Francisco: La oración cristiana es un “diálogo” sin espacio para el individualismo

Francisco: La oración cristiana es un “diálogo” sin espacio para el individualismo

Ciudad del Vaticano (AICA): El papa Francisco celebró esta mañana su tradicional audiencia general de los días miércoles en la que continuó con su catequesis sobre el Padrenuestro. Ante los miles de fieles congregados en el Aula Pablo VI el pontífice afirmó que “no hay espacio para el individualismo en el diálogo con Dios”, porque señaló: “No hay oración elevada a Dios que no sea la de una comunidad de hermanos y hermanas”.
El papa Francisco celebró esta mañana su tradicional audiencia general de los días miércoles en la que continuó con su catequesis sobre el Padrenuestro. Ante los miles de fieles congregados en el Aula Pablo VI el pontífice afirmó que “no hay espacio para el individualismo en el diálogo con Dios”, porque señaló: “No hay oración elevada a Dios que no sea la de una comunidad de hermanos y hermanas”.

“Seguimos con la catequesis sobre el Padrenuestro para aprender a rezar cada vez mejor. La verdadera oración es la que se realiza en el secreto del corazón; es un diálogo silencioso, como un cruce de miradas entre dos personas que se aman: Dios y el hombre», comenzó diciendo el Santo Padre.

La reflexión del Papa giró en torno al diálogo con Dios, un diálogo que es “un cruce de miradas entre dos personas que se aman: Dios y el hombre”. Francisco recordó una vez más que Jesús quiere que sus discípulos no sean como los hipócritas que rezan con ostentación, porque la verdadera oración “es la que se cumple en el secreto de la consciencia y del corazón, y es visible sólo a Dios”.

Francisco destacó que “hay una ausencia impresionante en el texto del Padrenuestro. Falta una palabra que, en nuestros tiempos, quizás siempre, todos tienen en gran consideración: falta la palabra ‘yo’. Jesús enseña a rezar teniendo en los labios, principalmente, el ‘tú’, porque la oración cristiana es diálogo”.

Así, citó como ejemplo algunos fragmentos del Padrenuestro: “santificado sea tú nombre, venga a nosotros tú reino, hágase tú voluntad”.

“Y luego”, insistió el Papa, “pasa al ‘nosotros’. Toda la segunda parte del Padrenuestro se conjuga en la primera persona del plural: ‘danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’”.

De esta manera se comprueba que “las preguntas más elementales del hombre, como la de la de tener comida para saciar el hambre, son todas en plural”, porque “en la oración cristiana, nadie pide el pan para sí mismo: lo suplica para todos los pobres del mundo”.

“No hay espacio para el individualismo en el diálogo con Dios”, insistió. “No hay ostentación de los problemas personales como si fuésemos los únicos en el mundo que sufren. No hay oración elevada a Dios que no sea a oración de una comunidad de hermanos y hermanas”.

El Santo Padre continuó: “En la oración, un cristiano lleva todas las dificultades de las personas que viven a su lado: cuando llega la noche, narra a Dios los dolores que se ha encontrado durante el día; pone ante Él muchos rostros, amigos y también hostiles; no los deja como distracciones peligrosas”.

“Si uno no se da cuenta de que a su alrededor hay mucha gente que sufre, si no se compadece por las lágrimas de los pobres, si es indiferente, entonces eso significa que su corazón es de piedra. En ese caso es necesario suplicar al Señor que nos toque con su Espíritu e intensifique nuestro corazón”.

El pontífice también explicó que Jesús dijo que “cuando recen, estén en el silencio de su cuarto, retirados del mundo, y dirijanse a Dios llamándolo ‘Padre’”.

Señaló que “Jesús quiere que sus discípulos no sean como los hipócritas que rezan de pie, alzados en las plazas para ser admirados por la gente. La verdadera oración es la que se hace en el secreto de la conciencia, del corazón, inescrutable, visible sólo a Dios. Esa oración escapa de la falsedad, porque con Dios es imposible fingir”.

Sin embargo, “aunque la oración del discípulo permanezca confidencial, nunca se queda en el intimismo. En el secreto de la consciencia, el cristiano no deja el mundo fuera de la puesta de su habitación, pero lleva en el corazón las personas y las situaciones”.

El Papa terminó su catequesis recordando que “santos y pecadores, somos todos amados por el mismo Padre. Y al atardecer de la vida seremos juzgados del amor. No un amor sentimental, sino compasivo y concreto, según la regla evangélica: ‘Todo aquello que hayan hecho a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, me lo han hecho a mí’”.+

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