La muerte de Karol Wojtyła, fue un momento histórico vivido intensamente, no sólo por los católicos sino por el mundo entero.
La congoja de los fieles alcanzó su punto máximo cuando impartió su penúltima bendición desde la ventana de su estudio con aquel conmovedor y fallido intento de pronunciar algunas palabras. Volvería a asomarse a la ventana el 30 de marzo para bendecir a la gente por última vez. Allí se comprendió que se trataba de la última aparición pública del largo y doloroso Via Crucis con que concluyó su vida la noche de aquel 2 de abril. Eran las 21.37 horas.
Falleció en la víspera del Domingo de la Misericordia, fiesta que él mismo había establecido habiendo sido hijo espiritual de Santa Faustina Kowalska.
El cardenal argentino Leonardo Sandri, entonces sustituto de la Secretaría de Estado fue el encargado de dar el anuncio: “Queridos hermanos y hermanas, a las 21.37 nuestro querido Santo Padre Juan Pablo II regresó a la casa del Padre. Oramos por él”.
Un extraño silencio, muchas lágrimas, en lugar de aplausos para saludar al Papa polaco por última vez. Muchos jóvenes que pasan el mensaje y se congregan en las calles adyacentes del Vaticano para rezar juntos. Se llegará a un millón en los próximos días para dar un último adiós al ataúd del “papa de los jóvenes”, “el papa de las familias”, el “papa de los trabajadores”.
Roma fue invadida por una peregrinación espontánea que clamaba “santo súbito”. Incluso diez horas o más en una fila para tener unos segundos de oración en la basílica. Y luego el funeral con todos los jefes de estado más importantes del tiempo. De los Estados Unidos tres presidentes de la República: la de George Bush, padre e hijo (este último el jefe de Estado de ese tiempo), y Bill Clinton. Se vio al presidente iraní Khatami besando a Abdhallah rey de Jordania, al rey Juan Carlos saludar al primer ministro Silvio Berlusconi. A Lula procedente de Brasil, a Karzai de Afganistán, por nombrar algunos.
Pero la gente lo quiere santo y la beatificación llega en un tiempo récord: 1 de mayo de 2011, cuando fue beatificado por su sucesor Benedicto XVI. Desde hacía un milenio que en la historia de la Iglesia no se veía aun Papa proclamar beato a su predecesor inmediato.
El 27 de abril de 2014, fue proclamado santo por Francisco con Juan XXIII, en una ceremonia donde también estuvo presente el papa emérito Benedicto XVI y que pasará a la historia como la canonización de los “cuatro papas”.
El arzobispo emérito de Cracovia, Polonia, historiador y secretario de Juan Pablo II, cardenal Stanislaw Dziwisz -treinta y nueve años cerca de Karol Wojtyla primero en Polonia y más tarde en Roma-, en esa ocasión, dijo: “Viví con un santo, siempre tuve esa impresión precisa”. +
Publicar un comentario