Mons. Castagna: La Pascua cristiana, reserva oportuna de fe
“Se pone todo en duda, hasta provocar la remoción de los pilares de una sociedad que corre el riesgo de sufrir, de esa manera, el desmoronamiento de su propia identidad”, advirtió en su sugerencia para la homilía dominical.
“Dios misericordioso está evitando, gracias a las celebraciones pascuales, que las reservas de la fe en Cristo permanezcan incólumes y constituyan una esperanza firme para frenar oportunamente la avalancha que amenaza destruirlo todo”, sostuvo, y agregó: “La única forma de lograrlo es revitalizar la Semana Santa y proponer a Cristo como el único Salvador”.
El prelado lamentó que “un trasnochado agnosticismo, que se ha puesto de moda entre intelectuales de todos los espacios de la cultura actual, y sus formas de transmisión, parece prevalecer, incluso entre personas muy honestas y respetuosas de la fe que no poseen”.
“¿Qué ha ocurrido?”, se preguntó, y consideró “saludable que, como cristianos, nos dispongamos a un autoexamen oportuno. Muchos hombres y mujeres se encontraron con una cultura - como la nuestra - que ha abandonado su inspiración cristiana, sin dejar algunas formas y celebraciones que conservan aún claros reflejos de la fe olvidada. Para muchos contemporáneos - muchos de ellos bautizados - la Semana Santa es una imperdible oportunidad para el turismo y el goce de unas vacaciones extra”.
“Aprovechando la celebración, hasta ahora intocable, de las tradicionales Fiestas pascuales, se impone, como lo afirmaba San Juan Pablo II, una nueva evangelización”, aseveró.
Texto de la sugerencia
1.- Buscan entre los muertos a Quien está vivo. El acontecimiento más asombroso de la historia es anunciado, como todas las cosas de Dios, desde el ángulo menos selectivo: la pobreza, la ingenuidad de los niños, la marginación de los socialmente descartados. Son las preferencias de Dios para dar cumplimiento a su plan creador y, posteriormente, al más insólito, el de la Redención. Ante la muerte cruenta de Jesús en la Cruz y la inmediata sepultura, sus más cercanos, con excepción de su Madre, no pensaron en la Resurrección. Tanto María Magdalena como Pedro y Juan, buscaron entre los muertos a Quien estaba vivo, y se preocuparon por el posible hurto de los sagrados restos de su Señor y Maestro. El Señor tuvo la delicadeza de adelantar la Buena Nueva de su Resurrección para no dejarlos en la incertidumbre, porque: “Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos” (Juan 20, 9). Además era el momento de ejercitarlos en la fe. Virtud distintiva de los creyentes, que fundarán su seguridad en el testimonio de Pedro, de Juan y de los restantes Apóstoles (los Doce). La fe, nuestra fe, es acreditada por el legítimo testimonio apostólico. Los signos, escogidos por el mismo Jesús, tienen, en la sucesión apostólica, su absoluta garantía y perdurabilidad. Creemos en Cristo resucitado, testimoniado por los Doce, excluido Judas Iscariote e incluido Matías.2.- La Pascua cristiana, como reserva oportuna de fe. Al celebrar la Pascua se nos ofrece la ocasión de confesar públicamente que Jesucristo es Dios. En el relativismo absorbente, que parece adueñarse de las mentes y de las costumbres de muchos contemporáneos, se intenta reemplazar la fe por un pensamiento inestable y ambiguo. Se pone todo en duda, hasta provocar la remoción de los pilares de una sociedad que corre el riesgo de sufrir, de esa manera, el desmoronamiento de su propia identidad. Dios misericordioso está evitando, gracias a las celebraciones pascuales, que las reservas de la fe en Cristo permanezcan incólumes y constituyan una esperanza firme para frenar oportunamente la avalancha que amenaza destruirlo todo. La única forma de lograrlo es revitalizar la Semana Santa y proponer a Cristo como el único Salvador. Un trasnochado agnosticismo, que se ha puesto de moda entre intelectuales de todos los espacios de la cultura actual, y sus formas de transmisión, parece prevalecer, incluso entre personas muy honestas y respetuosas de la fe que no poseen. ¿Qué ha ocurrido? Es saludable que, como cristianos, nos dispongamos a un autoexamen oportuno. Muchos hombres y mujeres se encontraron con una cultura - como la nuestra - que ha abandonado su inspiración cristiana, sin dejar algunas formas y celebraciones que conservan aún claros reflejos de la fe olvidada. Para muchos contemporáneos - muchos de ellos bautizados - la Semana Santa es una imperdible oportunidad para el turismo y el goce de unas vacaciones extra. Aprovechando la celebración, hasta ahora intocable, de las tradicionales Fiestas pascuales, se impone, como lo afirmaba San Juan Pablo II, una “nueva evangelización” (Santo Domingo – 1992).
3.- Cristo resucitado: causa de salvación. Estamos celebrando, en este conflictivo año 2017, la Fiesta de Pascua. Nos saludamos, con poco ánimo festivo, casi como si intercambiáramos el pésame durante el sepelio de un ser querido. No busquemos entre los muertos a Quien está vivo. Anunciemos, con el testimonio de una vida cristiana auténtica, la presencia de Cristo resucitado. Es lo que el mundo - o sea nuestra sociedad - necesita. He repetido en incontables ocasiones la frase de San Juan Pablo II: “El mundo necesita de los cristianos el testimonio de la santidad” (año 2001). La urgencia de la evangelización queda de manifiesto, como también su necesaria condición: la santidad de los evangelizadores. Cuando falla esa imprescindible metodología testimonial la evangelización no alcanza su cometido. Jesús contaba con el amor incondicional de los Apóstoles, en el que consiste la santidad, más que en sus habilidades intelectuales o empresariales. Por contagio del Imperio Romano – ya en decadencia - la Iglesia adoptó formas e intentó cristianizar las estructuras políticas y militares de la Roma imperial. El Papa San Juan XXIII inició, mediante la celebración del Concilio Vaticano Segundo, un progresivo desprendimiento de aquel sistema. En esa línea, el Papa Francisco está dando pasos seguros hacia una Iglesia más evangélica, sin renunciar, por ello, a la custodia de invalorables bienes culturales de la humanidad, confiados oportunamente a ella.
4.- La Pascua de Cristo como tránsito al orden y a la Verdad. Los cristianos, unidos en la Iglesia de Cristo, grey gobernada por un Sucesor del Apóstol Pedro - el Papa Francisco - tenemos la responsabilidad de evangelizar al mundo con nuestra vida de fidelidad al Evangelio. Hoy concluimos la celebración solemne del Misterio de nuestra fe: la Pascua de Cristo. Durante la Cuaresma y la Semana Santa nos hemos puesto en contacto con la gracia de la Palabra y de los sacramentos, para fortalecer - o quizás iniciar - nuestra vida de fe. El intercambio de saludos, con ocasión de esta Fiesta, constituye un compromiso ineludible en medio de las complicaciones de la historia moderna. Nuestro mundo necesita salirse de los conflictos cotidianos, que le impiden retomar un rumbo que conduzca a Dios, o a la Verdad, si algunos de sus integrantes manifiestan cierta ideológica alergia a lo religioso. La Pascua, que hoy celebramos, indica movimiento, tránsito del caos al orden, del odio al amor, del pecado a la santidad. Para ello, es preciso abandonar el estado de postración y de empantanamiento que algunas manifestaciones recientes han puesto en evidencia.+
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