En su homilía, el Papa se dirigió a la comunidad: “Son un pequeño rebaño pero de gran valor a los ojos de Dios”, afirmó. Al hablar de la fe, expresó que “no es una fuerza mágica que baja del cielo”, y mencionó la estrecha unión que debe haber entre fe y servicio.
“Dios cambia el mundo cambiando nuestros corazones, y esto no puede hacerlo sin nosotros”, subrayó Francisco, y agregó que cuando Dios encuentra un corazón abierto y confiado, allí puede hacer sus maravillas. “Este abrirnos a él, esta confianza en él es precisamente lo que ha vencido al mundo: nuestra fe”, señaló.
Luego, el Papa explicó que la fe es un don de Dios y “hay que pedirla siempre”, pero “también requiere que nosotros la cultivemos”, y recordó que la fe “no es una fuerza mágica que baja del cielo”, ni “un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida”.
La fe es un hilo de oro que nos une al Señor, señaló el pontífice: “Es un don que vale la vida entera, pero que fructifica si nosotros ponemos nuestra parte”.
“Fe y servicio no se pueden separar, están estrechamente unidas, enlazadas entre ellas”, indicó. El servicio no es sólo “ser fieles a nuestros deberes o en hacer alguna obra buena”. Jesús pide “una disponibilidad total, una vida completamente entregada, sin cálculos y sin ganancias”.
“Cuando a la fe se enlaza el servicio, el corazón se mantiene abierto y joven, y se ensancha para hacer el bien. Entonces la fe, como dice Jesús en el Evangelio, se hace fuerte y realiza maravillas. Si avanza por este camino, entonces madura y se fortalece, a condición de que permanezca siempre unida al servicio.”
“No estamos llamados a servir sólo para tener una recompensa, sino para imitar a Dios, que se hizo siervo por amor nuestro”, y recordó que no hay que servir “de vez en cuando”, sino “vivir sirviendo”.
Francisco advirtió a los fieles sobre no dejar que el corazón se vuelva tibio, ya que “el que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre”.
El otro peligro que mencionó fue el de ser “demasiado activos”, pensar como dueños, trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien, porque de esa manera “el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes”.
El Pontífice concluyó con una reflexión hacia la comunidad: “Cada uno de ustedes como un espléndido hilo de seda”, afirmó, pero “sólo si los distintos hilos están bien entrelazados crean una bella composición; solos, no sirven”, advirtió al pedirles que permanezcan unidos en caridad y alegría. El Señor, que crea armonía en la diferencia, los custodiará, afirmó a la pequeña comunidad católica que lo acompañaba.
En sus palabras finales, pidió la intercesión de la Virgen Inmaculada y de los santos, en particular de Santa Teresa de Calcuta, “los frutos de cuya fe y servicio están entre ustedes”, aseguró.+
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