Mons. Buenanueva: oración y zapatos gastados, la sustancia del cura
El prelado recordó a los párrocos de su vida y, aunque no los nombró por “cierto pudor”, afirmó que detuvo la redacción de esta reflexión para “rememorarlos y dar gracias. Por los que ya han cumplido la Pascua y los que aún batallan la evangelización, aunque más no sea con el Rosario en las manos”.
“Pienso en la alegre (y, por momentos, atolondrada) pasión de los más jóvenes. En la serena mirada de los que han recorrido ya un buen trecho de camino, acallando ansiedades y, traspasados por la Pascua, aprendiendo a mirar más lejos”, indicó y agregó: “Pienso en los que tomaron otro rumbo. Siempre regando con lágrimas una dolorosa decisión. Lágrimas propias y las de la madre Iglesia (el obispo, los otros curas, los amigos, los fieles). Pienso –y me consuelo- que Dios es siempre más grande y conoce y comprende cada corazón”.
El obispo reconoció que “la figura histórica del sacerdote católico viene experimentando una fuerte transformación que ha sacudido todo, sin dejar parcela de la vida sin revisar o, al menos, poner a disposición del cambio, de una sincera conversión”.
“Es un evangélico título de gloria de los presbíteros de hoy, porque lleva la marca de quienes buscan ser fieles a Jesús y a su Iglesia que, en el Concilio, ha hecho esta invitación a salir y ponerse en camino. Nada extraordinario si miramos los dos milenios del cristianismo. De tanto en tanto, el Espíritu vuelve a sacudir el cuerpo de la Iglesia, despertando energías y derribando muros”, subrayó.
Monseñor Buenanueva aclaró que “se trata de transformaciones que pasan por la existencia irrepetible de hombres concretos de carne y hueso. La sustancia permanente del ministerio apostólico (don del Espíritu, Palabra y Sacramento, caridad y servicio a la comunión) no puede ser vivida ni poseída sino en la espesura del tiempo y del espacio. Aquí y ahora. Luz y oscuridad. Y eso duele”.
“El sacerdocio católico está cumpliendo una Pascua, un parto. Pasión, muerte y resurrección, dramáticamente vividas, sufridas y celebradas, no en la serenidad y compostura del rito litúrgico, sino en la incertidumbre y el gozo de quien va caminando con el rostro expuesto al aire y al sol”, sostuvo y añadió: “Pero es eso: Pascua. A una vida tocada por Jesús y su Evangelio esa certeza o esa intuición, le basta para sostener el camino, no obstante todas las flaquezas y miserias humanas. Como Abraham, a nosotros también nos sostiene una Promesa”.
El prelado destacó, sin embargo, que “estos son también días de misericordia. En el horizonte, el año santo convocado por nuestro Francisco, también con sus zapatos gastados”.
Como en tiempos del Santo Cura de Ars o del Beato Brochero, somos invitados a redescubrir lo único necesario, lo esencial, tanto del Evangelio como del sacerdocio. La cosecha sigue siendo inmensa y los obreros escasos. Por eso, oración y zapatos gastados al pie de la cama. Dándole gracias a Dios por la vida, las personas y el ministerio de nuestros curas, pidámosle al Señor que nos dé a todos los pastores el celo inquieto de San Juan María y el Beato José Gabriel. Usemos zapatos, zapatilla o descalzos. Pero siempre en camino. Siempre y hacia dónde El quiera llevarnos”, concluyó.+
Texto completo
This entry passed through the Full-Text RSS service - if this is your content and you're reading it on someone else's site, please read the FAQ at fivefilters.org/content-only/faq.php#publishers.
Publicar un comentario