Mons. Giorgi y Mons. Giobando, nuevos obispos auxiliares porteños

Mons. Giorgi y Mons. Giobando, nuevos obispos auxiliares porteños


En una solemne Eucaristía celebrada en la catedral metropolitana el sábado 3 de mayo, en la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago, monseñor Alejandro Giorgi y monseñor Ernesto Giobando SJ fueron consagrados obispos auxiliares de Buenos Aires por el arzobispo metropolitano, cardenal Mario Aurelio Poli, quien los designó, asimismo, vicarios episcopales de Belgrano y Flores, respectivamente.

Además del purpurado porteño, que actuó como consagrante principal, fueron coconsagrantes monseñor Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora; monseñor César Daniel Fernández, obispo de Jujuy; monseñor Hugo Salaberry SJ, obispo de Azul, y monseñor Fernando Carlos Maletti, obispo de Merlo-Moreno. El obispo auxiliar emérito de Buenos Aires, monseñor Horacio Benites Astoul, que había sido anunciado como coconsagrante, no pudo asistir debido a problemas de salud.


La ordenación de los obispos auxiliares fue acompañada por 36 obispos, más de 300 sacerdotes pertenecientes al clero porteño y a la Compañía de Jesús, entre otras órdenes y congregaciones, 60 seminaristas porteños y decenas de fieles que abarrotaron la catedral metropolitana.


Luego de la proclamación del Evangelio, el cardenal Poli reflexionó sobre el ministerio episcopal. Explicó que el obispo "se hace presente el mismo Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Los obispos presentes agregaremos a estos hermanos a nuestro orden episcopal".


El purpurado porteño comentó un texto del libro del profeta Ezequiel, que menciona al Señor como un pastor empeñado en el cuidado de las 100 ovejas.


"Queridos hermanos Ernesto y Alejandro: serán ordenados pastores para conducir al rebaño en nombre del Buen Pastor, y así cumplir el arte de las artes, ejerciendo en esta apasionante, mítica y cosmopolita ciudad de los Buenos Aires", les expresó.


"Pastoral no es otra cosa que el ejercicio maternal de la tarea de la Iglesia -recordó el arzobispo-. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano. Se requiere una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin ella, poco se puede hacer para insertarse en un mundo de heridos que necesitan comprensión, perdón y amor".


"Llegan al episcopado en el tiempo de la misericordia -observó-, en tiempo de misión permanente, en el que los obispos nos sentimos comprometidos con todo el Pueblo de Dios para que nuestra arquidiócesis muestre un rostro de una Iglesia en salida. El obispo debe conducir, que no es lo mismo que 'mandonear'. Debemos ser pastores, padres y hermanos, con mucha mansedumbre, pacientes y misericordiosos; hombres que amen la pobreza, sea interior o exterior; siendo hombres que no tengan psicología de príncipes y que no sean ansiosos; que sean capaces de estar velando en oración por el rebaño. Sobre todo, deberán ser hombres capaces de cuidar de la esperanza del pueblo".


El cardenal Poli indicó que el sitio del obispo debe ser triple: adelante para guiar en el camino, en el medio para mantener la unidad y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguna oveja se quede rezagada, siendo conscientes que el rebaño "posee olfato propio para encontrar nuevos caminos".


Tras la imposición de las manos, la oración consagratoria y la recepción de los símbolos episcopales, los prelados pasaron a concelebrar junto con los obispos consagrantes y los demás ministros presentes.


Palabras de Mons. Giorgi


Antes de concluir la celebración, el flamante prelado agradeció a cuantos colaboraron con la organización, particularmente en la persona del vicerrector del seminario arquidiocesano, presbítero César Torres. Dedicó palabras a los sacerdotes, religiosas y laicos que lo acompañaron en su formación como estudiante, seminarista, diácono y presbítero. "Son rostros concretos que siempre fueron luces en el camino de mi vida", aseguró.

Visiblemente emocionado, recordó a cuantos pasaron por el seminario metropolitano de Buenos Aires, al que dedicó 22 años de su ministerio sacerdotal. Confesó que en su breviario lleva un listado de las personas a las que debió conducir en la etapa de formación, y pidió perdón a aquellos a quienes no pudo o no supo acompañar.


