Mons. Azpiroz Costa: "¡Alégrense! ¡Cristo, nuestra Esperanza ha resucitado!"
“Quisiera llegar a todos y cada uno como signo de cercanía y comunión en medio de este aislamiento social preventivo y obligatorio que se prolonga. A partir del Domingo de Ramos he querido celebrar toda la Semana Santa con nuestras hermanas clarisas. Los monasterios de vida contemplativa se presentan como ‘oasis’ en los que el ser humano, peregrino en la tierra, puede beber mejor en las fuentes del Espíritu y saciarse a lo largo del camino… Estos lugares son indispensables, como los ‘pulmones’ verdes de una ciudad: hacen bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan y tal vez ignoran su existencia”, consideró.
“La liturgia también nos hace notar el gran silencio que se cierne hoy –Sábado Santo- sobre la tierra; una gran soledad. Somos testigos del sufrimiento de la Cruz y la sombría realidad del sepulcro”, señaló el prelado. “Contemplamos-compartimos así un dolor que nos hace definitivamente más ‘universales’”, afirmó, “no porque pretendamos que todos miren ‘mi dolor’ sino porque comprendemos que todo ser humano es portador de tristezas y angustias”.
En ese sentido, en el marco de la pandemia que nos aflige, expresó: “En Jesús comprendemos que todos morimos y que también los seres humanos somos capaces de matar. Un dolor que nos hace infaliblemente fecundos” porque: “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
“Un dolor que nos hace inconfundiblemente discípulos”, añadió, “porque rumiamos en nuestro corazón las palabras de Jesús, Servidor sufriente: ‘El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre’”.
“Esta misma noche, en la primera parte de la Vigilia, la Luz irrumpe en la densa oscuridad, oscuridad del despojo y del dolor… ¡Porque Cristo, nuestra Pascua ha sido inmolado! ¡Celebremos, entonces, nuestra Pascua!”, animó.
“¡Alégrense! ¡Cristo, nuestra Esperanza ha resucitado! ¡Por sus llagas hemos sido sanados! Jesús no vino a explicarnos el por qué de nuestras tristezas y angustias, nuestros gozos y esperanzas. ¡Vino a llenarlo todo de su presencia! ‘Porque solamente en esperanza estamos salvados’”, recordó.
“En los próximos 50 días, hasta Pentecostés, con renovada alegría seguiremos nutriéndonos de la Palabra, cada día, todos los días. Recordaremos en primer lugar todas las apariciones del Resucitado. Luego volveremos a rumiar: el diálogo con Nicodemo; los discursos del Pan de Vida y del Buen Pastor; el conmovedor Testamento de Jesús en la Última Cena. ¡No es que debamos ‘volver atrás’, retroceder a esas escenas ‘anteriores a la Pascua’, al faltarnos relatos, discursos, enseñanzas, sucedidos o milagros del Resucitado! ¡No! ¡Todo el Evangelio es anuncio, predicación del Resucitado! Es Él quien nos llama a nacer de nuevo, es Él el Pan de Vida; la Puerta de las ovejas; el Buen Pastor que nos trae la vida en abundancia; el Señor y Maestro; es Camino, Verdad y Vida; Él es la Vid verdadera; el Amigo”, detalló.
“¡Cuánta riqueza y alegría contiene este misterio que celebramos hoy!: ‘Cristo entre ustedes, es la esperanza de la gloria’”, concluyó.+
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