La visita a L’Aquila, gesto precursor de la renuncia



Buenos Aires (AICA): El 28 de abril de 2009, el papa Benedicto XVI viajó a L’Aquila, Italia, para orar por las víctimas del terremoto. En la basílica de Nuestra Señora de Collemaggio, donde está la reliquia del papa Celestino V. Allí depositó el palio que le fue entregado el día en que inició su ministerio petrino. Además, el pontífice sostuvo que san Pedro Celestino, aún llevando una vida de eremita, “no se encerró en sí mismo, sino que estaba dominado por la pasión de aportar la buena noticia del Evangelio a sus hermanos. Y el secreto de su fecundidad pastoral se encontraba precisamente en el hecho de permanecer con el Señor, en la oración”.

El 28 de abril de 2009, el papa Benedicto XVI viajó a L’Aquila, Italia, para orar por las víctimas del terremoto. En la basílica de Nuestra Señora de Collemaggio, donde está la reliquia del papa Celestino V. Allí depositó el palio que le fue entregado el día en que inició su ministerio petrino.

San Pedro Celestino V (1210-1296) fue elegido papa tras una sede vacante de varios años, debido a la división del colegio cardenalicio. Tras cinco meses como pontífice, renunció voluntariamente a su pontificado para retornar a su vida ascética en un monasterio benedictino. Reunido el cónclave, en un día eligieron a su sucesor, Bonfacio VIII.


Cuando Benedicto XVI volvió a esta región, como motivo del “perdón de Celestino V”, en su homilía dijo: “Han pasado 800 años desde el nacimiento de san Pedro Celestino V, pero permanece presente en la historia, en razón de los célebres acontecimientos de su época y de su pontificado y, sobre todo, de su santidad.


Más todavía, el papa quiso indicar “varias enseñanzas” de la vida del papa Celestino que son “válidas también para nuestra época”. Hay que ver en él, dijo, un “buscador de Dios” que “en el silencio exterior pero sobre todo en el interior, logró percibir la voz de Dios, capaz de orientar su vida”.


Además, el pontífice sostuvo que san Pedro Celestino, aún llevando una vida de eremita, “no se encerró en sí mismo, sino que estaba dominado por la pasión de aportar la buena noticia del Evangelio a sus hermanos. Y el secreto de su fecundidad pastoral se encontraba precisamente en el hecho de permanecer con el Señor, en la oración”.


Tras la perplejidad normal que puede suscitar un acto histórico de tal envergadura, tres años y 11 meses más tarde vino el cónclave que eligió al papa Francisco. Hoy, y solo luego de un año de distancia, parece todo más claro. +



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