Las tres jornadas estuvieron dedicadas al medio ambiente con la mirada puesta en la encíclica Laudato si’, del papa Francisco, y abordaron problemas comunes de estos países y acciones para la preservación de la “casa común". Y finalizaron con una misa en la basílica de Itatí presidida por monseñor Julio Bonino, obispo de Tacuarembó (Uruguay).
Participaron representantes de las diócesis argentinas de Corrientes, Resistencia, Formosa, Goya, Santo Tomé, Oberá, Concordia y Gualecuaychú; de las uruguayas de Salto y Tacuarembó; de las paraguayas de Asunción, Encarnación y Ciudad del Este. Mientras que Brasil estuvo representado por las diócesis de Pelotas, Chapecó, Santo Ângelo y Bagé, que fue elegida sede del próximo encuentro que se realizará en mayo de 2017.
Disertaron sobre problemáticas ambientales y las acciones que se realizan en las diócesis Silvia Alonso (licenciada en Gestión de Políticas Públicas de la UNTreF, con Posgrado en Derecho Ambiental, Especialista en Salud y Ambiente); fray Sergio Goergen OFM, quien acompañó diversos movimientos sociales en Brasil, entre ellos, Movimento dos Pequenos Agricultores (MPA) y el MST. Habló también monseñor Julio Bonino, obispo de Tacuarembó.
Además, se trabajó con un material enviado especialmente por Pablo Canziani, licenciado y doctor en Ciencias Físicas de la Universidad de Buenos Aires; especialista en dinámica de la atmósfera y climatología, su actividad en el campo de la investigación se ha centrado en el estudio de la capa de ozono austral y su relación con los procesos climáticos.
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, presidió la misa de apertura, en la que destacó que “hoy es pacífico el intercambio en este vecindario, pero lamentablemente las vías que entrelazan ambas orillas a lo largo de este majestuoso río, están surcadas por gente inescrupulosa que comercializa la muerte con la trata de personas y la droga, lo cual provoca mucho sufrimiento, degradación y desprecio del prójimo”.
"En medio de esta realidad tenebrosa y devastadora, también celebramos la vida en el bellísimo 'encuentro de las aguas' cada 16 de julio, entre las imágenes de la Virgen de Itatí y la de Caácupé. Entre otros puntos en común", dijo, y aseguró que es allí cuando "los vecinos nos reconocemos hermanos, sentimos por un momento que la frontera se diluye y se descorre el velo, revelándonos la verdadera identidad de nuestra condición humana: una sola familia con la hermosa tarea de cuidarnos unos a otros y hacernos cargo juntos de nuestra casa común”.
En relación al tema del encuentro, monseñor Stanovnik manifestó que “leemos que todo está conectado y que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio ambiental. Por eso está bien que además de reflexionar juntos sobre las dimensiones humanas y sociales de la ecología integral, hayamos añadido la dimensión pastoral, que es la que nos compete específicamente”.
“La dimensión pastoral, como aportación a la reflexión sobre el cuidado de la casa común, y como opción por la calidad de las acciones que debemos emprender para hacer efectivo ese cuidado, es una contribución necesaria que nos corresponde dar a los creyentes. La mirada evangélica sobre la realidad tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, de sentir y de vivir”, concluyó.
Hay una sola crisis ambiental y social
Los participantes firmaron un mensaje final, en el que destacaron la necesidad de estos espacios de encuentro para que los vecinos puedan “reflexionar y compartir sobre los distintos aspectos de una ecología integral que incorpore las dimensiones humanas, sociales y pastorales para nuestra región y la vida de nuestros pueblos”.
“Ante la falta de una toma de conciencia colectiva y la preocupación por la progresiva degradación y amenaza de nuestro planeta y del ser humano, como parte integral del ecosistema planetario, asumimos la complejidad de la situación que nos involucra a todos”, subrayaron.
“Interpelados y alentados por el encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la Casa Común, reafirmamos que todo está conectado y que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”, agregaron.
Los referentes de los cuatro países dijeron que “además de reflexionar sobre las dimensiones humanas y sociales de la ecología integral”, asumieron “el urgente desafío de la dimensión pastoral que nos compete específicamente”.
“Para que esa dimensión pastoral tenga una proyección testimonial y profética, tenemos que estar dispuestos todos a cambiar modos de pensar y hábitos muy arraigados, que nos hacen cómplices del maltrato al ambiente que nos rodea (a modo de ejemplo: mega proyectos de producción, sobreexplotación del Acuífero Guaraní, planes nucleares, proyectos de fracking, de minería metalífera a cielo abierto, de mega represas y otros), y también al propio cuerpo y al cuerpo de nuestros hermanos y hermanas, sobre todo de los más pobres y desheredados de bienes y derechos fundamentales”, aseveraron.
