A la celebración asistió también el papa emérito Benedicto XVI al que el papa Francisco abrazó al entrar en la basílica y que fue saludado también en su discurso por el Secretario de Estado, Pietro Parolin, el primero entre los nuevos cardenales, que dirigió al Santo Padre, en nombre de todos los neopurpurados unas palabras de gratitud.
Entre los nuevos cardenales no estaba presente Loris Francesco Capovilla, a quien la birreta cardenalicia le será entregada en los próximos días en su lugar de residencia, Sotto il Monte, en la provincia italiana de Bérgamo.
El de hoy es el primer consistorio ordinario público en el pontificado del papa Francisco, quien abrió su alocución con la frase del evangelio de San Marcos, leído en esta ocasión: “Y Jesús iba delante de ellos”.
“También en este momento -dijo- Jesús camina delante de nosotros. Él siempre está por delante de nosotros. Él nos precede y nos abre el camino. Y esta es nuestra confianza y nuestra alegría: ser discípulos suyos, estar con él, caminar tras él, seguirlo. Cuando con los cardenales hemos concelebrado juntos la primera misa en la Capilla Sixtina, "caminar" fue la primera palabra que el Señor nos propuso: caminar, y después construir y confesar. Hoy vuelve esta palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa: "Jesús caminaba...".
“Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina mucho e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús no vino a enseñar una filosofía, una ideología, sino una "vía", una senda para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando.
“Sí, queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús. Pero esto no es fácil, no es cómodo, porque la vía escogida por Jesús es la vía de la cruz. Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le sucederá en Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se quedan "sorprendidos" y "asustados". Sorprendidos, cierto, porque para ellos subir a Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su victoria, como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por lo que Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de padecer”.
“A diferencia de los discípulos de entonces, -ha señalado el Papa- nosotros sabemos que Jesús ha vencido, y no deberíamos tener miedo de la cruz, sino que, más bien, en la Cruz tenemos nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no de Dios. Y cuando se piensa de modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio "Los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan". Ellos se indignaron. Si prevalece la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las envidias, los bandos... Así, pues, esta palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica interiormente, proyecta luz en nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en plena sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio de Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros”.
"Llamándolos Jesús a sí" -observó Francisco, citando de nuevo el evangelio de Marcos-. He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino, se da cuenta de que necesita hablar a los Doce, se para y los llama a sí. Hermanos, dejemos que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos convocar por él. Y escuchémosle con la alegría de recibir juntos su palabra, de dejarnos enseñar por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón y una sola alma en torno a él.
“Y mientras estamos así, convocados, "llamados a sí" por nuestro único Maestro, también yo les digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de ustedes, de su colaboración y, antes de nada, de su comunión, conmigo y entre ustedes. La Iglesia necesita el valor de ustedes para anunciar el evangelio en toda ocasión, oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad.
“La Iglesia necesita las oraciones de ustedes para apacentar bien la grey de Cristo, la oración que, no lo olvidemos, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber del Obispo.
“La Iglesia necesita de la compasión de ustedes sobre todo en estos momentos de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo. Expresamos nuestra cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecución. Tenemos que luchar contra cualquier discriminación. La Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean fuertes en la fe y sepan responder al mal con el bien. Y que esta oración se haga extensiva a todos los hombres y mujeres que padecen injusticia a causa de sus convicciones religiosas”.
“La Iglesia -concluyó- también necesita de nosotros para que seamos hombres de paz y construyamos la paz con nuestras obras, nuestros deseos, nuestras oraciones: por ello imploramos la paz y la reconciliación para los pueblos que en estos tiempos sufren la prueba de la violencia y de la guerra. Hacer la paz, artífices de paz.
“Gracias, queridos hermanos. Gracias. Caminemos juntos tras el Señor, y dejémonos convocar cada vez más por él, en medio del Pueblo fiel, del santo Pueblo fiel de Dios, de la Santa Madre Iglesia”.
Terminada su alocución, el Papa pronunció la fórmula de creación de los nuevos cardenales, sus nombres y el orden diaconal o presbiteral al que fueron asignados. Los nuevos cardenales recitaron el Credo y el juramento de fidelidad y obediencia al Papa y a sus sucesores. Seguidamente recibieron la birreta cardenalicia y el anillo de manos del Papa, que les asignó también el título o la diaconía.+ (VIS)
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