Mons. Castagna advirtió sobre las trampas actuales del fariseísmo
“Cristo actualiza su victoria y el poder de su Resurrección. Lo hace en quienes se adhieren a Él por la fe y libran una lucha sin cuartel contra los males contemporáneos, más agresivos e insidiosos que los primitivos. Así aparecen todas las versiones del mal expuestas como si fuera legítimo -libre y optable- escoger el bien o el mal, la solidaridad o el egoísmo, la violencia o la paz”, sostuvo.
El prelado lamentó que “la corrupción erigida en dominio siniestro de los poderosos no parece recibir una sanción adecuada de la justicia de los hombres”, pero consideró que “no hay que perder la esperanza de que, por fin, llegue y predomine el anhelado orden social”.
“La respuesta serena y clara de Jesús denuncia el desborde de una legislación que no alcanza a ser justa. Ante el desalojo espontáneo de los acusadores, Jesús duplica la sabia respuesta: la misericordia con la mujer avergonzada y arrepentida y el reconocimiento de su pecado: ‘Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?’. Ella le respondió: ‘Nadie, Señor’. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante", recordó.
Texto de sugerencia
1.- El perdón y el Año de la Misericordia. Jesús es la luz que disipa las tinieblas. Su presencia - sus gestos y sus palabras - responde a cualquier cuestionamiento. El discurso argumental, exhibido en diversas controversias, no hace más que fatigar hasta el hartazgo al conjunto de los ciudadanos. Es un derivado del fariseísmo contemporáneo. El acercamiento, desde el Padre, a la vida atribulada de la sociedad humana, produce, en Jesús, un cansancio espiritual indisimulable. El Señor cultiva el silencio y la parquedad de palabras. En esta escena, maliciosamente manipulada por sus enemigos, deja sin palabras a quienes intentan ponerlo a prueba: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo". (Juan 8, 4-6) Jesús no se entrevera en una estéril contienda. Silenciosamente se pone a escribir en el suelo y, ante la insistencia de aquellos hombres, pronuncia una sentencia irrebatible: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". (8, 7) Y siguió escribiendo en el suelo. ¡Qué elocuencia de gestos y de silencios! Es así como se manifiesta la verdad y se realiza la obra. La escena se inscribe oportunamente en el año jubilar de la misericordia.2.- Sendero a la conversión y a la santidad. Es evangélico no juzgar a quienes han pecado. El juicio es emitido por la misma acción pecaminosa. Es propio del evangelizador acompañar fraternalmente a quien ha pecado hasta que reconozca su pecado y acuda a la misericordia de Dios. Jesús no se considera autorizado a juzgar: "Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo sino a salvarlo". ( Juan 12, 47) No obstante, Él mismo, como Palabra - y su enseñanza - confronta misericordiosamente a quienes la contrarían, no con el fin de destruirlos sino de conducirlos al arrepentimiento, al perdón y a la conversión. La acción pastoral de la Iglesia debe expresar el vigor de la Palabra y trazar un sendero directo a la conversión y a la santidad. La fuerza proviene de la bondad del rostro de Dios, reflejado en el rostro humano de Cristo. Nos acercamos a las celebraciones pascuales. El Viernes Santo se destaca por la intensidad dramática de la Pasión. Es allí donde es más elocuente esa expresión de amor y de perdón. Su contemplación, al alcance de todos, produce un impacto conmovedor. El Dr. Revidatti (padre), su hijo Alfredo y un equipo médico calificado, ha publicado una valioso trabajo de investigación sobre la Pasión del Señor. Conmueve hasta la ternura el realismo del relato científico. Su título lo dice todo: "Todo eso por nosotros".
3.- El rostro del Padre misericordioso. Dios nos muestra su verdadero rostro en cada escena del Evangelio. La mujer sorprendida en adulterio experimenta que el juicio de Dios dista mucho del de sus acusadores. En el rostro de Cristo, siente que es mirada, con amor entrañable, por el Padre. Una mirada dolorida y dulce, capaz de conmover al más endurecido de los pecadores. Un rostro ensangrentado en la cruz que expresa el extremo impensable del amor. Sólo ese amor es capaz de perdonar y de suscitar el arrepentimiento y la conversión. El domingo próximo iniciaremos la jornada recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Será un triunfo anticipado. Se disipará de inmediato al sucederlo los dias sombrios de la traición, del juicio inicuo y de la Pasión. No obstante, en la desembocadura de aquellas tenebrosas jornadas, acontecerá el verdadero triunfo: la Resurrección. Es entonces cuando Dios concluye su irrupción en la historia, venciendo el pecado e inutilizando definitivamente la muerte. El paso es la cruz, el tránsito obligado es la crueldad de los hombres y la paciencia conmovedora de Dios. El propósito de sorprender a Jesús en algo que lo comprometa, inspira el malicioso planteo jurídico orquestado por los escribas y fariseos.
4.- Las trampas actuales del fariseísmo. La habilidad para el engaño y la mentira dice a las claras que el fariseísmo no ha perecido, al contrario, ha sabido sofisticar su diabólica malicia en nuevas formas de sus antiguas trampas. Cristo actualiza su victoria y el poder de su Resurrección. Lo hace en quienes se adhieren a Él por la fe y libran una lucha sin cuartel contra los males contemporáneos, más agresivos e insidiosos que los primitivos. Así aparecen todas las versiones del mal expuestas como si fuera legítimo - libre y optable - escoger el bien o el mal, la solidaridad o el egoísmo, la violencia o la paz. La corrupción erigida en dominio siniestro de los poderosos no parece recibir una sanción adecuada de la justicia de los hombres. No hay que perder la esperanza de que, por fin, llegue y predomine el anhelado orden social. La respuesta serena y clara de Jesús denuncia el desborde de una legislación que no alcanza a ser justa. Ante el desalojo espontáneo de los acusadores, Jesús duplica la sabia respuesta: la misericordia con la mujer avergonzada y arrepentida y el reconocimiento de su pecado: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?¿Alguien te ha condenado?. Ella le respondió: 'Nadie, Señor'. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". (Juan 8, 10-11).+
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