Mons. Maletti: “Los movimientos populares son la esperanza del cambio”
Monseñor Maletti auspició y promovió la firma del pacto y trabaja activamente en materia social, bajo la guía del papa Francisco. El obispo recordó que el Papa enfatiza la necesidad de ejercer una opción por los pobres y afirmó: “Ellos tienen mucho que enseñarnos”.
-¿Qué importancia le asigna a un acuerdo como el Pacto de Padua en términos de buscar caminos para enfrentar flagelos e injusticias que atraviesan a la sociedad?
-Son propuestas que, expresadas en modo genérico y abarcativo, están muy bien pensadas. Salen al cruce de interrogantes que plantea la realidad actual. Es muy importante que los acuerdos tienen como base el pensamiento del magisterio social de la Iglesia y, en particular, lo que el papa Francisco nos plantea en la exhortación apostólica “La alegría del Evangelio” y la encíclica “Alabado seas mi Señor”. Sucede que los actores del pacto son intendentes jóvenes, varios de ellos en el comienzo de su primera gestión, que buscan un nuevo modo de hacer política y de gestionar para el bien común. Por eso se comprometieron a ampliar la convocatoria a mandatarios municipales que responden a otros espacios políticos. El papa Francisco nos plantea que la solidaridad es una palabra que va más allá de algunos actos de generosidad esporádicos; es pensar y actuar en términos de comunidad. Es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero.
-¿Cree que se toma conciencia de la necesidad de encarar acciones concretas para enfrentar temas como la trata de personas, el cambio climático o el abuso infantil, por citar sólo algunas cuestiones, o piensa que aún se ven éstas como algo ajeno?
-Ciertamente, cada vez se visibiliza más la urgencia de que se encaren acciones concretas para los temas planteados. En este sentido el papa Francisco en la carta apostólica “La alegría del Evangelio”, reafirma que tenemos que cuidar a los más débiles: “Los sin techo, los tóxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados y los migrantes”. También nos habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de esclavitud. Agrega Francisco que está instalado este crimen mafioso y aberrante y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda. Por ejemplo, las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia o los niños por nacer que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana. La sociedad está tomando conciencia de todos estos temas.
-¿Cuánto ha influenciado el papa Francisco en los distintos actores sociales y factores de poder para que estos temas y otros como el combate a la pobreza y al narcotráfico tengan mayor relevancia para buscar soluciones?
-El papa Francisco continuamente ofrece contundentes mensajes a los distintos actores sociales y factores de poder. Si bien hay personas y grupos interesados en denostarlo como “ideologizado”, “comunista” y otros injustos epítetos y también algunos alineados con mucho poder socioeconómico tratan de minimizar el impacto y el valor de lo que el Papa promueve, y buscan hacerlo por todos los medios, hay mucha esperanza de cambio, que el Papa pone más en los movimientos populares de base que en las elites. Gracias a Dios la propuesta pontificia de “trabajo, tierra y techo” está calando hondo en muchos actores sociales, políticos y de poder en orden a propiciar un cambio no impuesto desde arriba, sino desde otro modelo de sociedad; en lograr una ecología integral, que cuide las personas, la familia y la tierra. Es muy bueno que mucha gente con capacidad de decisión advierta que la idolatría del dinero genera exclusión y descarte y que lo importante es respetar los valores de la dignidad humana y promover soluciones desde quienes sufren las consecuencias de un sistema económico que no funciona.
-¿Qué importancia especial ha tenido el mensaje del Santo Padre durante su gira por México respecto de la necesidad de poner énfasis en la atención de los más vulnerables?
-En este gran país de América latina, una de las naciones con mayor número de católicos en el mundo, la contundencia del mensaje del Papa nos desafía a todos. Además, hay que tener en cuenta la historia de México, la historia de la evangelización en América latina, la realidad de las inculturaciones y la presencia de los pueblos originarios. El Papa ha llamado a cuidar las fragilidades. Ha enseñado que para construir una sociedad en paz, justicia y fraternidad hay que tener en cuenta que para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica más que sociológica. A los miembros de la Iglesia, es decir, a todos los bautizados, nos ha recordado que construyamos una Iglesia pobre para los pobres, porque ellos tienen mucho que enseñarnos.
-¿Cree que a pesar de las diferencias políticas es posible que los dirigentes encuentren consensos para atender estas cuestiones?
-Estoy firmemente persuadido de que no hay otro camino que no sea el de un nuevo modo de hacer política. Veo que muchos dirigentes, especialmente jóvenes, de distintas fuerzas, partidos y movimientos, desean buscar soluciones consensuadas que superen intereses de personas o grupos y estén disponibles a trabajar motivados por el amor fraterno que se rebela contra las injusticias; por ejemplo mirando “el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, el migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud”, como dijo el Papa en Bolivia.
-¿Qué puede hacer cada persona, cada familia, cada grupo social para aportar su cooperación en la defensa de lo que llamamos “la Casa Común”?
-Leyendo la encíclica “Alabado seas mi Señor” y trabajándola en grupos o en familia podemos aportar mucho para defender la Casa Común. Se trata de reconocer que la crisis ecológica tiene una raíz humana. El Papa citando a san Francisco nos dice que “la creación es hermana”. Esto determina nuestro comportamiento. Debemos hablar desde el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo. De esta manera nuestras actitudes no serán las del dominador, o las del consumidor o las del mero explotador de recursos; esto produce incapacidad de poner límites a intereses inmediatos. Es bueno sentirnos íntimamente unidos a todo lo que existe para que, en cada persona, en cada familia, en cada grupo social broten de modo espontáneo la sobriedad, el cuidado del ambiente, la pobreza y la austeridad. Esto san Francisco de Asís lo llevó a algo muy radical: que la realidad de lo creado jamás se convierta en mero objeto de uso y de dominio.+
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