“Otro aspecto importante son los doce viajes pastorales realizados hasta la fecha en los cuatro continentes, claramente orientados a ir hacia ‘las periferias existenciales’ y geopolíticas para derramar esta misericordia. El mundo necesita menos juicios severos y despiadados y más obras de misericordia y de compasión. Sus gestos simbólicos, los abrazos con los pobres, con los ‘descartados’ de éstas, nuestras sociedades líquidas, van en esta dirección: no juzgar y derramar misericordia”, sostuvo en una columna publicada hoy en el diario Clarín.
Texto de la columna
Se cumplen tres años de la elección del Cardenal Bergoglio como Pontífice de la Iglesia Católica. Tal la afirmación del Padre Lombardi, vocero del Vaticano, con el correr del tiempo “crece la autoridad moral del Papa argentino a nivel mundial”. Por ello se puede decir que ya es una referencia indiscutida para los líderes y sobre todo es una figura querida por el pueblo de Dios, más allá de los confines de la grey católica.
Al comienzo de su pontificado, Francisco quiso asumir el nombre del fraile santo de Asís, identificándolo como el predicador incansable del Evangelio y amigo de los pobres. De hecho el sueño de Papa Francisco es “una Iglesia pobre para los pobres”, es decir, una Iglesia que se presenta despojada del poder temporal y por esto una Iglesia profética que habla directamente a los corazones de los hombres para cambiar las mentalidades y las costumbres de la vida diaria. Esta “conversión de los corazones” que propone el Papa es una revolución espiritual, advirtiendo que sin “un hombre nuevo” no se pueden cambiar las estructuras.
Para este año, Papa Francisco ha invitado a un “Jubileo de la Misericordia”, involucrando a todos los hombres de buena voluntad. En la Bula de convocación al Jubileo, el pontífice ha expresado el corazón de la misión de la Iglesia, evocando las palabras de San Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo (la Iglesia) prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad ... quiere mostrarse madre amable de todos. Benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”. La expresión acuñada por Bergoglio, “Iglesia, hospital de campo”, que quiere curar las heridas de los tantos hombres y mujeres medio muertos de nuestras sociedades violentas, quiere ser el programa de este pontificado.
Y en esa misma línea se ubican los recientes llamados del Papa durante la oración del Ángelus dominical, pidiendo por un lado la suspensión por este año de las penas capitales en los países católicos y por el otro su expresión de apoyo al proyecto de los “corredores humanitarios” que se está llevando a cabo con una iniciativa ecuménica, ante el drama de los refugiados que escapan de la guerra en Siria.
Otro aspecto importante son los 12 viajes pastorales realizados hasta la fecha en los cuatro continentes, claramente orientados a ir hacia “las periferias existenciales” y geopolíticas para derramar esta misericordia. El mundo necesita menos juicios severos y despiadados y más obras de misericordia y de compasión. Sus gestos simbólicos, los abrazos con los pobres, con los “descartados” de éstas, nuestras sociedades líquidas, van en esta dirección: no juzgar y derramar misericordia.
Papa Francisco, hombre de síntesis, que cree en la paciencia de los procesos, nos indica el camino de la misericordia como la única vía para recorrer frente a los conflictos, las divisiones, las interpretaciones maliciosas y mezquinas. El mejor homenaje que podemos hacer a papa Francisco es no dejarlo como “voz sola que clama en el desierto”, sino seguirlo junto al “pueblo santo y fiel” y como el mismo hará para festejar su tercer aniversario cenando con los indigentes.+
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