En este sentido, el pontífice explicó que si se entiende esto, “se comprende que la santidad es una meta que no se puede alcanzar solo con las propias fuerzas, sino que es fruto de la gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a ella”.
Antes de rezar el Ángelus, Francisco también aseguró que “todos estamos llamados a la santidad” y que ésta es “un don y una llamada”.
“Es don porque es algo ‘que no podemos comprar ni intercambiar’ sino ‘acoger’, participando así en la misma vida divina a través del Espíritu Santo que vive en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Esto significa ser cada vez más conscientes de que estamos injertados en Cristo, cómo la rama está unida a la vid, y por lo tanto podemos y debemos vivir con Él y en Él como hijos de Dios”, precisó.
El Papa detalló que la santidad, además de ser un don, “también es una vocación común de los discípulos de Cristo” y sostuvo: “Es el camino de plenitud que cada cristiano está llamado a seguir en la fe, avanzando hacia la meta final: la comunión definitiva con Dios en la vida eterna”.
En este sentido, el Santo Padre puntualizó que la santidad es, por tanto, “una respuesta al Don de Dios” y se manifiesta “como una asunción de responsabilidad”, por ello es importante que todos asumamos un compromiso serio y diario de santificación “tratando de vivir todo con amor y con caridad”.
Francisco también explicó que los santos que celebramos hoy “son hermanos y hermanas que han admitido en sus vidas que necesitan esta luz divina, abandonándose a ella con confianza y ahora, ante el trono de Dios, cantan su gloria eternamente”.
Además, “mirando sus vidas estamos estimulados a imitarlos’ pues entre ellos “hay muchos testigos de una santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”.
En sus palabras finales, el Papa señaló que al recordar a los santos levantamos la mirada al cielo “no para olvidar las realidades de la tierra, sino para enfrentarlas con más coraje y esperanza”.+
Publicar un comentario