Néstor Tomás Auza, semblanza de un cristiano ejemplar

El doctor Néstor Tomás Auza, que falleció el lunes 16 de septiembre último, fue una personalidad de fuste, que afirmó con convicción, lucidez y rigor intelectual la fe católica en el mundo de la cultura, en el entrecruce de posiciones en las universidades estatales y privadas, en el mundo académico y el periodismo.

Al cumplirse un mes de su muerte, el 16 de octubre, la Junta de Historia Eclesiástica Argentina (JHEA) hizo celebrar una misa en memoria del doctor Auza. La celebración eucarística, que fue presidida por el presbítero Ernesto Salvia, presidente de la JHEA, tuvo lugar en la basílica de Nuestra Señora del Rosario (convento de Santo Domingo) de la ciudad de Buenos Aires.


Reconocido miembro de la Academia Nacional de la Historia, a la que se incorporó en 1989, Auza fue autor de muchos libros en los que subrayó el valor del aporte de destacados laicos católicos a la evolución social y política de la Argentina.


Su primer trabajo en ese sentido, publicado en 1962, fue una obra no extensa pero de contenido profundo, que daba una visión de conjunto sintética de la acción de figuras del catolicismo argentino, “Los católicos argentinos. Su experiencia política y social”, editado por Editorial Diagrama, Buenos Aires, y reeditado por Editorial Claretiana en 1984.


Otros libros en esa misma línea temática fueron “Católicos y liberales en la generación del ochenta” (obra de referencia publicada en 1967 en México y reeditada cuatro veces en la Argentina); “Historia de los congresos sociales católicos argentinos (Centro Intercultural de Documentación, Buenos Aires, 1968); “Corrientes sociales del catolicismo argentino” (Claretiana, Buenos Aires, 1984); “Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino” (Editorial Docencia-Don Bosco, 4 volúmenes, entre 1987 y 1989); “La Iglesia Argentina. Encuentros y desencuentros con la historia, (Editorial Ciudad Argentina, 1999), entre otros.


En el último número de la revista Lábaro, de la Federación de Círculos Católicos de Obreros, publicó una nota sobre la historia de esta entidad con el título “120 años de acción social, gremial y mutualista”, en 18 páginas, primera parte de un trabajo que continuaría en una próxima edición.


Brindó su aporte de conocimiento y estudio en la organización, presentación y ubicación en el contexto histórico de una colección de los documentos colectivos del Episcopado argentino del período 1889-1991. Se publicaron numerosos volúmenes de esa valiosa obra de documentación, que lo tuvo como compilador, aunque no todos los previstos, al no asignarse fondos para concluirla.


Auza fue subdirector de la Biblioteca Nacional entre 1973 y 1976, cuando fue director el historiador Vicente Sierra.


Era miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de España y de las academias de la Historia del Perú, Bolivia, el Paraguay, el Uruguay, el Brasil, Puerto Rico, Guatemala y Colombia. Fue miembro relevante de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.


En 1959 ingresó como uno de los profesores fundadores en la naciente Universidad del Salvador, en la que enseñó en las facultades de Historia y Letras y de Ciencias Políticas. Dirigió la escuela de Historia de esa casa de altos estudios entre 1965 y 1969 y estuvo a cargo del decanato de la Facultad de Historia y Letras entre octubre de 1971 y mayo de 1972. Dotado de gran capacidad de organización, no solo para su trabajo de investigador y docente, entre 1969 y 1973 presidió la Comisión de Planificación de esa universidad, donde diseñó un modelo de universidad organizado por departamentos científicos y no por facultades profesionales, que se enmarcaría en un campus que estuvo a punto de instalarse en Almirante Brown, con préstamos internacionales. El proyecto no llegó a concretarse y Auza se alejó de esa universidad en 1973.


Por esa época, empezó a ser profesor de Historia Argentina, Economía y Política en la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA), en Derecho y Ciencias Políticas. Y más tarde, a partir de 1990, enseñó en su Facultad de Teología, la materia Historia Pastoral, en la que encaraba una visión pastoral de la historia de la Iglesia en América y en la Argentina. Desde 2004 dictaba además Teología y Pastoral de la Movilidad Humana. Compiló en una colección trabajos de investigadores sobre Iglesia e inmigración. En 1994 el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) publicó en Bogotá su estudio “El éxodo de los pueblos. Manual de Teología y Pastoral de la Movilidad Social”.


Católico sin aditamentos, fiel al magisterio de la Iglesia, su lealtad a los obispos no implicaba dejar de marcar con franqueza fallas que advertía en relación a la inserción en la cultura o la falta de un plan pastoral más ambicioso a largo plazo, que su vocación al apostolado y su capacidad organizativa le hacían intuir. Su celo apostólico se trasuntaba en cierta animosa impaciencia, en la urgencia de transmitir el mensaje de Cristo en todos los pliegues de la sociedad.


Su tarea docente se extendió también a otras casas de estudios. Fue profesor en las universidades nacionales de Lomas de Zamora, de Catamarca, de Villa María, de Lanús, y en otras privadas, como la Universidad de Belgrano y la Universidad Kennedy. En los últimos años dio clases en la Diplomatura de Cultura Argentina del Centro Universitario de Estudios (CUDES).


