Monseñor Han Lim Moon, de 58 años, hasta ahora párroco de San Cosme y San Damián -del barrio porteño de Mataderos- recibió el grado pleno del sacerdocio de manos del obispo diocesano de San Martín, monseñor Guillermo Rodríguez-Melgarejo, y de los coconsagrantes: el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires; monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro; monseñor Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, monseñor Joaquín Sucunza, vicario general y obispo auxiliar porteño, y una veintena de prelados de diversas regiones del país presentes.
Más de 400 personas se congregaron en la plaza de San Martín, frente a la parroquia Jesús Buen Pastor, para acompañar la ordenación episcopal del prelado coreano, que el papa Francisco eligió para secundar en el gobierno pastoral de la diócesis a monseñor Rodríguez-Melgarejo. Debido a la gran asistencia de fieles, muchos debieron seguir la misa por pantallas gigantes colocadas en el atrio del templo.
La celebración comenzó con el ingreso procesional de los sacerdotes del clero diocesano y el clero porteño, al que monseñor Moon perteneció hasta ahora. En los primeros bancos se situaron los familiares del obispo consagrado y autoridades de la Embajada de Corea. Algunos asientos más atrás, mezclado entre el público, se sentó el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, y otras autoridades distritales y del municipio de Tres de Febrero, parte de la jurisdicción eclesiástica.
Tras la liturgia de la Palabra, y antes de la homilía, monseñor Guillermo Rodríguez-Melgarejo pidió que se lea el mandato apostólico del papa Francisco eligiendo obispo auxiliar al presbítero Han Lim Moon. Tras su proclamación, la multitud estalló en aplausos de júbilo.
Luego, monseñor Rodríguez-Melgarejo dedicó la homilía a reflexionar en torno al pasaje del evangelio dominical, que relata el encuentro de los discípulos de Emaús con el Señor, a quien reconocen luego de partir el Pan. El obispo recordó que se trata del mismo evangelio que se lee en la misa vespertina del Domingo de Pascua, aunque consideró que en esta ocasión contemplar el pasaje "desde otra perspectiva".
"¡Qué hermoso gesto de estos discípulos, que al descubrir a Jesús, les surge volver a Jerusalén para contarle a los apóstoles que lo habían encontrado y lo habían reconocido al partir el Pan!", manifestó.
El obispo diocesano también expresó que Jesús quiso fundar su Iglesia sobre Pedro, sobre los apóstoles, y en gesto providencial y amoroso, Dios elegía al padre Han para integrar el colegio de los apóstoles. Durante la celebración, hubo alusiones a la compleja situación pastoral de la diócesis, que motivó el pedido al Santo Padre de un obispo auxiliar.
Dirigiéndose al ordenando, monseñor Rodríguez-Melgarejo le deseó que todo su ministerio sea siempre "un oficio de amor". Le dijo: "Querido Han, el pastor tiene que dar la vida por las ovejas. Y este camino comienza haciendo algo muy simple, como lo es el completo anonadamiento. Ojalá puedas dar la vida completamente para poder decir con san Pablo que 'Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí'".
El obispo diocesano también expresó a su auxiliar que la Providencia quiso traerlo de Corea, una tierra donde la fe creció durante décadas por el testimonio de los laicos y el sacrificio del martirio de muchos. "Todo eso es parte de tu historia y Dios lo regala hoy a la Iglesia de San Martín", aseguró.
Luego de las promesas del elegido, la súplica letánica -en la que se lo vio muy emocionado-, llegó la imposición de manos y la plegaria de ordenación. Uno a uno los obispos presentes posaron las manos sobre la cabeza de monseñor Moon, y tras la oración consagratoria, monseñor Rodríguez-Melgarejo le ungió la cabeza, le entregó el Evangeliario, el anillo episcopal, la mitra y el báculo. Monseñor Han Lim Moon pasó a concelebrar la Eucaristía sentado a la derecha del obispo diocesano.
Luego de la Eucaristía, el nuevo prelado bendijo a los presentes. Especialmente se demoró junto a su madre y los coreanos presentes; luego salió hasta el atrio y regresó al altar para dar un saludo y manifestar su acción de gracias a Dios por su ordenación como obispo, que en variadas ocasiones catalogó como "un descenso reconocido", un servicio más que un honor.
"Ante todo, quiero dar mi acción de gracias y alabanza a Dios Padre que me amó desde toda la eternidad y me dio la vida, me redimió de la muerte con la preciosa sangre de su Hijo, mi Señor, y me conduce a la felicidad plena, haciéndome experimentar su Amor en el Espíritu Santo", expresó.
Monseñor Moon dedicó palabras a cada realidad del rebaño diocesano: pidió a los laicos recordar que "no son simples sujetos pasivos que deben recibir todo, sino miembros activos que deben gritar el amor del Padre"; a los sacerdotes manifestó su deseo de "visitarlos, conocerlos, quererlos, acompañarlos y animarlos".
A los diáconos permanentes les aseguró que "tienen mucho para la edificación de esta Iglesia y que podamos cumplir esta misión", y a las religiosas y consagrados los animó a seguir creciendo en el testimonio de vida.
El obispo agradeció a sus connacionales, aunque manifestó que desde ahora su vida entera estará dedicada a la porción de la Iglesia confiada por el Señor: "Pertenezco también a esta patria Argentina por el llamado del Señor y por mi opción, y que también me ayudó a madurar con afecto y confianza. Ahora, manifiesto públicamente esta opción y la aceptación gustosa y de buena gana de dar mi vida entera por esta Patria argentina en esta tierra".
"Jesús dice que el grano de trigo que cae en tierra y no muere queda solo, pero si muere, da mucho fruto -observó-. Así quiero yo vivir con la esperanza firme puesta en su Palabra y su testimonio. A Jesús lo reconocieron en la fracción del Pan, comprendieron que Él está vivo y resucitado, que nos acompaña, nos ilumina, nos alimenta en el camino al Padre hacía la felicidad plena y eterna. Así, ¡Él quiere que yo sea y así lo quiero! Ser signo visible de Jesús resucitado, Eucaristía partida y entregada entre ustedes".
Monseñor Moon pidió la intercesión y protección de la Virgen María y el acompañamiento en la oración de todos los fieles. Finalmente, por pedido del cardenal Mario Poli, rezó un Ave María en coreano, secundado por sus connacionales.+
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