Con una multitudinaria procesión encabezada por el Santísimo Sacramento e imágenes de Jesús Misericordioso, los fieles se dirigieron desde la maternidad hasta la plaza Independencia, donde el arzobispo presidió la Eucaristía.
Como se trata de una fiesta en la que se pueden obtener indulgencias, se colocaron confesionarios en la plaza y veinte sacerdotes administraron el sacramento de la Confesión. La organización estuvo a cargo del grupo de Apóstoles de la Divina Misericordia de Tucumán, cuyo asesor es el presbítero Luis Brandán.
Monseñor Zecca consideró “muy importante que hagamos crecer esta devoción porque es acercarnos a la Misericordia de Dios. Es comprender que esa misericordia es la que nos ha salvado y que el Señor quiere seguir cargando sobre sus hombros nuestros pecados. Siempre nos está esperando para recibir todos nuestros pecados, para perdonarnos, para acompañarnos”.
“Jesús está en un mundo donde hay mucha orfandad, hay mucha gente que se siente desamparada, sola, desorientada. Saber que tienen en Jesucristo su refugio, alguien que los acompaña en la vida, que los comprende, que los perdona, que se hace cargo de sus dolores es sumamente importante”, aseguró el prelado.
La fiesta de la Divina Misericordia se celebró también en otros lugares: por la mañana, monseñor Zecca presidió la misa en el santuario de la Divina Misericordia ubicado en el Hogar San Agustín, de los padres Rogacionistas, en El Corte, Yerba Buena, con una amplia participación.
“San Juan Pablo II ha tenido una intuición profética al promover esta revelación que tuvo Santa Faustina y haber promovido esta fiesta. Quiera Dios que esto vaya creciendo cada día más” deseó el arzobispo de Tucumán.
El presbítero Marcelo Barrionuevo, párroco de la Iglesia Catedral, por su parte, se refirió al compromiso de los católicos tucumanos, y aseguró que es una demostración de que Tucumán es un lugar de fe y acción: “Es una comunidad eclesial que siempre responde al llamado de la Iglesia y sus pastores, los obispos y sacerdotes”, concluyó. +
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