El Papa en el vuelo de regreso a Roma: No es humano cerrar puertas a los refugiados
“No es humano cerrar puertas y corazones a los refugiados”, dijo el papa Francisco, pero también se necesita prudencia para poder acoger a todos los que pueden ser integrados de verdad ofreciéndoles casa, escuela y trabajo”.
Interrogado sobre aquellos países, que por miedo, entre ellos Suecia, empiezan a cerrar sus puertas a los refugiados, el Santo Padre expresó: “Como argentino y sudamericano, agradezco mucho a Suecia por esta hospitalidad, porque muchos argentinos, chilenos, uruguayos, en la época de las dictaduras militares, fueron recibidos aquí. Tiene una larga tradición de hospitalidad, y no solo recibiendo, sino también integrando, buscando casa, escuela y trabajo inmediatamente. Integrar en un pueblo. Tal vez me equivoco, no estoy seguro, pero Suecia tiene 9 millones de habitantes y 850 mil serían “nuevos suecos”, es decir migrantes y refugiados. O sus hijos. Hay que distinguir entre migrante y refugiado.
El migrante debe ser tratado con ciertas reglas, porque migrar es un derecho, pero está muy regulado. En cambio, el refugiado viene de situaciones de angustia, hambre, guerra terrible, y su estatus requiere más cuidados y más trabajo. También en esto Suecia siempre dio un ejemplo alojando, enseñando la lengua e integrando en la cultura. Sobre la integración de las culturas: no debemos espantarnos. Europa fue construida con una continua integración de culturas. ¿Qué pienso sobre los países que cierran las fronteras? Creo que, en teoría, no se puede cerrar el corazón a un refugiado. También está la prudencia de los gobernantes, que deben ser muy abiertos para recibirlos, pero también deben hacer el cálculo de cómo poderlos alojar, porque no solo hay que recibir a un refugiado: hay que integrarlo.
Si un país tiene una capacidad de integración, que haga lo que pueda. ¿Cuál es el riesgo si un migrante o un refugiado no es integrado? ¡Se guetiza! Entra a un gueto, y una cultura que no se desarrolla en una relación con la otra cultura, esto se vuelve peligroso. Creo que el peor consejero para los países que tienden a cerrar las fronteras siempre es el miedo. Y el mejor consejero es la prudencia. Hablé con un funcionario del gobierno sueco y me dijo que hay algunas dificultades, porque llegan muchos y no hay tiempo para encontrarles una casa, una escuela, un trabajo. La prudencia debe hacer este cálculo.
En Suecia hay una mujer como guía de su Iglesia. ¿Es realista pensar que también habrá mujeres sacerdote en la Iglesia católica?
Leyendo un poco la historia de esta zona, en donde hemos estado, vi que hubo una reina que se quedó viuda tres veces, y dije: esta mujer es fuerte. Me dijeron: “Las mujeres suecas son muy fuertes y muy buenas…”. Sobre las mujeres ordenadas: la última palabra clara fue la que dio Juan Pablo II. Y sigue siendo la misma. Las mujeres pueden hacer muchas cosas mejor que los hombres. La eclesiología católica tiene dos dimensiones, la dimensión petrina, la de los apóstoles, Pedro y el colegio, los obispos; y la dimensión mariana, que es la dimensión femenina de la Iglesia. ¿Quién es más importante en la teología y en la mística de la Iglesia? ¿Los apóstoles o María? Es María: la Iglesia es mujer. La Iglesia se casa con Jesucristo. Es un misterio esponsalicio y a la luz de este misterio se entiende el por qué de estas dos dimensiones. No existe la Iglesia sin esta dimensión femenina.
Pero, ¿nada de mujeres sacerdote?
Si usted vuelve a leer bien, la declaración de san Juan Pablo II va en esta línea.
A la vigilia del pentecostés de 2017 habrá un encuentro en el Circo Máximo para el aniversario de la renovación carismática. ¿Qué espera?
Visité a los evangélicos de Caserta, y después en Turín estuve con los valdenses: estas son iniciativas de reparación, de perdón, porque los católicos, parte de la Iglesia católica, no se comportó cristianamente con ellos. Había que pedir perdón y sanar heridas. La otra iniciativa es la del diálogo. En Buenos Aires tuvimos tres encuentros en el estadio con fieles evangélicos y católicos, en la línea de la renovación carismática, pero abierta. Encuentros de todo el día, durante los que predicaban un obispo evangélico y un obispo católico. En dos de estos encuentros predicó el padre Cantalamessa. También tuvimos dos retiros espirituales de tres días, con pastores y sacerdotes católicos juntos. Esto ayudó mucho al diálogo, a la comprensión, al acercamiento, al trabajo por los más necesitados. En Roma tuve reuniones con algunos pastores. Se organiza una celebración por los 50 años de la renovación carismática, que nació ecuménica. Si Dios me da vida, iré a hablar ahí, al Circo Máximo. Cuando nació la renovación carismática, uno de los más fuertes opositores fue quien les está hablando, que era provincial de los jesuitas: le prohibí a los jesuitas entrar a esto y dije que, cuando había una celebración litúrgica, tenía que ser una celebración y no una escuela de samba. Ahora pienso lo contrario, y cada año en Buenos Aires ofrecía una misa por los carismáticos. Hubo un proceso de reconocimiento del bien que ha hecho esta renovación, con la figura del cardenal Suenens…
Usted recibió hace poco tiempo al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. ¿Qué sensación le dio este encuentro y qué piensa del inicio del diálogo?
