Mons. Castagna: “El hijo pródigo, la parábola del Año de la Misericordia"

Mons. Castagna: “El hijo pródigo, la parábola del Año de la Misericordia"

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, reflexionó sobre el pasaje evangélico del hijo pródigo y consideró que esa es la parábola del Año Jubilar de la Misericordia. “En Cristo, desangrado en la Cruz, se refleja la inmensidad del amor de Dios Padre y la inefable ternura de su corazón. El mensaje evangélico es un llamado insistente y suave, que no cesa de actualizarse a pesar de los ataques que deba soportar, aún de parte de quienes afirman adherirse a Él”, aseguró.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “la necesidad y urgencia de hacer conocer a Cristo impulsa toda la acción pastoral de la Iglesia”, pero aclaró que “su misión e interés no es llenar los templos y organizar eventos multitudinarios sino que Cristo sea conocido de verdad. Porque Él es la salvación del mundo”.

En su reflexión para la homilía dominical, el prelado destacó que “por la predicación, la Palabra despliega su poder redentor, haciendo que el conocimiento de Cristo sea un encuentro y el comienzo de una relación con Dios que cause el perdón y la santidad”.

“En Él se hallan la verdad y el bien. Él es la revelación del Padre Bueno que espera al hijo, sin medir las enormes distancias que actualmente lo alejan de su casa paterna”, graficó al reflexionar sobre el pasaje evangélico del hijo pródigo, al que consideró la parábola del Año Jubilar de la Misericordia.

“En Cristo, desangrado en la Cruz, se refleja la inmensidad del amor de Dios Padre y la inefable ternura de su corazón. El mensaje evangélico es un llamado insistente y suave, que no cesa de actualizarse a pesar de los ataques que deba soportar, aún de parte de quienes afirman adherirse a Él”, concluyó.

Texto de la reflexión

1.- La parábola del Año Jubilar. Esta escena es asombrosa. Corresponde al tema del Año Jubilar que estamos celebrando. Jesús se relaciona con quienes son considerados "pecadores" y, por ello, abiertamente condenados por un grupo, muy minoritario, ciego de sus propios pecados. Su respuesta es la bellísima parábola del Padre bueno o del hijo pródigo. Muchos comentaristas: Padres de la Iglesia, exégetas y maestros espirituales, han desarrollado sus ricas y propias glosas. El marco histórico actual, en plena celebración del Jubileo de la Misericordia, abre una nueva y apasionante perspectiva. El Papa Francisco, al acercarse tanto al hombre contemporáneo, herido y sin rumbo espiritual, ha intuido la necesidad de exponer el verdadero rostro de Dios. Se lo ha deformado o confundido mucho, con el deseo innato de establecer un contacto con Él. La historia es un muestreo impresionante de versiones de divinidades que no son Dios. Aún quienes se dicen ateos se fabrican dioses, sin nombres mitológicos, pero adorados como a tales. Vivir para acumular poder, fortuna y placer constituye una verdadera idolatría. Éste es un mal común. La vida en sociedad hoy está fundada sobre esos inconsistentes intereses. El mensaje evangélico es un llamado explícito a la conversión de los falsos dioses al Dios verdadero.

2.- La humildad del hijo que regresa. Sólo Dios puede cambiar los corazones. Los hombres son responsables de asegurar las condiciones adecuadas con sus esfuerzos éticos, culturales y científicos. A ellos se une su capacidad ordenadora de la vida social, en base al ideario y a las pautas de moralidad que los asistan. La misión de Jesús es revelar al mundo quien es Dios. Lo hace ante los principales de su pueblo, quienes se consideran los maestros, respondiendo, con sus gestos y formas de relacionarse con los demás, a una imagen muy distorsionada del verdadero Dios. A los escribas y fariseos les demuestra que su extraña e intolerante preceptiva no responde al Dios de Abraham y de Moisés. La parábola del Padre bueno muestra un Dios Padre, misericordioso hasta la ternura. Justifica así la búsqueda imparable de los pecadores, para enternecerlos, inspirando su inmediato regreso y la súplica del perdón. Es preciso que todos se consideren identificados con el "hijo" que regresa conmovido a los brazos de su Padre. Para ello será preciso tener la humildad de aquel joven, alejado de su padre, y consciente de ser culpable del estado lamentable en que se encuentra. La decisión de regresar supone esa virtud y la valentía de sacrificar las mezquinas apetencias que, hasta el momento, habían trabado su auténtica libertad. Se requerirá un motivo suficientemente fuerte para decidir un oportuno alto y el correspondiente cambio de rumbo.

3.- El móvil de su difícil regreso. El Padre que lo espera, dispuesto a perdonarlo, es el móvil de su difícil regreso. No es la casa confortable ni el pan en abundancia, es el Padre, cuyo rostro bondadoso conoce y añora, que impulsa ahora su vuelta a casa. El recuerdo del Padre no ha dejado de estar presente en medio de sus desvaríos. Emprende el regreso, avergonzado por causa de sus pecados, y se atreve, recordando la mirada triste y colmada de amor que había observado en su precipitada despedida. El amor de su Padre - el llamado insistente, la paciencia sin límites y la intuición que lo caracteriza - lo aguarda desde el camino que conduce al hogar. Así lo da a entender Jesús al exponer la parábola. Quisiera imaginar ese rostro paterno y dejar que se imprima en mi corazón, hasta que la ternura de su alegría-al-verme me conduzca al arrepentimiento y al perdón. Pero, ¿quién puede mostrar, con exactitud, ese rostro sino Cristo? - el Hijo que lo ha contemplado desde siempre - que, encarnado, lo transparenta para quienes lo buscan: "Todo aquel que me mira ve al Padre". (San Juan) Sólo así se entiende la necesidad que todos los hombres tienen de Cristo, en quien pueden ven el rostro tierno y acogedor de Dios. La evangelización se inicia y perfecciona cuando Cristo, su transparencia conmovedora, es predicado y celebrado por la Iglesia.

4.- Necesidad y urgencia de hacer conocer a Cristo. La necesidad y urgencia de hacer conocer a Cristo impulsa toda la acción pastoral de la Iglesia. Su misión e interés no es llenar los templos y organizar eventos multitudinarios sino que Cristo sea conocido de verdad. Porque Él es la salvación del mundo. Por la predicación, la Palabra despliega su poder redentor, haciendo que el conocimiento de Cristo sea un encuentro y el comienzo de una relación con Dios que cause el perdón y la santidad. En Él se hallan la Verdad y el Bien. Él es la revelación del Padre Bueno que espera al hijo, sin medir las enormes distancias que actualmente lo alejan de su casa paterna. En Cristo, desangrado en la Cruz, se refleja la inmensidad del amor de Dios Padre y la inefable ternura de su Corazón. El mensaje evangélico es un llamado insistente y suave, que no cesa de actualizarse a pesar de los ataques que deba soportar, aún de parte de quienes afirman adherirse a él.+

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