El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, aseguró que “en las últimas décadas se fue dando un deterioro en la calidad de vida dentro de la sociedad, entendiendo por esto no sólo los índices económicos, sino también lo que hace a la convivencia. El fenómeno continúa, aun con las esperanzas que puede despertar siempre una nueva gestión”.
“Hay un número alarmante de pobres, nos siguen sacudiendo la criminalidad, el narcotráfico, el desempleo de muchos, las noticias sobre hechos de corrupción en escala insospechada. Tampoco se puede ocultar el deterioro de la calidad educativa y de la cultura del trabajo. Sobre todo, hay un deterioro en la percepción de los principios morales”, advirtió.
“En la provincia de Buenos Aires salió a la luz la corrupción, conocida pero encubierta, de una buena parte de la fuerza policial. Por eso, sobre este trasfondo, admiro a los policías con vocación de honestidad y servicio, que los hay; a los docentes de alma que se desviven en condiciones precarias, ¡los he visto!; a los médicos que, con precariedad de recursos y de insumos, siguen cuidando y salvando vidas; a las muchas personas que todavía luchan porque tienen ideales”, destacó.
En una entrevista en el diario La Vanguardia, de la ciudad bonaerense de Balcarce, el prelado valoró el llamado de Francisco a la unidad de los argentinos, rechazó que el pontífice sea considerado un “Papa peronista”, negó que la misión de la Iglesia de hoy sea más social que evangelizadora, lamentó los estragos “irreparables” que están causando las drogas en los jóvenes y expresó su deseo de que la desclasificación de los archivos de la Conferencia Episcopal Argentina sobre la última dictadura militar contribuyan a la verdad y a la reconciliación de los argentinos.
-¿Cómo analiza la situación social del país y en particular de la provincia de Buenos Aires?
-Me limito a repetir cosas obvias que todos vemos y podemos saber. Es inevitable hacer mención de los aspectos más negativos. En las últimas décadas se fue dando un deterioro en la calidad de vida dentro de la sociedad, entendiendo por esto no sólo los índices económicos, sino también lo que hace a la convivencia. El fenómeno continúa, aun con las esperanzas que puede despertar siempre una nueva gestión. Hay un número alarmante de pobres, nos siguen sacudiendo la criminalidad, el narcotráfico, el desempleo de muchos, las noticias sobre hechos de corrupción en escala insospechada. Tampoco se puede ocultar el deterioro de la calidad educativa y de la cultura del trabajo. Sobre todo, hay un deterioro en la percepción de los principios morales. En la provincia de Buenos Aires salió a la luz la corrupción, conocida pero encubierta, de una buena parte de la fuerza policial. Por eso, sobre este trasfondo, admiro a los policías con vocación de honestidad y servicio, que los hay; a los docentes de alma que se desviven en condiciones precarias, ¡los he visto!; a los médicos que, con precariedad de recursos y de insumos, siguen cuidando y salvando vidas; a las muchas personas que todavía luchan porque tienen ideales.
-¿Qué alcance le da al mensaje del Papa sobre la "unión de los argentinos"?
-Se trata de una meta fundamental, en la que todos debemos coincidir. Esto implica un ideario común que incluye el respeto por el otro, el dominio de nuestras palabras, superando la agresión verbal y física. Hay todavía demasiada crispación e incapacidad para dialogar. En opciones políticas legítimas, la diferencia no debe ser sinónimo de enemistad. De hecho hay católicos en diversos partidos. El Papa viene hablando de una “cultura del encuentro”. Esto parece una utopía, si se quiere. Pero del planteo de estos altos ideales puede resultar el mejoramiento de la sociedad. Esta obra de todos, debe ser en particular el ideal de los cristianos en nuestra patria, donde el catolicismo, más allá de la debilidad de los hombres, ha dejado una huella cultural profunda. Unión de los argentinos, no significa uniformidad en temas de política y economía, sino capacidad de convivencia en la diversidad, sensibilidad ante las necesidades del prójimo y coincidencia en principios morales fundamentales.
-¿Qué piensa cuando dicen que el Papa se ha politizado o que es un Papa peronista?
-Si hablamos de política en el sentido de una opción partidaria particular, dentro del conjunto de otras opciones legítimas, los ministros de la Iglesia nos abstenemos de hacer declaraciones de nuestras preferencias, porque nuestra misión nos vuelve hombres de diálogo amplio y al servicio de lo absoluto, por encima de las opciones temporales legítimas pero relativas y opinables. Nuestro ámbito es otro. En este sentido, es incorrecto hablar de un Papa peronista. Él puede tener preferencias y amigos históricos. Pero la gama de gente que se fotografía con él es variada.