El presidente de Venezuela pidió una cita porque llegaba de Medio Oriente y hacía una escala técnica en Roma. Cuando un presidente lo pide, se lo recibe. Lo escuché media hora, le hice alguna pregunta y escuché su parecer. Siempre es bueno escuchar el parecer de todos. Sobre el diálogo: es la única vía para todos los conflictos, o se dialoga o se grita. Con el corazón, le entro con todo al diálogo, creo que hay que ir por ese camino, no sé cómo va a acabar. Está Zapatero, que fue jefe del gobierno español. Ambas partes pidieron a la Santa Sede que estuviera presente. La Santa Sede designó al Nuncio en la Argentina. El diálogo que favorece la negociación es el único camino para salir de los conflictos. Si esto se hubiera hecho en Medio Oriente, cuántas vidas se habrían salvado.
En Suecia la secularización es muy fuerte. Es un fenómeno que afecta a toda Europa; se estima que en Francia la mayor parte de los ciudadanos no tendrán religión. ¿La secularización es una fatalidad? ¿De quién es la responsabilidad, de los gobiernos laicos o de la Iglesia que es tímida?
¿Fatalidad? No, yo no creo en las fatalidades. ¿Quiénes son los responsables? No sabría decirlo, es un proceso. Benedicto XVI habló mucho y claramente sobre esto. Cuando la fe se vuelve tibia es porque se debilita la Iglesia. Los tiempos más secularizados (pensemos en Francia, por ejemplo), son los de la mundanización, cuando los sacerdotes eran lacayos de la corte, había un funcionalismo clerical, faltaba la fuerza del Evangelio. En tiempos de secularización podemos decir que hay alguna debilidad en la evangelización. Pero también hay otro proceso, cuando el hombre recibe el mundo de Dios para hacerlo cultura, para hacer que crezca. Pero, en determinado momento, el hombre se siente tan padrón de esa cultura que comienza a hacer él el creador de otra cultura, pero propia, y ocupa el sitio de Dios creador. En la secularización, creo que antes o después se llega al pecado contra Dios creador, el hombre autosuficiente. No es un problema de laicismo: se necesita un sano laicismo, la sana autonomía de las ciencias, del pensamiento, de la política. Otra cosa es un laicismo como el que nos dejó como herencia la Ilustración… Quien va más allá de los límites y se siente Dios; hay una debilidad en la evangelización, los cristianos se vuelven tibios. Es necesario retomar una saludable autonomía en el desarrollo de la cultura y de la ciencia, pero siendo criaturas, sin sentirse Dios. El cardenal De Lubac dijo que cuando en la Iglesia entra esta mundanidad es peor de lo que sucedió en la época de los Padres corruptos. Jesús, cuando reza por todos nosotros en la Última cena, pide una cosa al Padre: que no nos quite del mundo, sino que nos defienda del mundo, de la mundanidad, que es peligrosísima: una secularización un poco maquillada o disfrazada, un poco “lista para llevar”.
Hace algunos días usted se reunió con el Grupo Santa Marta, que se ocupa de contrarrestar la esclavitud y del tráfico de seres humanos. ¿Por qué? ¿Tuvo alguna experiencia en la Argentina?
Cuando era cura siempre tenía esta inquietud de la carne de Cristo, el hecho de que Cristo continúa sufriendo, que Cristo es crucificado constantemente en sus hermanos más débiles. Siempre me ha conmovido. Como cura, trabajé en pequeñas cosas, con los pobres, pero no exclusivamente: también trabajaba con universitarios. Después, como obispo de Buenos Aires, hicimos iniciativas contra la esclavitud en el trabajo también con grupos de no católicos y de no creyentes. Llegan migrantes y les quitan el pasaporte y los ponen a hacer trabajo esclavo. He trabajado con dos congregaciones de monjas que se ocupan de prostitutas, mujeres esclavas de la prostitución (no me gusta decir prostitutas: esclavas de la prostitución). Una vez al año hacíamos una misa para estas mujeres… Trabajábamos juntos y aquí en Italia hay muchos grupos de voluntariado que trabajan contra cualquier forma de esclavitud. Hace algunos meses visité una de estas organizaciones. Se trabaja bien, no me lo hubiera imaginado. Es una cosa bella que tiene Italia, el voluntariado, y esto se debe a los párrocos: el oratorio y el voluntariado nacieron del celo apostólico de los párrocos.+
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