Habiendo cursado sus estudios en la Universidad estatal, brindó su participación en cátedras, clases y conferencias en universidades estatales y privadas, en centros de enseñanza y ateneos culturales, y sostuvo con dedicación y entrega los principios católicos en los modernos areópagos de la cultura y los medios de comunicación.


En su ciudad natal, Bahía Blanca, a los 15 años ingresó en la Acción Católica. En esa ciudad formó el Ateneo de Estudios Sociales, que orientó a jóvenes de uno y otro sexo que se formaron en el pensamiento católico y se convirtieron en dirigentes laicales en distintos ambientes sociales. En esos años participó en Bahía Blanca en la fundación de una revista, Edición y Relación, que difundía el pensamiento de referentes mundiales del social cristianismo.


Cursó estudios universitarios en Rosario en la década del 50, en la Escuela de Diplomacia que funcionaba en esa ciudad, dependiente de la Universidad Nacional del Litoral. Allí se graduó en 1955 de licenciado en Diplomacia y se doctoró en Ciencias Políticas en esa universidad en 1958.


En el ámbito universitario fue un activo dirigente de la Liga Humanista, corriente estudiantil inspirada en el pensamiento de Jacques Maritain, y en tal carácter participó con denuedo en asambleas, elecciones, confrontación con otras tendencias –reformistas, laicistas, comunistas, etc.-, con tono firme, pero sin perder la amabilidad y caballerosidad en el trato que lo caracterizaron. Se involucró decididamente en la lucha por la libertad de enseñanza a fines de los años 50.


En materia política abrevó en las fuentes de la democracia cristiana, cuyos principios doctrinales sustentaba y en cuya génesis en el país participó, aunque no dejó de mantener contactos respetuosos con católicos de otras orientaciones políticas (peronistas, nacionalistas, centristas, etc.). En 1954 se constituyó en Rosario, en la clandestinidad, en la casa del prestigioso médico Juan T. Lewis, el Partido Demócrata Cristiano. Auza estuvo ligado a esos comienzos y a la organización del partido en distintas poblaciones de la provincia de Santa Fe.


Pero fue más hombre de labor intelectual, de reflexión y de estudio, de investigación histórica que de militancia partidaria. Incansable en su tarea de investigador, prolífico en su producción científica de estudioso, le sublevaba advertir en medios eclesiásticos y en general en el país el escaso cuidado que se pone en resguardar los archivos y la documentación de otras épocas, antecedentes valiosos para adquirir una comprensión cabal de los momentos actuales y su origen. Especial atención puso en rescatar las colecciones de órganos periodísticos católicos del siglo XIX y principios del XX.


Ponía gran vitalidad y entusiasmo en su trabajo. Sus inquietudes fueron múltiples y algunos títulos dan cuenta de la amplitud de su mirada: “Periodismo y feminismo en la Argentina 1830-1930”, “Documentos para la enseñanza de la historia argentina 1852-1930, en dos tomos (Pannedille, 1970 y 1971); “Estudio e índice general de la Revista Nacional (Universidad del Salvador, Buenos Aires, 1970); “El Ejército en la época de la Confederación, 1852-1861” (Eudeba, Buenos Aires, 1978); “La Patagonia mágica” (Marymar, Buenos Aires, 1979), “Iconografía de Patagones (Colección Patagonia, Marymar, 1979), “Lucio V. Mansilla y la Confederación” (Plus Ultra, Buenos Aires, 1978), “La misión Sarmiento en Chile y Perú y el Congreso Americano de 1864-65 (Librería Histórica, 2007), entre otros.


Poseía un enorme dinamismo y capacidad de trabajo, que lo movían a ahondar en el estudio de los temas y transmitirlos en charlas y conferencias con contagioso entusiasmo.


Escribió también en diarios y revistas. Fue un publicista de amplia trayectoria que esclareció temas históricos y brindó elementos para el debate de su influencia en la actualidad. Escribió también en diarios (La Nación y La Prensa, de Buenos Aires; La Capital, de Rosario; El Litoral, de Santa Fe; La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, etc.) y en diversas revistas.


Fue también director general del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires de enero a diciembre de 1962, y subsecretario de ese ministerio de diciembre de 1962 a octubre de 1964. Durante un breve período, en 1977 y 1978 fue director interino de Bibliotecas Populares.


Investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) hasta que se jubiló en 2004, Auza integró el directorio de la institución entre 1989 y 1991. Dirigió allí numerosas tesis de licenciatura y doctorado, fue jurado en concursos, evaluó proyectos de investigación personales o de equipos, etc.


Como una labor profesional paralela, por varios años, desde mediados de los 80, fue director académico del Centro de Estudios e Investigación sobre la Dirigencia Argentina, que funcionaba en el marco de la Sociedad Rural Argentina, y entre 2000 y 2005 asesoró en organización a la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa.


Viudo dos veces, padre de cuatro hijos, Auza fue una persona respetada y querida, amigable, de gesto franco y sonrisa abierta, que honró en todos los aspectos de su vida los principios cristianos que asumió desde joven con determinación y valentía.+ (Jorge Rouillon)



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