Mons. Buenanueva llamó a ser “casa y escuela” de esperanza para todos
La Eucaristía fue concelebrada por el obispo emérito de San Justo, monseñor Baldomero Martini, y sacerdotes de la ciudad, y contó con la presencia de numerosos fieles, entre ellos delegaciones de las siete parroquias de San Francisco.
“En estos tiempos complejos, difíciles y desafiantes, la Iglesia se vuelve a María para aprender de ella la sabiduría espiritual que permite discernir la presencia silenciosa de Dios en los repliegues de la vida humana”, destacó, y reconoció: “Este es uno de los desafíos pastorales de fondo que, como Iglesia diocesana, nos está interpelando desde la realidad que vivimos”.
Tras afirmar que “somos parte de una sociedad que vive profundas transformaciones culturales”, reconoció que “la fe y la adhesión a la Iglesia no se viven hoy como antaño”.
“Somos más celosos, y con razón, de nuestros espacios de libertad y de la autonomía de los individuos, los grupos y el mismo Estado respecto de la Iglesia, sus ritos, normas y orientaciones. Los vínculos entre la fe y las personas, la religión y la sociedad, la Iglesia y el Estado se están redefiniendo profundamente, al punto que muchos moldes conocidos resultan caducos y hasta inoportunos”, advirtió.
“Estas transformaciones no son, necesariamente, un problema sino una magnífica oportunidad que nos ofrece la Providencia”, agregó y preguntó: “¿Cómo vivir entonces nuestra fe y nuestra condición de discípulos de Jesús y miembros de su Iglesia en semejante contexto? ¿Cómo hacerlo sin complejos ni falsos pudores, sin seguridades artificiales o esquemas defensivos?”
“Esta inquietud me da vueltas por el corazón. La he sentido particularmente incisiva el pasado fin de semana, acompañando a sesenta y cinco adolescentes y jóvenes de nuestra diócesis, que se reunieron en Las Varillas, convocados por el Equipo de Pastoral Juvenil, para unos días de oración junto al obispo”, puntualizó.
El prelado sostuvo que “ver sus rostros y sus ojos inquietos, verlos abrir la Biblia, meditar, rezar y también compartir con alegría sus vidas, despierta en el corazón la ansiosa inquietud de ayudarlos a hacerse discípulos de Jesús, secundando al Espíritu que trabaja los corazones para hacer emerger, sin prisa, pero sin pausa, una adhesión consciente y libre a Jesús y a su Evangelio”.
Monseñor Buenanueva subrayó que “el desafío de la iniciación cristiana tiene como meta algo mucho más decisivo que la celebración de un sacramento, sino la transformación de un hombre o una mujer en un discípulo misionero de Cristo”.
“Para nuestra Iglesia diocesana -sus parroquias, colegios, asociaciones y movimientos- no pedimos ni prestigio social, ni poder político, cultural o económico. Suplicamos la libertad, la valentía y la sabiduría del Espíritu para llegar a ser espacio de encuentro con el Señor, ‘casa y escuela’ de esperanza para todos, especialmente para los más pobres, frágiles y vulnerables”, concluyó.+
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