad de Madre. Y la Iglesia las quiere así: madres”.
La vida en comunidad. “Perdonen, sopórtense, porque la vida de la comunidad no es fácil. ¡El diablo aprovecha todo para dividir! Esto no va, porque no lleva a nada. Cuiden la amistad entre ustedes, la vida de la familia, el amor entre ustedes. Y que el monasterio no sea un purgatorio, que sea una familia”, les expresó el pontífice.
Francisco les pidió prevenirse de las insidias del demonio, que aguarda los conflictos para sembrar la división. Les dijo que cuando la vida en comunidad se torna como una familia, el Espíritu Santo se hace presente en medio de la comunidad.
“La contemplación siempre – recordó – con Jesús; Jesús, Dios y Hombre. Y la vida de la comunidad, siempre con un corazón grande, ¡eh! Dejando pasar… no vanagloriarse, soportar todo, sonreír desde el corazón… Y el signo de esto es la alegría. Y yo pido para ustedes esta alegría que nace precisamente de la verdadera contemplación y de una bella vida comunitaria”.+
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