Francisco repasó su viaje a Tierra Santa y pidió rezar por la paz

El papa Francisco retomó este miércoles las audiencias generales luego de su peregrinación a Tierra Santa y resumió a los presentes los objetivos de su viaje apostólico a los Lugares Santos. El Santo Padre agradeció la atención recibida y pidió a los cristianos rezar por la paz en Medio Oriente y la fortaleza de los cristianos.

Francisco agradeció a las autoridades de Jordania, Israel y Palestina, y también elogió la hospitalidad de a los franciscanos y el trabajo que allí hacen custodiando los Santos Lugares. Recordó el encuentro ecuménico con el Patriarca Bartolomé I, expresó su preocupación por la división entre cristianos y pidió perdón por cuanto la Iglesia ha contribuido a esta división.


El obispo de Roma recordó que el encuentro del papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras en Jerusalén, hace 50 años, fue "un gesto profético" que puso la piedra angular en el camino "sufrido pero prometedor" de la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha dado "pasos importantes".


Francisco también hizo un mea culpa de las faltas en las que la Iglesia católica pudiera haber incurrido en el camino hacia la unidad cristiana: "Como hicieron los papas anteriores, pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y le pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que hemos causado a nuestros hermanos".


El pontífice recordó que otra finalidad del viaje fue "animar el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo don de Dios y empeño de los hombres". Asimismo, reconfirmó la presencia del presidente de Israel, Shimon Peres, y del presidente de Palestina, Mahmud Abbas, para rezar en el Vaticano en los primeros días de junio.


El Santo Padre, finalmente, recordó que su viaje fue ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas y expresar la gratitud de la Iglesia por su presencia en Oriente Medio: "Estos hermanos nuestros son valientes testigos de la esperanza y caridad, 'sal y luz' en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con su preciosa actividad educativa y asistencial, ellos trabajan por la reconciliación y el perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad".


En los saludos en diversas lenguas después de la catequesis, el Santo Padre agradeció las oraciones de cuantos lo acompañaron en su peregrinación apostólica. También se dirigió en inglés a los miembros de la Comisión Católica Internacional para las Migraciones, reunidos estos días en sesión plenaria, y manifestó la esperanza de que su "compromiso solidario contribuya a ayudar a tantos hermanos necesitados".


El obispo de Roma igualmente agradeció a los peregrinos de lengua árabe, sobre todo a los procedentes de Jordania y Tierra Santa, la recepción afectuosa y generosa que sus países le tributaron estos días y les aseguró que los lleva siempre en su corazón y en sus oraciones, en las que pide al Señor "un bien abundante, una prosperidad continua y una paz duradera" para ellos.


Reflexión del Papa


Queridos hermanos y hermanas, en los días pasados, como saben, he realizado una peregrinación a Tierra Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le agradezco a Dios. Él me ha guiado en aquella tierra bendita que ha visto la presencia histórica de Jesús, y donde se verificaron hechos fundamentales para el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Deseo renovar mi cordial reconocimiento a Su Beatitud el patriarca Fouad Tual, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes, a los franciscanos de la Custodia del Tierra Santa. Estos franciscanos son buenos, su trabajo es realmente bueno y todo lo que hacen.

Mi pensamiento agradecido va también a las autoridades jordanas, israelíes y palestinas, que me acogieron con tanta cortesía. Y añado, también con amistad, como a todos los que han cooperado para la realización de la visita.


La finalidad principal de esta peregrinación fue conmemorar el 50º aniversario del histórico encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras. Fue la primera vez que un sucesor de Pedro visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así, durante el Concilio Vaticano II, los viajes de los papas fuera de Italia, en la época contemporánea.


Aquel gesto profético del obispo de Roma y del patriarca de Constantinopla ha puesto una piedra angular en el camino, sufrido pero prometedor, de la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha cumplido pasos importantes. Por lo tanto mi encuentro con Bartolomé, amado hermano en Cristo, ha sido el momento culminante de la visita. Juntos hemos rezado ante el sepulcro de Jesús, y con nosotros estaban el patriarca griego-ortodoxo de Jerusalén Theophilos III, y el patriarca armenio apostólico Nourhan, además de arzobispos y obispos de diversas Iglesias y comunidades, autoridades civiles y muchos fieles.