Texto del mensaje final
“Los vecinos se encuentran para reflexionar y compartir sobre los distintos aspectos de una ecología integral que incorpore las dimensiones humanas, sociales y pastorales para nuestra región y la vida de nuestros pueblos. (cf. LS 137)”.
Agradecidos a Dios porque convocados como pueblo de hijos y de hermanos en Jesús, hemos concluido nuestro encuentro anual de vecinos de frontera. Nos hemos reunido en Paso de la Patria, a orillas del Paraná, lugar donde se dio uno de los primeros encuentros entre el hombre europeo y los pobladores originarios de estas costas. Lugar de encuentro pacífico, fraterno y hospitalario, expresión de la forma sencilla en que ellos vivían y la veneración que profesaban hacia la naturaleza y la madre tierra. Así, los vecinos nos reconocemos hermanos, sentimos por un momento que la frontera se diluye y se descorre el velo, revelando la verdadera identidad de nuestra condición humana: una sola familia con la hermosa tarea de cuidarnos unos a otros y hacernos cargo juntos de nuestra “Casa Común”.
Ante la falta de una toma de conciencia colectiva y la preocupación por la progresiva degradación y amenaza de nuestro planeta y del ser humano, como parte integral del ecosistema planetario, asumimos la complejidad de la situación que nos involucra a todos. Interpelados y alentados por el Encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la Casa Común, reafirmamos que todo está conectado y que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Por cuanto, está bien que además de reflexionar sobre las dimensiones humanas y sociales de la ecología integral, asumamos también el urgente desafío de la dimensión pastoral que nos compete específicamente.
La dimensión pastoral, iluminada desde la fe en la Palabra de Dios y la tradición cristiana, como aportación a la reflexión sobre el cuidado de la Casa Común, y como opción de la calidad de las acciones que debemos emprender para hacer efectivo ese cuidado, es una contribución necesaria que nos corresponde dar a los creyentes. La “piedra de toque y la llave de oro” de la ecología de Jesús es la bienaventuranza de la mansedumbre: Bienaventurados los mansos porque tendrán acceso a la tierra (Mt 5,4). “Ñandejára ñe’e guive jareko peteĩ tekove ha jahechakūa’a oñondivepa”. Ésta mirada de Jesús y su Evangelio sobre la realidad, tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, de sentir, de vivir y de actuar (austeridad y responsabilidad de consumo, trabajo mancomunado en redes, criterios para la decodificación de los mensajes publicitarios, una participación proactiva, una mayor conciencia ciudadana). “Porque no será posible comprometerse en cosas grandes solo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria” (LS 216).
Para que esa dimensión pastoral tenga una proyección testimonial y profética, tenemos que estar dispuestos todos a cambiar modos de pensar y hábitos muy arraigados, que nos hacen cómplices del maltrato al ambiente que nos rodea (a modo de ejemplo: mega proyectos de producción, sobre-explotación del Acuífero Guaraní, planes nucleares, proyectos de fracking, de minería metalífera a cielo abierto, de mega represas y otros), y también al propio cuerpo y al cuerpo de nuestros hermanos y hermanas, sobre todo de los más pobres y desheredados de bienes y derechos fundamentales. Nos hace falta –advierte el papa Francisco– “una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de nuestro encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea” (LS 217). Lo cual demanda una “sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro” (LS 218).
Afortunadamente, esa transformación es posible porque, como afirma San Pablo, “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha marcado con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria” (Cf. Ef 1, 3-14). Valoramos las distintas iniciativas y experiencias de cada lugar que nos abren a la esperanza que es posible un cambio. Eso lo celebramos gozosos porque contemplamos que se va haciendo realidad en la historia, y a la vez misión, en la que estamos embarcados nosotros. Donde el hombre es parte integral de la naturaleza, tiene la responsabilidad de interactuar con ella como hombre y de usarla sin perder de vista la dignidad humana ni la dignidad de la naturaleza.
Encomendamos nuestra región y la vida de nuestros pueblos, a las manos de María nuestra Madre. Que ella nos enseñe a ser discípulos misioneros de su Hijo Jesús para quienes las fronteras geográficas construidas por los hombres, son una tarea urgente para convertirlas en vías de intercambio solidario, en puentes de amistad y con el compromiso firme de buscar juntos los modos más fraternos, más justos y eficaces de cuidar nuestra Casa Común.+
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