El Papa invitó a los católicos tailandeses a convertirse en discípulos misioneros
Antes de la misa, el pontífice llegó en papamóvil y fue recibido con mucho afecto y emoción por los miles de fieles reunidos en el estadio nacional, en donde las personas ondeaban banderas del Vaticano y Tailandia y gritaban: “viva el Papa”.
La Eucaristía fue acompañada por un numeroso coro que entonó con fuerza cantos en tailandés y alguno en italiano, mientras que en el estadio estuvieron presentes también algunos fieles católicos de países vecinos como Vietnam, Laos, Camboya y Myanmar.
En su homilía Francisco destacó la importancia de abrir el corazón para que sea capaz de “superar todos los adjetivos que siempre dividen”.
“Querida comunidad tailandesa: Sigamos en camino, tras las huellas de los primeros misioneros, para encontrar, descubrir y reconocer alegremente todos esos rostros de madres, padres y hermanos, que el Señor nos quiere regalar y le faltan a nuestro banquete dominical”, invitó el Papa.
Durante su homilía pronunciada en español, y traducida por un sacerdote al tailandés, el Santo Padre recordó las palabras de Jesús en el Evangelio de San Mateo “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” pregunta a la que Jesús respondió que “todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Con esta respuesta, el pontífice señaló que Jesús “no solo los determinismos religiosos y legales de la época, sino también todas las pretensiones excesivas de quienes podrían creerse con derechos o preferencias sobre Él” y añadió que “el Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos los que quieran escuchar”.
“Es sorprendente notar cómo el Evangelio está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; preguntas que buscan abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar” señaló el Papa quien agregó que “las preguntas del Maestro siempre quieren renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad con una alegría sin igual”.
En esta línea, el Papa explicó que “así les pasó a los primeros misioneros que se pusieron en camino y llegaron a estas tierras; escuchando la palabra del Señor, buscando responder a sus preguntas, pudieron ver que pertenecían a una familia mucho más grande que aquella que se genera por lazos de sangre, de cultura, de región o de pertenencia a un determinado grupo”.
“Impulsados por la fuerza del Espíritu, y cargados sus bolsos con la esperanza que nace de la buena noticia del Evangelio, se pusieron en camino para encontrar a los miembros de esa familia suya que todavía no conocían”, relató.
Por ello, el Santo Padre afirmó que el designio amoroso del Padre “es mucho más grande que todos nuestros cálculos y previsiones, y que no puede reducirse a un puñado de personas o a un determinado contexto cultural. El discípulo misionero no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar y festejar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos”.
Además, el Pontífice recordó que hace 350 años se creó el vicariato apostólico de Siam “signo del abrazo familiar producido en estas tierras” que comenzó con dos misioneros que fueron “capaces de animarse a sembrar las semillas que, desde hace tanto tiempo, vienen creciendo y floreciendo en una variedad de iniciativas apostólicas, que han contribuido a la vida de la nación”.
Acerca de este aniversario, el Papa indicó que “no significa nostalgia del pasado sino fuego esperanzador para que, en el presente, también nosotros podamos responder con la misma determinación, fortaleza y confianza. Es memoria festiva y agradecida que nos ayuda a salir alegremente a compartir la vida nueva, que viene del Evangelio, con todos los miembros de nuestra familia que aún no conocemos”.
“Pienso especialmente en esos niños, niñas y mujeres, expuestos a la prostitución y a la trata, desfigurados en su dignidad más auténtica; en esos jóvenes esclavos de la droga y el sin sentido que termina por nublar su mirada y cauterizar sus sueños; pienso en los migrantes despojados de su hogar y familias, así como tantos otros que, como ellos, pueden sentirse olvidados, huérfanos, abandonados, sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”.
“Pienso en pescadores explotados, en mendigos ignorados”, describió el Papa quien añadió que “ellos son parte de nuestra familia, son nuestras madres y nuestros hermanos, no le privemos a nuestras comunidades de sus rostros, de sus llagas, de sus sonrisas y de sus vidas; y no le privemos a sus llagas y a sus heridas de la unción misericordiosa del amor de Dios”.
De este modo, el Santo Padre remarcó que “el discípulo misionero sabe que la evangelización no es sumar membresías ni aparecer poderosos, sino abrir puertas para vivir y compartir el abrazo misericordioso y sanador de Dios Padre que nos hace familia”. +
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