El Papa a los religiosos egipcios: Siete tentaciones de la vida consagrada y cómo derrotarlas
Luego de un momento de oración, el papa Francisco les dirigió un discurso en el que les pidió a los religiosos -en medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y de condena, de tantas voces negativas y desesperadas- que “sean la luz y la sal de esta sociedad, la locomotora que empuja el tren hacia adelante, llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y artífices de diálogo y de concordia”.
El Papa afirmó que esto es posible si la persona consagrada “no cede a las tentaciones que encuentra cada día en su camino”, por lo que detalló siete tipos de tentaciones en la vida religiosa y explicó cómo derrotarlas:
Primero, la tentación de dejarse arrastrar y no guiar. “El Buen Pastor tiene el deber de guiar a su grey, de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua. Está siempre lleno de iniciativas y creatividad, como una fuente que sigue brotando incluso cuando está seca”, dijo Francisco. “Sabe dar siempre una caricia de consuelo, aun cuando su corazón está roto. Saber ser padre cuando los hijos lo tratan con gratitud, pero sobre todo cuando no son agradecidos”, pidió.
En segundo lugar, la tentación de quejarse continuamente. “Es fácil culpar siempre a los demás: por las carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas posibilidades. Sin embargo, el consagrado es aquel que con la unción del Espíritu transforma cada obstáculo en una oportunidad, y no cada dificultad en una excusa”, aseveró.
Tercero, el Papa señaló “la tentación de la murmuración y de la envidia”. El peligro es grave cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en uno que hiere a los demás con la murmuración. Cuando, en lugar de esforzarse en crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. “La envidia es un cáncer que destruye en poco tiempo cualquier organismo: ‘Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir’”, recordó Francisco.
“Compararse con los demás”, como la cuarta tentación. “La riqueza se encuentra en la diversidad y en la unicidad de cada uno de nosotros”, aseguró el Sumo Pontífice e invitó a aprender de los santos Pedro y Pablo a vivir la diversidad de caracteres, carismas y opiniones en la escucha y docilidad al Espíritu Santo”. Quinto, la tentación del “faraonismo”, es decir, “de endurecer el corazón y cerrarlo al Señor y a los demás”. El papa Francisco señaló que “el antídoto a este veneno es: ‘Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’”.
En sexto lugar, el Papa denunció “la tentación del individualismo”. Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican. “La Iglesia es la comunidad de los fieles, el cuerpo de Cristo, donde la salvación de un miembro está vinculada a la santidad de todos. El individualista es, en cambio, motivo de escándalo y de conflicto”, aseveró Francisco.
Por último, el Santo Padre describió la tentación de caminar sin rumbo y sin meta. “El consagrado pierde su identidad y acaba por no ser ‘ni carne ni pescado’ –señaló- vive con el corazón dividido entre Dios y la mundanidad. En realidad, el consagrado, si no tiene una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los dispersa”.
“Queridos consagrados, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús”, expresó Francisco a los religiosos presentes. “Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos. Así el consagrado conservará la maravilla, la pasión del primer encuentro, la atracción y la gratitud en su vida con Dios y en su misión. La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual”, concluyó.
Texto completo del discurso del papa Francisco en el seminario Al-Maadi.
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