Referente vaticano para seminarios: “Uno de los retos es la formación de formadores”
A causa de su nombramiento, el prelado mexicano, de 58 años, debió dejar la diócesis que condujo por cuatro años y radicarse en Roma. En una entrevista para Noticelam , habló de su misión en la Santa Sede y la experiencia ganada en el trabajo cotidiano con los seminaristas y el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
¿Cómo se prevé mejorar la atención de los seminarios?
Durante estos primeros meses nos hemos dedicado tanto a presentar nuevos proyectos al Papa como para organizar un nuevo equipo y revisar todo aquello que se ha realizado para de eso retomar lo bueno, e impulsar una renovación de los seminarios desde una colaboración más estrecha de los obispos, de los rectores, de los formadores, instancias nacionales como las organizaciones nacionales de seminarios como las instancias continentales.
Particularmente, me ayudó muchísimo la experiencia de haber trabajado en la Organización de Seminarios de América Latina (Oslam) Nunca imaginé que todo ese trabajo me iba a ayudar a esta nueva tarea y misión de un corte universal. Esta experiencia latinoamericana me permitió hablar con los obispos y proponer un trabajo donde las aportaciones y descubrimientos que se hacen sirvan de riqueza para otros países, y que la Congregación del Clero sea como un hermoso receptáculo de las experiencias, esperanza y proyectos que se están llevando a cabo ya en muchas partes.
¿Qué diferencias existen entre un seminario diocesano y otro de comunidad?
Hay matices de diferencia. Lo que sí es cierto es que tenemos mucho en común, como las normas básicas de la formación. La vida consagrada tiene carismas muy concretos: cada congregación tiene un estilo de vida comunitaria que es una riqueza para la Iglesia. En cambio, los seminarios diocesanos tienen una espiritualidad netamente diocesana.
Lo maravilloso de la educación es que tanto la relación con la familia, la propia cultura y la personalidad enriquecen la conformación de la vocación sacerdotal. También hay que tener en cuenta que lo personal, lo familiar y lo cultural pueden ser limitantes a la acción del Espíritu Santo en la persona. Podemos tener muchos planes, pero tenemos que ser muy respetuosos. Los formadores son padres espirituales y quienes hemos dedicado la vida a la formación sacerdotal sabemos que es como caminar en el crecimiento y desarrollo de un hijo.
¿Percibe usted aquí una deuda en la formación intraclesial?
Uno de los grandes retos es la formación de formadores. En todas las reuniones que tenemos con obispos, formadores y rectores de seminarios aparece la necesidad urgente de que los formadores descubran esa vocación específica de ser formador. Porque las generaciones actuales necesitan de un acompañamiento personalizado bien fuerte.
Es una realidad que la mayoría de los jóvenes de hoy no cuentan con una presencia materna o paterna en las familias como las teníamos en el pasado. El joven futuro sacerdote debe tener una amplísima y profunda experiencia de relación y de encuentro cotidiano con Dios, pero de relación y de encuentro cotidiano con la gente.
Necesitamos de una experiencia importante en los seminarios, donde la cercanía con Dios y la vida comunitaria en las múltiples relaciones se haga realidad tanto en lo interno como en lo externo. Y digo interno porque la experiencia comunitaria del seminario es la primera gran experiencia de Iglesia amplia que tiene un joven.
Se habla de “crisis de vocaciones” religiosas…. ¿cuál es su valoración de esta afirmación?
Hay países en los cuales es dramática la escasez de la vida consagrada y la vida sacerdotal. Y en cambio, hay otras partes del mundo donde se ve una presencia muy alentadora de jóvenes en los seminarios. Esto nos hace ver y prever que Dios sigue llamando a los jóvenes y colocando semillas vocacionales.
Hay una situación que mencionamos mucho con los obispos y los formadores: es sobre el papel de la Iglesia en relación a la pastoral familiar, la pastoral juvenil y la cercanía con los pobres. Las vocaciones a la vida consagrada y a la vida sacerdotal son desarrolladas en ambientes familiares, juveniles y muy pobres. Si la Iglesia no está “vocacionalizando” estos ambientes, vamos a perder esas semillas que Dios coloca ahí. La vocación es un llamado. Creemos que en este mundo secularizado las semillas están ahí. El mundo secularizado ha entrado muy fuertemente en las familias, en la juventud y en todos los estratos sociales, de los pobres a los ricos. Entonces la pregunta es: la Iglesia, en su pastoral vocacional, ¿está llegando a esos ambientes con la fuerza que debería?
