Ciudad del Vaticano (AICA): En el mediodía de hoy, cuarto domingo de Cuaresma, en las palabras previas al rezo de la oración mariana del Ángelus, el papa Francisco reflexionó con los 50.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro el Evangelio del día que narra el milagro del ciego de nacimiento que, tras ser sanado por Jesús, recibió la crítica de los fariseos, que negaban el milagro. A raíz de este pasaje del Evangelio, Francisco explicó a los fieles que ¨nuestra vida, a veces, es igual a la de ese ciego que se abrió a la luz¨ y criticó que, en ocasiones, las personas actúan como fariseos ¨juzgando desde el orgullo a los demás¨. ¨Es un drama la ceguera interior que padecen muchas personas. Que padecemos, porque todos a veces sufrimos de ceguera interior y todos los fieles católicos tenemos, en ocasiones, comportamientos que no son cristianos, que son pecado¨, explicó.
"Es un drama la ceguera interior que padecen muchas personas. Que padecemos, porque todos a veces sufrimos de ceguera interior y todos los fieles católicos tenemos, en ocasiones, comportamientos que no son cristianos, que son pecado", explicó.
Estos doctores de la ley no tenían ni humildad, ni paciencia, ni misericordia. "Mientras el ciego se acerca a la luz, los fariseos, al contrario, se hunden cada vez más en la ceguera, en la ofuscación". "Hacen de todo para negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre sanado, después niegan la acción divina y ponen como excusa que Dios no actúa los sábados", recordó el Papa.
Hoy, somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos, todos somos cristianos pero todos tenemos comportamientos algunas veces no cristianos. Comportamientos que son pecados, y debemos arrepentirnos de esto. Y eliminar este comportamiento para caminar decididamente sobre la vía de la santidad que tiene su origen en el Bautismo. Y en el Bautismo hemos sido "iluminados" para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como "hijos de la luz", con humildad, paciencia y misericordia.
Palabras del Santo Padre previas al rezo del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, al cual Jesús dona la vista. El largo pasaje, es largo, se abre con un ciego que comienza a ver y se cierra -curioso esto- con los presuntos videntes que continúan a permanecer ciegos en el alma. El milagro es narrado por Juan en apenas dos versos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino sobre lo que sucede después, sobre las discusiones que suscita. También sobre los chismeríos, muchas veces una obra buena, una obra de caridad, suscita chismeríos, discusiones, porque hay algunos que no quieren ver la verdad. El evangelista Juan quiere llamar la tentación sobre esto que sucede también en nuestros días cuando se hace una obra buena.
El ciego sanado es primero interrogado por la multitud sorprendida, vieron el milagro y le preguntan. Después por los doctores de la ley; y estos interrogan también a sus padres. Al final el ciego sanado llega a la fe, y esta es la gracia más gran que le hace Jesús: no solo ver, sino conocerle, que es "la luz del mundo" (Jn, 9,5).
Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario se hunden cada vez más profundamente en la ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús. Hacen de todo para negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre sanado, después niegan la acción de Dios en la sanación, toman como escusa que Dios no cura el sábado; llegan incluso a dudar que el hombre hubiera nacido ciego. Su clausura a la luz se vuelve agresiva y acaba con la expulsión del templo del hombre sanado, expulsado del templo.
El camino del ciego sin embargo es un recorrido a etapas, que comienza del conocimiento del nombre de Jesús. No conoce a otro que Él, de hecho dice: "El hombre que se llama Jesús me puso barro en los ojos". A continuación de las preguntas apremiantes de los doctores, lo considera primero un profeta y después un hombre cerca de Dios. Después que fuera alejado del tempo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le "abre los ojos" por segunda vez, revelándole la propia identidad. "Yo soy el Mesías", le dice. A este punto el que había sido ciego exclama: "¡Creo, Señor! y se postra delante del Señor. Pero esto es un fragmento del Evangelio que hace ver el drama de la ceguera interior de tanta gente, también la nuestra, porque nosotros a veces tenemos momentos de ceguera interior.
Nuestra vida a veces es parecida a la del ciego que se abrió a la luz, a Dios y a su gracia. A veces lamentablemente es un poco como la de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los otros, ¡e incluso al Señor! Hoy, somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos, todos somos cristianos pero todos tenemos comportamientos algunas veces no cristianos. Comportamientos que son pecados, y debemos arrepentirnos de esto. Y eliminar este comportamiento para caminar decididamente sobre la vía de la santidad que tiene su origen en el Bautismo. Y en el Bautismo fuimos "iluminados" para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como "hijos de la luz", con humildad, paciencia y misericordia. Estos doctores de la ley no tenían ni humildad, ni paciencia, ni misericordia.
Yo les sugiero hoy cuando vuelvan a casa tomar el Evangelio de Juan, lean ese pasaje del capítulo 9. Les hará bien porque así verán este camino de la ceguera a la luz, y ese otro camino malo hacia una más profunda ceguera. Y preguntémonos cómo es nuestro corazón, ¿cómo es mi corazón? ¿Cómo es tu corazón? ¿Yo tengo un corazón abierto o un corazón cerrado? ¿Abierto o cerrado hacia Dios? ¿Abierto o cerrado hacia el prójimo? Siempre tenemos en nosotros alguna clausura que nace del pecado, nacida de las equivocaciones, de los errores.
No tengamos miedo, no tengamos miedo. Abrámonos a luz del Señor, Él nos espera siempre, Él nos espera siempre para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No olviden esto. Él nos espera siempre.
A la Virgen María confiamos el camino cuaresma, para que también nosotros, como el ciego curado, con la gracia de Cristo podamos "venir a la luz", renacer a la vida nueva.
A todos les deseo un feliz domingo y un buen almuerzo. ¡Hasta la vista!+
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