Mons. Aguer: La fiesta de Pentecostés completa el tiempo pascual
En su extensa catequesis televisiva monseñor Aguer indicó que San Lucas, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, relata el episodio de Pentecostés. “Hay signos muy misteriosos en ese relato de Lucas, porque dice que el Espíritu Santo es experimentado ‘como un viento impetuoso’. No es que sea tal sino que es experimentado como un viento impetuoso y que, además, ellos ‘vieron lenguas como de fuego’. No dice que vieron llamas y ustedes habrán notado que, a veces, en las representaciones gráficas aparecen llamitas arriba de cada uno de los Apóstoles y de la Santísima Virgen, que estaba allí también. Dice ‘como de’ porque es muy difícil asegurar qué significa exactamente eso, pero asociar el don del Espíritu con el viento y con el fuego, y con un fuego que hace hablar eso es correcto y eso es lo que experimentan los Apóstoles. Esa descripción permite que uno perciba cómo nace la Iglesia y cómo la Iglesia da inicio a la obra que Cristo le había encomendado. Inmediatamente después de haber recibido el Espíritu Santo, Pedro sale del ámbito en que se encontraban y habla y expone ante los judíos que se habían reunido (porque, según parece, el estrépito les llamó la atención) y les habla de Jesús, expone el Misterio de la Salvación realizado en Cristo, en su Pascua”.
“Allí comenzó la Iglesia. Hay signos extraordinarios ese día de Pentecostés, y se explica que ellos comenzaron a hablar en distintas lenguas según el mismo Espíritu les permitía expresarse. Los exégetas no se ponen de acuerdo sobre lo que significa eso de ‘las diversas lenguas’; es un fenómeno que se llama glosolalia, en griego, y que se dio alguna vez en algún místico, pero en lo que ocurrió en Pentecostés el milagro no estuvo en el hablar sino en el escuchar. Es decir cada uno oía hablar en su lengua nativa.”
“Es importante –siguió explicando el arzobispo- no olvidar esto: recibimos el Espíritu Santo en el Bautismo, lo recibimos nuevamente en la Confirmación y es el Espíritu Santo quien hace que nosotros comprendamos y conozcamos a Jesús, y quien a través de la Palabra de Jesús hace que conozcamos al Padre. La acción del Espíritu Santo es fundamental en la vida del cristiano”.
Sin embargo, observó monseñor Aguer, “no hay que confundir la acción del Espíritu Santo en la vida cristiana con ciertos fenómenos extravagantes que, de algún modo, han sido una copia del pentecostalismo protestante, o mejor dicho, del que surgió del ámbito del evangelismo. Me refiero a personas o grupos que balbucean como si fueran oraciones de alabanza en lenguas extrañas que no son idioma conocido alguno; o que les imponen las manos y se caen para atrás. Ese tipo de cosas y otras semejantes no tienen nada que ver con la acción habitual del Espíritu Santo en lo profundo de la vida cristiana. Nuestra marcha hacia Cristo, hacia el Cielo, nuestra búsqueda de la perfección cristiana, la práctica del amor y de las obras de misericordia son operadas en nosotros por el Espíritu Santo”.
El arzobispo platense agregó que “cuando hablamos de la gracia de Dios tenemos que pensar en la gracia del Espíritu Santo que nos une a Cristo y nos permite portarnos como hijos del Padre. El misterio de Pentecostés ocurrió el día 50 de la resurrección y por eso lo celebramos, pero se extiende a lo largo de toda la historia de la Iglesia; es el Espíritu Santo quien conduce a la Iglesia y el que conduce a cada cristiano en su aventura personal de vida de seguimiento de Cristo”.
“El domingo siguiente a Pentecostés -recordó monseñor Aguer- celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. En los primeros siglos de la Iglesia hubo una discusión acerca del misterio trinitario. En el año 325 el Concilio de Nicea contrarió a los arrianos que negaban la divinidad de Jesús, y afirmó que Jesús es el Hijo del Padre que se ha hecho hombre; Cristo es verdadero Dios. Luego en el Concilio de Constantinopla, en el año 389, la Iglesia debió pronunciarse contra unos herejes llamados pneumatómacos, es decir los que pelean contra el Espíritu Santo, negaban la divinidad del Espíritu Santo. En ese Concilio la Iglesia declaró que el Espíritu Santo es Dios por eso nosotros creemos en la Santísima Trinidad: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
Por último, el arzobispo platense dijo que el movimiento en la obra salvífica de Dios es que “el Padre envía al Hijo, el Hijo cumple la voluntad del Padre con el misterio pascual de su muerte y su resurrección, y el fruto del misterio pascual es el Espíritu Santo. Por eso podemos decir que así como el Padre nos ha confiado al Hijo, el Hijo nos confía al Espíritu Santo y eso será así hasta que Jesús vuelva”.+
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