Ahora bien, la palabra “Política” significa en primer lugar todo lo relativo al bien común de la “pólis”. No debemos olvidar que para la Iglesia hay principios morales de validez universal, que son fundamento de su doctrina social. En este sentido, el Evangelio trae necesariamente consecuencias y resonancias “políticas” y sociales, respecto de la igual dignidad de todos los hombres y los derechos del hombre y de la mujer, de la defensa del matrimonio y la familia, del sentido del trabajo y el cuidado de la tierra, el respeto incondicional a la vida por nacer, etc. La historia lo ha demostrado y sería largo ilustrarlo ahora. En este sentido, podemos decir que ni el Papa ni la Iglesia en su conjunto podemos ser en esto neutrales.
-La Iglesia ha tenido un pronunciamiento importante sobre los índices de pobreza ¿Cuál su opinión?
-Que todos los ciudadanos desde nuestros respectivos roles, debemos arremangarnos y poner mayor interés en contribuir a solucionar el problema, antes que centrar la atención en su aprovechamiento “político” (esta vez empleo la palabra en su sentido más deteriorado).
-¿Y sobre el narcotráfico y el consumo de drogas?
-Los obispos nos hemos referido a este tema en forma colegiada mediante documentos bastante recientes de amplia repercusión mediática. Si no se combate el narcotráfico de manera decidida, se compromete nuestro futuro como nación. Las drogas están causando estragos irreparables, principalmente entre la juventud. Y el fenómeno se vincula con la delincuencia y la criminalidad.
-¿Cree que hay también una crisis de fe?
- En cierto sentido, la fe de los cristianos está siempre en “crisis”. Según su etimología, krisis significa la acción de distinguir, de emitir un juicio sobre algo. Un “juicio crítico” es un acto de discernimiento sobre una realidad. La fe del creyente tiene como contenido la Palabra de Dios, luz inmutable que discierne lo bueno de lo malo en las cambiantes circunstancias culturales de la historia. En el momento actual, los cristianos intentamos discernir la voluntad de Dios en la realidad concreta de nuestra vida personal y social. Por cierto, ante los cambios culturales, la luz de la fe debe ser muy poderosa para aprender a discernir la voluntad de Dios, como enseña San Pablo en su Carta a los Romanos: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (12,2). El cristiano debe aprender a ir en sentido contrario a la mentalidad del mundo ¡esa es su fuerza! Si se amolda, pierde.
-¿Cómo ve a los jóvenes frente a esta coyuntura y estos desafíos?
-Desde mi ordenación sacerdotal, he trabajado con jóvenes muchos años de mi vida: en mis años de parroquia, en las misiones de verano en la diócesis de Añatuya (Santiago del Estero), con los seminaristas, y ahora como obispo. Ante los cambios culturales acelerados, se aceleran también los cambios en la mentalidad juvenil. Es difícil generalizar. A grandes rasgos, puedo decir que a los jóvenes fácilmente apasionados por cambios revolucionarios, de los años 60 y 70, en las décadas siguientes siguieron los jóvenes posmodernos, desilusionados de todo. Sin mucho horizonte de futuro, a quienes les cuesta decidir algo “para siempre”, se trate del matrimonio o de la elección de un oficio o carrera. Lo que cuenta es el “aquí y ahora”. Además, en un país empobrecido, hay muchos jóvenes que no estudian ni trabajan. Crece el número de los que se evaden de una realidad que no soportan, en los “viajes” a los falsos paraísos del alcohol y de la droga. No es de extrañar el derrumbe del matrimonio como institución y de la familia como escuela de vida fundamental. Los jóvenes viven con frecuencia una intemperie espiritual por falta de referentes que sepan guiarlos, de modelos válidos que sirvan de inspiración.
-¿La Iglesia tiene hoy una misión más social que evangelizadora?
-De ninguna manera. La Iglesia no puede olvidar la enseñanza de Cristo: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,33). Si se invirtieran los términos, dejaríamos de ser Iglesia para convertirnos en una sociedad filantrópica o una ONG. La evangelización implica ante todo el anuncio explícito de Jesucristo como Camino, Verdad y Vida, Hijo eterno de Dios y Salvador de los hombres. Pero la fe en Jesucristo nos compromete a colaborar en la promoción humana de aquellos que son evangelizados y es parte integral de la evangelización.
-¿Qué opina de la desclasificación de archivos de la Iglesia en tiempos de la dictadura?
-No tenemos miedo a la verdad, y por eso se trabaja en su desclasificación desde hace varios años. Esos archivos contienen datos que registran parte de la dura realidad vivida en los años 70. Los documentos deben ser interpretados, leídos en su contexto. Deben servir a la verdad y a la reconciliación de los argentinos.+
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