El amor lleva a compartir los dones recibidos, dijo el Papa en la audiencia jubilar
Así Jesús les enseña que el servicio es el camino que deben recorrer si quieren vivir su fe en él y dar testimonio del amor. Porque el lavatorio de los pies señala el modo de actuar de Dios para con el hombre, no con palabras sino con obras. El amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido.
El Pontífice añadió que el amor “se manifiesta también cuando ponemos a disposición de la comunidad los dones recibidos del Espíritu Santo y cuando compartimos los bienes materiales para que nadie carezca de lo necesario”.
“El compartir y la donación a los que lo necesitan –afirmó el Papa– es un estilo de vida, un camino de auténtica humanidad, que Dios sugiere incluso a muchos que no son cristianos”.
Por último animó a no olvidarse de que “la invitación a lavarnos recíprocamente los pies” significa “vivir en nuestra vida el mandamiento nuevo del amor, confesando mutuamente nuestras faltas, perdonándonos de corazón y rezando los unos por los otros”.
La audiencia concluyó, como en los anteriores sábados, con el canto del Padre Nuestro y con la bendición apostólica.
Texto de la audiencia jubilar del sábado 12 de marzo de 2016
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Nos estamos acercando a la fiesta de Pascua, misterio central de nuestra fe. El evangelio de Juan -como hemos escuchado- narra que antes de morir y resucitar por nosotros, Jesús cumplió un gesto que quedó esculpido en la memoria de los discípulos: el lavado de los pies.
Un gesto sorpresivo y que los trastornó, al punto que Pedro no quería aceptarlo. Quisiera detenerme en las palabras finales de Jesús: “¿Entienden lo que he hecho por ustedes? […] Si yo, el Señor y el Maestro les he lavado los pies, también ustedes tienen que lavarse los pies los unos a los otros”.
Así Jesús les indica a sus discípulos el servicio como el camino que es necesario recorrer para vivir la fe en Él y dar testimonio de su amor. El mismo Jesús se aplicó la imagen del ‘Siervo de Dios’ utilizada por el profeta Isaías: ¡El que es el Señor, se vuelve siervo!
Lavando los pies a los apóstoles Jesús quiso revelar la manera de actuar de Dios hacia nosotros, y dar el ejemplo de su mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Él nos amó, o sea dando la vida por nosotros. El mismo Juan lo escribe en su Primera Carta: “De esto hemos conocido el amor: Él dio su vida por nosotros; por lo tanto también nosotros tenemos que dar la vida por nuestros hermanos […] Hijos, no amemos con palabras ni con la lengua, sino con hechos y en la verdad”.
El amor, por lo tanto, es el servicio concreto que nos damos los unos a los otros. El amor no son palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y escondido, como Jesús mismo ha dicho: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”.
Esto comporta poner a disposición los dones que el Espíritu Santo nos ha dado, para que la comunidad pueda crecer. Además se expresa en el compartir los bienes materiales, para que nadie tenga necesidad. Esto de compartir y de dedicarse a quien está en necesidad es un estilo de vida que Dios sugiere también a muchos no cristianos, como un camino de auténtica humanidad.
Como última cosa, no nos olvidemos de que lavando los pies a los discípulos y pidiéndoles que hagan lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesarnos mutuamente nuestras faltas y a rezar los unos por los otros, para saber perdonarnos de corazón.
En este sentido, nos acordamos de las palabras del santo obispo Agustín cuando escribía: “No desdeñe el cristiano hacer lo que hizo Cristo. Porque cuando el cuerpo se dobla hasta los pies del hermano, también el corazón se enciende, o si ya estaba se alimenta el sentimiento de humildad […]
Perdonémonos mutuamente de nuestros errores y recemos mutuamente por nuestras culpas y así de algún modo nos lavaremos los pies mutuamente.
El amor, la caridad y el servicio, ayudar a los otros, servir a los otros. Hay tanta gente que pasa la vida así, sirviendo a los otros. La semana pasada he recibido una carta de una persona que me agradecía por el Año de la Misericordia; me pedía rezar por él, para que pudiera estar más cerca del Señor.
La vida de esta persona es atender a la mamá y a los hermanos: la mamá en cama, anciana, lúcida pero no se puede mover y el hermano es discapacitado, en una silla de ruedas. Para esta persona, su vida es servir, ayudar. ¡Y esto es amor! Cuando tú te olvidas de ti mismo y piensas en los otros, ¡esto es amor!
Y con el lavado de los pies el Señor nos enseña a ser servidores, más aún: siervos, como Él ha sido siervo para nosotros, para cada uno de nosotros.
Por lo tanto queridos hermanos y hermanas, ser misericordioso como el Padre, significa seguir a Jesús en el camino del servicio”. (Traducido desde el audio por ZENIT)+
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