En aquel lugar en donde resonó el anuncio de la Resurrección, hemos visto toda la amargura y el sufrimiento de las divisiones que todavía existen entre los discípulos de Cristo. Y verdaderamente ésto hace tanto mal, estamos todavía divididos, en esos lugares en donde resonó la voz de la Resurrección, en donde Jesús nos dio la vida, estamos todavía un poco divididos.


Pero sobre todo, en aquella celebración cargada de recíproca fraternidad, de estima y de afecto, hemos sentido fuerte la voz del Buen Pastor Resucitado, que quiere hacer de todas su ovejas un solo rebaño. Hemos sentido el deseo de sanar las heridas todavía abiertas y seguir de forma tenaz el camino hacia la plena comunión.


Nuevamente, como hicieron los papas anteriores, yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y le pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que hemos causado a nuestros hermanos, todos somos hermanos en Cristo y con el patriarca Bartolomé somos amigos y hermanos, y hemos compartido la gana de caminar juntos, hacer todo lo que juntos podemos hacer: rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación y como hermanos tenemos que ir adelante.


Otra finalidad de esta peregrinación ha sido animar en aquella región el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo don de Dios y empeño de los hombres. Lo he hecho en Jordania, Palestina e Israel. Y lo he hecho siempre en cuanto peregrino, en el nombre de Dios y del hombre, llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra que desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y tienen el derecho de conocer finalmente días de paz.


Por este motivo he exhortado a los fieles cristianos a dejarse 'ungir' con corazón abierto y dócil, por el Espíritu Santo, para ser siempre más capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. Humildad, hermandad, reconciliación...


El Espíritu permite asumir estas actitudes en la vida cotidiana, con personas de diversas culturas y religiones, y así volverse 'artesanos' de la paz. La paz se contruye artesanalmente, no hay industrias de paz, se hace cada día, artesanalmente y con el corazón abierto para que venga el don de Dios. Por ello he exhortado a los cristianos de dejarse ungir.


En Jordania he agradecido a las autoridades y al pueblo por su empeño, al acoger numerosos prófugos provenientes desde las zonas de guerra, que merecen y necesitan el apoyo constante de la comunidad internacional. He quedado impresionado por la generosidad del pueblo jordano al acoger a los prófugos. Tantos que huyen de la guerra en esa zona. Y que el Señor bendiga a este pueblo acogedor. Y tenemos que rezar para que el Señor bendiga a este pueblo, en este trabajo de acogida que realiza.


Durante la peregrinación también en otros lugares he animado a las debidas autoridades para que sigan en sus esfuerzos para relajar las tensiones en el área de Oriente Medio, especialmente en la martirizada Siria, como seguir buscando una solución equitativa al conflicto palestino-israelí.


Por esto he invitado al presidente de Israel y al presidente de Palestina, ambos hombres de paz y artífices de paz, para que vengan al Vaticano a rezar juntos conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen solos, recen mucho para que el Señor nos dé la paz en aquella tierra bendita. Cuento con estas oraciones, recen mucho para que llegue la paz.


Esta peregrinación en Tierra Santa ha sido también la ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresar la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en esta zona y en todo Oriente Medio. Estos hermanos nuestros son valientes testigos de la esperanza y caridad, 'sal y luz' en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con su preciosa actividad educativa y asistencial, ellos trabajan por la reconciliación y el perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad.


Con esta peregrinación que ha sido una verdadera gracia del Señor, he querido llevar una palabra de esperanza, si bien al mismo tiempo la he recibido. La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan 'contra toda esperanza', a través de tantos sufrimientos, como las de quien se escapó del propio país debido a los conflictos. Como la de aquellos que en diversas partes del mundo sufren discriminación y desprecio por causa de su fe en Cristo.


Sigamos estando cerca de ellos. Recemos por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo el Medio Oriente. La oración de toda la Iglesia sea de apoyo también del camino hacia la plena unidad entre los cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo vino a vivir en medio de nosotros.


E invito a todos a que recemos juntos, a la Virgen, Reina de la paz, Reina de la unidad, la mamá de todos los cristianos, que Ella nos dé la paz en todo el mundo y que nos acompañe en este camino de unidad.


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