Reflexión de Mons. Aguer sobre la Semana Santa

Reflexión de Mons. Aguer sobre la Semana Santa




La Plata (Buenos Aires) (AICA): El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, dedicó su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, que ahora se emite por América 24, Señal Internacional de Noticias de América, a las 13, a compartir una breve meditación acerca del sentido litúrgico de la sucesión de celebraciones y del sentido profundamente espiritual y humano que entraña la participación en ellas.

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, dedicó su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, que ahora se emite por América 24, Señal Internacional de Noticias de América, a las 13, a compartir una breve meditación acerca del sentido litúrgico de la sucesión de celebraciones y del sentido profundamente espiritual y humano que entraña la participación en ellas.

“El Domingo de Ramos -comenzó diciendo- es el inicio, la puerta de la Semana Santa y allí recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Jesús iba para sufrir la pasión que, sin duda, acabaría en la resurrección. La celebración del Domingo de Ramos tiene dos aspectos: la procesión en honor de Cristo Rey, con los ramos bendecidos, y luego una misa de la pasión, que nos recuerda que ese era el sentido de la entrega, del sacrificio de Cristo”.


Entre otros aspectos señaló que “el núcleo de la Semana Santa es lo que se llama el Triduo Pascual, que comienza en la tarde del Jueves Santo donde recordamos la Última Cena de Jesús con sus discípulos, la institución de la Eucaristía, que es el sacramento de la Pascua del Señor, y el sacerdocio porque Jesús les encarga a sus apóstoles “hagan esto en memoria mía”.


“Allí, en esa celebración del Jueves por la tarde se realiza también ese gesto tan significativo del lavatorio de los pies a doce personas, a doce miembros de la comunidad, que nos recuerda el sentido de la entrega de Jesús como un servicio de amor, y además el mandamiento del amor. Así como Él lo hizo nosotros también tenemos que hacerlo. Es decir que tenemos que servir a nuestros hermanos, tenemos que dedicarnos, a la búsqueda del bien de todos ellos”.


“Todo esto -explicó- está asociado a lo que sigue después. La primera gran jornada del triduo es el Viernes Santo, que es el día de la muerte de Jesús. Nosotros esto lo decimos fácilmente, lo repetimos todos los años, pero pensemos lo que significa que el Hijo de Dios se hizo hombre, que asumió plenamente el destino humano. Nuestro destino que va a parar a la muerte. El Señor lo asumió también por nosotros, para llevarnos más allá de la muerte, a la vida y a la resurrección”.


“El Viernes Santo -manifestó el arzobispo- es un día en el que la liturgia adquiere una mayor sobriedad, precisamente para subrayar esa entrega de Jesús por nosotros a la muerte. Allí se lee solemnemente el relato entero de la Pasión y luego se realiza la Adoración de la Cruz, ese signo que de algún modo representa a Jesucristo mismo, Jesucristo que toma la forma de cruz con sus brazos extendidos para entregarse al Padre en sacrificio por la humanidad entera”.


Y agregó: “Algo que suele pasar inadvertido, incluso para los fieles más cercanos, es el sentido del Sábado Santo, porque literalmente hablando en esa segunda jornada de Triduo Pascual no pasa nada. En el Sábado Santo no hay una celebración litúrgica, es un día de silencio, de profundo silencio. Es el día en que Dios estuvo muerto. Permanecemos en espera, junto al sepulcro del Señor”.


“También otra vez aquí pensemos lo que implica esto. Como decíamos, la aceptación por Jesús del destino sufriente del hombre y también de la muerte, para desde el seno de la muerte abrirnos a la vida”.


“Ese Sábado termina en la noche, en el comienzo de la Pascua, en la Vigilia Pascual. Actualmente por razones de comodidad, de seguridad y por tantas otras razones, (¡ha ido cambiando tanto la cultura!) la celebración de la Vigilia Pascual se suele adelantar algunas horas. Porque en realidad, la Vigilia Pascual tendría que comenzar a las 11 o a las 12 de la noche para encontrarnos en el nuevo día celebrando la aparición del día verdadero, la aparición de la luz de Cristo Resucitado”.


“De todas maneras tenemos que conservar ese sentido que es el paso de la noche al día, el paso de la muerte a la vida y a la vida verdadera, a la vida definitiva, que es lo que se expande en el Domingo de Pascua de Resurrección”, porque “la Pascua del Señor es eso: el Señor ha superado la muerte, ha vuelto a la vida. Pero no ha vuelto a la vida que llevaba antes, sino que su cuerpo ha sido penetrado y traspasado por la gloria de Dios. Y Él es entonces el inicio de una nueva creación, de un mundo nuevo”.


“Cuando en el Credo decimos “creo en la resurrección de los muertos”, nos estamos refiriendo a que esperamos participar también de esa gracia definitiva, que se anticipa ahora misteriosamente en lo que llamamos estar en gracia de Dios”.


El arzobispo platense concluyó su reflexión señalando que “la preparación fundamental para participar en la Pascua del Señor en la Semana Santa es confesar nuestros pecados al sacerdote, recibir la absolución, poder hacer la comunión pascual. Es decir, unirnos a Cristo que es la vida nueva, la vida de la resurrección que comienza a transformar nuestra existencia, nuestro corazón, nuestra mentalidad, el cambio que se tiene que reflejar luego en nuestras acciones”, y recordó que “el año cristiano en su totalidad es una especie de prolongación de la Pascua. Cada domingo será un recuerdo de este cambio fundamental de la humanidad que ha ocurrido en la Semana Santa”.+



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