Los chicos estuvieron acompañados por sus padres, por los médicos que los tratan, por la presidenta del Hospital, Mariella Enoc y por el director de la RAI, Antonio Campo Dall’Orto.
Después de tomarse las fotografías de ocasión, los jóvenes le entregaron una tarjeta en la que escribieron: “Querido Francisco, gracias de habernos recibido, estamos contentos de estar aquí porque nos infundes esperanza y ánimo para el mañana. ¡Te queremos mucho, gracias!, los jóvenes del ‘Bambino Gesú‘”.
El Santo Padre lo leyó y les agradeció, por el libro y por la dedicatoria. Hay tantas historias y cada uno de ustedes tiene una historia. No solamente los niños enfermos sino también los médicos, los enfermeros, los visitantes, las familias…!
El pontífice recordando una visita anterior en la que le presentaron uno a uno a los jóvenes, señaló dos aspectos que le sorprendieron: “Percibí que más que un hospital esto es una familia” y que “era más importante el nombre de la persona que su enfermedad, que se mencionaba al final, como un accidente, como algo secundario”.
Señaló también que instantes antes, la joven que habló se sentía un poco avergonzada y la directora como una mamá se le acercó y le dijo ‘ven’, dándole ánimo. “Y esta es la belleza de una familia, esto es bello”, dijo.
Reconoció entretanto que “entrar en un hospital provoca siempre miedo, me doy cuenta cuando me acerco a algunos pequeños, que al verme de blanco piensan que soy un médico que los vacuna y se ponen a llorar, pero cuando sienten dos caricias se tranquilizan”.
Y si bien indicó que la función del hospital es curar a la gente, “existe el peligro de olvidar la medicina más importante que solamente una familia puede dar: ¡las caricias!”, que “es una medicina muy costosa porque para tenerla hay que esforzarse y poner el corazón y todo el amor”.
Así el hospital se vuelve una familia y un testimonio humano. “Es un hospital católico para ser católico antes hay que ser humano, y ustedes dan testimonio humano, hoy”, concluyó.+
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