A las 16, presidió la misa exequial el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, con quien concelebraron el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig; otros doce obispos y 45 sacerdotes. Los obispos fueron monseñor Rubén Frassia, de Avellaneda-Lanús; Fernando Maletti, de Merlo-Moreno; Guillermo Rodríguez-Melgarejo, de San Martín; Carlos Tissera, de Quilmes; los auxiliares de Buenos Aires, monseñores Joaquín Sucunza, vicario general; Enrique Eguía Seguí, provicario general; José María Baliña, vicario de la Zona Centro; Alejandro Giorgi, vicario de la Zona Belgrano, Ernesto Giobando SJ, vicario de la Zona Flores; Juan Carlos Ares, vicario de la Zona Devoto y los eméritos José Luis Mollaghan, de Rosario y Luis Stöckler, de Quilmes.
Se hicieron presentes por mensajes los obispos Oscar Ojea, de San Isidro; Marcelo Colombo, de La Rioja y Vicente Bokalic, de Santiago del Estero.
Entre los más de cuarenta sacerdotes concelebrantes se encontraban el secretario de la Nunciatura Apostólica, monseñor Vincenzo Turturro y el rector de la catedral metropolitana, presbítero Alejandro Russo, quien recibió el féretro en la catedral y asistió al cardenal Poli en la misa exequial. El presbítero Russo fue secretario de monseñor Benites durante todo el tiempo que fue vicario episcopal de Belgrano.
Luego de la procesión de entrada y del saludo del cardenal Poli a los familiares directos, monseñor Joaquín Sucunza leyó el mensaje de pésame del papa Francisco para los familiares y todos los presentes, en el que recordó con afecto el momento en que, siendo arzobispo de Buenos Aires, fue consagrante principal en la ordenación espiscopal de Mons. Benites el 1 de mayo de 1999 en la parroquia de San Benito Abad, en el barrio de Belgrano.
Seguidamente el cardenal Poli agradeció el mensaje y la presencia del nuncio, de los obispos, sacerdotes y fieles que vinieron a acompañar a monseñor Benites hasta su última morada.
En la Liturgia de la Palabra, la primera lectura estuvo a cargo de la señora Laura Brunetti de Remón, actual secretaria de la Vicaría Belgrano y que también lo fue de monseñor Benites cuando éste era Vicario Zonal.
La lectura del Evangelio y la homilía estuvieron a cargo del presbítero Rafael Ángel Morán Díaz, quien comentó que se conoció con monseñor Benites en 1953 durante un campamento de aspirantes de la Acción Católica y que, desde ese día, fueron entrañables compañeros y amigos hasta los últimos días. El sacerdote también destacó que el 25 de mayo recibió la noticia del fallecimiento mediante un escueto mensaje: "Hoy hizo su Pascua tu amigo Benites Astoul" y por eso su reflexión en la homilía la iba a centrar en esas dos palabras: Pascua ("No hay Pascua sin éxodo, sin cruz, pero Horacio siempre transitó la vida anunciando la esperanza de una vida eterna y eso lo hacía feliz y alegre en sus tareas pastorales".... "Hacía bastante tiempo que llevaba su cruz de la falta de movimientos, pero me decía que no había perdido la capacidad de soñar con la vida eterna y el reencuentro final con todos en el cielo") y amigo ("Horacio siempre representó la imagen del Dios amigo, del Dios cercano. Un fiel reflejo del 'Buen Pastor'. Cultivó la amistad paternal y bondadosamente aconsejaba a cuantos se le acercaban a pedirle su ayuda").
Una vez finalizada la comunión y la oración correspondiente monseñor Sucunza, que fue vicario parroquial en la Inmaculada Concepción de Belgrano, cuando monseñor Benites era el párroco y luego vicario general cuando monseñor Benites era vicario de Belgrano, lo despidió con breves palabras en nombre de la arquidiócesis de Buenos Aires.
De inmediato los obispos y sacerdotes presentes rodeando el féretro, presididos por el cardenal Poli, realizaron la última recomendación y suplicaron el auxilio de la Virgen con el canto de la Salve Regina.
Luego comenzó la procesión del entierro con el canto de la letanía de todos los santos a quienes se le pedía que rueguen por el prelado difunto. Este rito muestra emotivamente como la Iglesia peregrina por la tierra entrega a un hijo suyo a la Iglesia triunfante para que lo reciba.
Llegados a la cripta que se encuentra debajo del altar mayor, el presbítero Joaquín Arrieta, párroco de Nuestra Señora de Loreto, donde monseñor Benites pasó sus últimos años, agradeció a Dios por el don que fue para todos los que lo conocieron, la vida del querido "padre Horacio", como a él le gustaba ser llamado.
Finalmente la solemnidad del rito expresó el sentimiento de la Iglesia que al depositar a este obispo en la tierra pretende dejarlo en el umbral del cielo. Con el canto referido a las glorias de María Un día al cielo iré y la contemplaré finalizó la celebración.
Ahí en la cripta aguardan la resurrección tres amigos de monseñor Benites Astoul: monseñor Mario Serra, monseñor José Gentico y sobre todo monseñor Guillermo Leaden SDB con quien compartió tantos años al ser vecinas la parroquia Inmaculada Concepción con la Vicaría Episcopal Belgrano. Los presentes emotivamente pensaban que así también puede haber sido el reencuentro junto a Cristo a quien tanto sirvieron.+
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