Orador principal de la sesión fue el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, quien tras agradecer la invitación del presidente del cuerpo colegiado, la presencia del intendente municipal y “las intervenciones de los señores concejales que, como cada año, en lo religioso son muy sentidas y edificantes”, pronunció un discurso centrado en el tema de la Misericordia.
“Consciente de lo abstracto del tema -expresó el obispo-, quisiera hablar desde el horizonte general de la Pascua del Señor, acontecimiento central de la fe, en la concreción de la Pascua de María, nuestra Patrona, en el misterio de su Asunción al Cielo en cuerpo y alma, de un tema que se impone: el próximo Año de la Misericordia que convocó nuestro papa Francisco”.
Tras una extensa explicación desde el punto de vista teológico de la condescendencia de Dios con el hombre, el obispo de Avellaneda-Lanús dijo que el llamado del Papa al Año de la Misericordia está dirigido a la Iglesia, pero para que ella lo trasmita a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, porque “para reafirmar el sentido de la misión que el Señor le confió el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre, la Iglesia, en estos momentos de grandes cambios de época, quiere ofrecer más intensamente los signos de la presencia y de la cercanía de Dios”.
Misericordia para los perseguidos solo por ser cristianos
En otro momento de su discurso el obispo citó al papa Francisco quien recientemente habló de los dramas que afligen en este momento a miles de fieles: “Resuena todavía en todos nosotros el saludo de Jesús resucitado a sus discípulos la tarde de la Pascua: ¡Paz a ustedes! La paz, sobre todo en estas semanas –decía el Papa- permanece como el deseo de tantos pueblos que sufren la violencia inaudita de la discriminación y de la muerte, solo porque llevan el nombre de cristianos. Nuestra oración se hace todavía más intensa y se vuelve un grito de ayuda al Padre rico en misericordia, para que sostenga la fe de tantos hermanos y hermanas que están en el dolor, mientras pedimos convertir nuestros corazones para pasar de la indiferencia a la compasión”.
“La Iglesia -afirmó monseñor Frassia-, en este momento de grandes cambios epocales, está llamada a ofrecer con más fuerza los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Es el tiempo para la Iglesia de reencontrar el sentido de la misión que el Señor le confió: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre. Estas palabras son para nosotros, en la historia y en el tiempo de Dios. Es por esto que este año santo deberá mantener vivo el deseo de saber aceptar tantos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos están en el sufrimiento, solos o abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y de sentirse amados del Padre. Un año donde nos encontremos con nuestra fragilidad, y con la posibilidad de ser mejores, de tener fuerzas para intentarlo y de mostrar ese camino a nuestros hermanos, un camino que nos saca del egoísmo y nos ayuda a ponernos al servicio del otro”.
La corrupción es un grave pecado que clama al cielo
La palabra de perdón -expresó monseñor Frassia- debe llegar a todos y la llamada a experimentar la misericordia no debe dejar a nadie indiferente, porque el Hijo de Dios combate el pecado, pero nunca rechaza al pecador. Esta misma llamada, dice el papa Francisco llegue también a todas las personas promotoras o cómplices de corrupción. Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza, porque con su prepotencia y avidez, destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. La corrupción es una obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como forma de poder. Si no se la combate abiertamente, tarde o temprano busca cómplices y destruye la existencia”.
“Estos son desafíos constantes para los que nos declaramos creyentes y para aquellos que se entregan a la búsqueda del Bien Común, en especial al mundo de la política: ser creíbles, mejorar y ayudar”, expresó el obispo.
Por último, monseñor Frassia deseó “que el misterio de la Pascua de María nos anime para recibir generosamente esta invitación del Papa”, y con palabras de Francisco agregó: trabajemos para “que este jubileo de la misericordia sea un tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de encontrar a cuantos están en espera de ver y tocar con la mano los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos, ¡a todos!, el camino del perdón y de la reconciliación”.
“Este también es mi deseo para la diócesis de Avellaneda-Lanús. Que todos los que formamos la sociedad y la servimos, nos reconozcamos en las obras de misericordia espirituales y corporales que el Papa quiere que vivamos: dar de comer, dar de beber, vestir, socorrer, visitar, educar….
El obispo de Avellaneda-Lanús finalizó pidiendo a la Virgen de la Asunción “ayuda para sentir y contagiar el espíritu de Misericordia”.+
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