Mons. Lozano: “No demos a nadie por perdido”
El prelado recordó que Jesús encomienda a los cristianos, al igual que lo hizo con los apóstoles en la mañana de la Pascua, la misión de “buscar y salvar lo que está perdido”.
“Recordemos que ya nadie esperaba nada de la vida de Zaqueo, lo veían como un pecador empedernido, autosuficiente, soberbio, corrupto. Jesús vio otras posibilidades en su corazón. Si fuera por el ‘qué dirán’ Jesús nunca se hubiera sentado a dialogar con la mujer samaritana, ni hubiera compartido la mesa con los pecadores, ni Felipe se hubiera subido al carruaje de un eunuco y extranjero”, reflexionó.
“Criticados fueron San Alberto Hurtado por buscar a los niños y adolescentes que estaban durmiendo bajo los puentes y formar para ellos el ‘Hogar de Cristo’; San Oscar Romero por cuidar a los pobres y campesinos; San Juan Pablo II por ir a la cárcel a visitar a Alí Agca, su agresor y terrorista”, detalló, y agregó: “Y podríamos hacer una larguísima lista de santos a quienes se quiso tapar con mantos de sospecha”.
El arzobispo sanjuanino aseguró que “la Iglesia a lo largo de los siglos se ha encontrado (se ha salido a buscar) con quienes eran considerados descartables o inútiles”, e indicó: “Cuidó de los huérfanos sin familia ni hogar, de los mutilados en las guerras, de los migrantes expulsados de sus tierras, de los minusválidos, de los expulsados del sistema educativo, los que no tienen trabajo. Y se ha ganado en muchas oportunidades críticas y murmuraciones”.
“Si queremos emprender obras de misericordia, según cuáles sean, hay que prepararse para la murmuración”, sostuvo.
Monseñor Lozano destacó que también hoy la Iglesia se ocupa de los pobres, los adictos, los privados de la libertad. De quienes son estigmatizados por su ropa, su etnia o su orientación sexual”.
“No podemos encasillar la vida en prolijos moldes en los cuales las personas deben ubicarse para poder acercarnos a su dolor. Hay que recibir la vida como viene”, aseveró.
“En ellos resplandece, aun en medio de sus historias, el ser imagen y semejanza de Dios, llamados a una vida digna. Ojalá tengamos la mirada de Jesús que es capaz de ir al corazón y hacer brotar anhelos de santidad”, deseó, y concluyó: “No demos a nadie por perdido, y no pensemos ser mejores que otros”.+
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