"Me siento llamado, en esta nueva misión, a ser un paráclito, con la debida distancia. Es decir, estar al lado de todos ustedes, siendo un sencillo auxiliar tuyo, querido Mario. Sé que María Auxiliadora me seguirá dando todo lo que deba repartir".


"Ustedes saben que este ministerio me configura con la Cabeza de Cristo. Pero esta Cabeza está cercana a los pies de sus discípulos. Cristo Cabeza ha querido bajar a esa altura para besar esos pies luego de lavarlos. Pídanle a Jesús que pueda permanecer a esa altura; pídanle a María que pueda seguir esos pasos, y pídanle a mi querido san José que pueda imitarlo en su silencio, en su trabajo y en su generosidad", concluyó.


Palabras de Mons. Giobando


El obispo jesuita consideró que una de las condiciones necesarias para ser sucesor de los apóstoles es que uno sea testigo de la verdad de la resurrección de Jesús. "¡Quiero confesar mi fe! ¡Jesús ha resucitado!", manifestó.

Monseñor Giobando aseguró que la fe es un regalo y una tarea. Recordó a sus padrinos de bautismo, a su familia. Se reconoció como "un pecador" del que Jesús tuvo compasión, y a través de la Virgen de los Milagros en Santa Fe, su ciudad natal, recibió el llamado a la Compañía de Jesús.


El prelado recordó que desde su tiempo en la parroquia Patriarca San José, de San Miguel, en donde trabó relación con el entonces padre Jorge Bergoglio, reconoció que el Pueblo de Dios ungía su corazón con cada alegría, sorpresa o sufrimiento, y le invitaban a ser sacerdote.


"Comienzo hoy a servir como obispo auxiliar de Buenos Aires. Deseo ayudar al cardenal Mario en la tarea de consolar al Pueblo de Dios, junto con los sacerdotes. Quiero decirle a los curas de Buenos Aires que aquí estoy. Y a todos, sepan que cada uno de ustedes tiene un lugar en mi corazón de padre y pastor", manifestó.


Haciendo una comparación entre el cruce del Río de la Plata, para abandonar Montevideo, su último destino pastoral antes de su designación, y la misión de sucesor de los apóstoles, el prelado ofreció una imagen de cómo ve su ministerio episcopal: "Pedro me invita a sumarme a la barca, no para un viaje de placer ni instalarme en un despacho. Llego para ir con el óleo de la alegría y del Espíritu Santo. Y en este tiempo de nuestra Patria y del mundo, digo Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".


¿Quiénes son los nuevos obispos auxiliares?


Monseñor Ernesto Giobando fue ordenado sacerdote el 17 de noviembre de 1990 en el Colegio Máximo, por monseñor José Manuel Lorenzo, obispo de San Miguel, e hizo sus votos como profeso en la Compañía de Jesús el 9 de mayo de 2000, en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, siendo ya sacerdote. Hasta su reciente designación por el papa Francisco, dirigía la Casa Sagrada Familia de la Compañía de Jesús en Montevideo, Con su consagración, suman cinco los obispos jesuitas en la historia del episcopado argentino.

Monseñor Alejandro Giorgi fue ordenado sacerdote el 17 de noviembre de 1990 por el entonces arzobispo de Buenos Aires, monseñor Antonio Quarracino (aún no era cardenal). Desde 1991 ejerció su ministerio sacerdotal como vicario parroquial de San Pedro Apóstol, en el barrio porteño de Monte Castro, vicaría de Villa Devoto. A partir de 1992 cumplió diversas funciones en el ámbito del Seminario Metropolitano, como prefecto en 1992, vicerrector en 1999, y rector desde 2007 hasta el presente. Durante varios años fue responsable de la Comisión Arquidiocesana para la Pastoral Vocacional. En 2010 fue elegido para integrar el Colegio de Consultores y desde 2011 era miembro y secretario del Consejo Presbiteral de la arquidiócesis.+



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