Si nosotros no llegamos con la novedad de que la vida debería vivirse desde una vocación, el mundo hace que los niños, los jóvenes y las familias tomen la vida como una profesión. Simplemente y con todo lo que implica. Hay cosas muy básicas que tenemos que retomar e impulsar.
El abuso sexual en los seminarios de formación sacerdotal es un tema recurrente. ¿Cómo aborda el tema?
Es una llaga abierta en el corazón de la Iglesia. Benedicto XVI ha tenido la valentía, justamente en el año sacerdotal, de pedir que entremos en una purificación en la Iglesia y esto nos hace mucho bien. No hay que descuidar en este tema que, gracias a Dios, tenemos excelentes sacerdotes, ejemplos de santidad y cercanía con la gente, que mantienen viva la presencia sacerdotal coherente y alegre en medio de nuestro pueblo.
Sin embargo, existe la otra parte, dolorosa, y que no existe solamente en los seminarios sino en muchas instituciones —inclusive en la familia— y circunstancias en donde están los niños. La vocación sacerdotal tiene que fundamentarse en una sana humanidad y en una vida cristiana que poco tienen que ver con este tipo de patologías. Tenemos que ayudar a los jóvenes que atravesaron algunas de estas situaciones a sanarlas para después poder ellos ofrecer sus propias vidas para sanar a otros. Y esto no necesariamente tiene que hacerse dentro del seminario. Por eso hablamos mucho de la formación humana, cristiana. La maduración se hace antes del seminario.
¿La globalización, la presencia de los medios de comunicación y la vida en la red son tomadas en cuenta a la hora de decidir currículas y marcar orientaciones en los seminarios?
Una de las tareas prioritarias que tenemos dentro de las normas básicas de la formación es que este tema y otros) puedan ser incluidos de una manera explícita. Debemos ser humildes en esto para reconocer que tenemos que compactar las experiencias para dar respuestas más adecuadas a una realidad que se nos adelantó, nos sobrepasó.
La relación con los medios de comunicación es uno de nuestros temas pendientes, y sobre todo la relación con el mundo digital e internet, que entra en el corazón, en las conciencias, en la vida y en la estructura interna del seminario. Esa es la gran novedad. Nunca como hoy lo de fuera está dentro del seminario a través de las redes sociales y todo ese mundo de la comunicación. Entonces replantea el seminario una nueva relación con el mundo: porque ese mundo no está afuera sino que está adentro ya de la familia, de las mentes, del corazón, de las comunidades.
¿Cuáles son sus proyecciones para este año y el que vendrá?
Vamos a trabajar para recibir a muchos obispos que vienen en visitas Ad Limina. Trataremos el tema de la formación sacerdotal y la situación de los seminarios. Vamos a entrar en relación desde Roma y en algunas visitas estaremos en contacto directamente con los formadores y rectores, y con las propuestas nacionales y continentales que se tengan.
Continuaremos con una serie de visitas a 70 casas sacerdotales y seminarios de diferentes países que están instaladas en Roma. Somos muy conscientes de que muchas de las personas que están aquí en Roma hoy estudiando y formándose serán más adelante formadores en el seminario o van a intervenir de alguna manera como formadores dentro de la formación permanente del clero. Es una buena oportunidad para que con ellos hagamos un camino de preparación y formación para el servicio que van a prestar en el futuro, en todo el mundo, en sus diferentes diócesis.
Se viene un trabajo muy intenso de interrelación y de diálogo, que a mí me emociona porque es fascinante aprender un poco todos los días. En el mismo sentido, también lo es compartir lo que uno ha aprendido con otros hermanos que están trabajando en todos los rincones del mundo para que la Iglesia se renueve. No hay una renovación en la Iglesia si no hay una renovación vocacional real, viva, constante de la vocación cristiana, de la vida sacerdotal, de la vida consagrada y la vida laical.+
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