Mons. Arancedo: "Con Francisco, la Iglesia vive un tiempo de fuerte impulso misionero"

Mons. Arancedo: "Con Francisco, la Iglesia vive un tiempo de fuerte impulso misionero"


El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, analizó en entrevista exclusiva con AICA el primer año de pontificado del papa Francisco. En medio de las tareas que lo traen a Buenos Aires semanalmente, el prelado aseguró que el pontificado de su hermano obispo ha traído esperanza a millones y le ha dado confianza a él y a tantos otros para renovar el ímpetu por anunciar el Evangelio.

Monseñor Arancedo, de 73 años, presidente del episcopado argentino hasta la asamblea plenaria electiva de noviembre próximo, hizo un balance de cómo ha cambiado la imagen y el significado de la Iglesia para el mundo y para los argentinos; aseguró que Francisco ha dejado huellas para las futuras generaciones de cristianos y reconoció que parecería que, “el Evangelio se encuentra más cómodo para avanzar”.


- ¿Cómo ve la imagen de la Iglesia en la Argentina?

- La figura de la Iglesia con nuestro hermano Jorge, hoy Francisco, es muy positiva. No solo en lo interno: pareciera que todo el mundo estaba esperando un liderazgo mundial, basado en valores ya conocidos, pero que él los hizo proyecto actual y posible de vida para todos: como la fuerza de la verdad, del amor, la misericordia, el encuentro... se convirtió en un testigo creíble de aquello que anunciaba. Esa imagen en la Argentina ha hecho mucho bien, y también en todo el mundo.


El prelado santafesino reconoce que Francisco “nos da mucha confianza” en la tarea de predicar a Jesús. “Es un gran signo del misionero evangelizador –observa-, que no impone el Evangelio, sino que lo predica. Respeta mucho, sin claudicar, ofrece el Evangelio, y la gente se da cuenta de que no es atropellada, sino amada. El evangelio es presentado respetando la libertad del otro y con la fuerza del testimonio.


- ¿Y cree que eso ha colaborado para que caigan barreras que antes se levantaban contra la Iglesia?

- Creo que sí. Acá hay que tener en cuenta la tarea evangelizadora propiamente dicha, como también esa otra que llamaría pre- evangelizadora. Francisco con sus gestos va preparando el terreno, ha quitado muchos obstáculos, el Evangelio encuentra una disposición más abierta en el corazón de los jóvenes, de hombres y mujeres.


- ¿Ha cambiado en algo la relación entre la Iglesia y el Estado?

-Francisco ha retomado la letra y el espíritu del Concilio Vaticano II. Veo en él cierta actualidad de las figuras del beato Juan XXIII y el siervo de Dios Pablo VI, cuando hablaban de la presencia de la Iglesia en el mundo, de su autonomía y colaboración. En esto también veo la riqueza del magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esto ayuda a comprender la relación Iglesia-Estado. Creo que muchas opciones y decisiones muestran aquellas intuiciones del Concilio. Ya ha pasado mucho tiempo desde la década del sesenta o setenta, una etapa muy conflictiva….ahora noto una mayor madurez para comprender todo aquello que el Concilio nos proponía y exigía. El Concilio, después de 50 años, encuentra un cauce de madurez teológica y eclesial para avanzar en la misión de la Iglesia, sin claudicar la verdad del Evangelio.


- ¿Y su relación con el gobierno?

- Se da en términos de respeto, autonomía y cooperación. Los diálogos que he tenido con la Presidenta fueron en un marco de libertad y cordialidad. No somos opositores ni oficialistas. Somos la Iglesia, y desde esa autonomía que nos define, queremos cooperar al servicio del bien común. Nos hemos reunido en varias oportunidades.


En el transcurso de la charla, en el primer piso de la sede episcopal ubicada a pocas cuadras de Retiro, monseñor Arancedo reconoce que la Iglesia se ha hecho "más cercana y querible", con Francisco….


- Como él dice: no podemos negar que somos pecadores, pero también que pedimos perdón y nos arrepentimos. Somos una Iglesia conformada por hombres y mujeres abiertos a Dios, que debemos ser humildes, y profundamente religiosa. Quiere para la Iglesia un rostro de humildad, de servicio, de entrega y misión. Él habla mucho del Dios Padre y Misericordioso.


- ¿Cómo lo ve a Francisco?

- Me ha tocado verlo en dos o tres ocasiones, y lo veo bien: seguro, contento, sólido, convencido... creo que se percibe en él esa presencia del Espíritu de Dios que lo lleva... lo importante es acompañarlo con la oración y el afecto. Creo, por ello, que es un momento muy importante al interno de la Iglesia: aquello que el Concilio proponía hoy no encuentra tantas barreras, o son menores. Se ha superado un clima dialéctico que nos empobrecía. Después de 50 años, en algún sentido, seguimos descubriendo el Concilio.


- ¿Francisco es la Nueva Evangelización?

- Sí, el motivo clave de él es la misión y la evangelización. La evangelización siempre es nueva. Creo que le impactó mucho el espíritu de Aparecida: una Iglesia en clave misionera. Desde esa perspectiva, todo comienza a tener un cariz distinto: no encerrarnos en pequeños problemas. La Iglesia es el Pueblo de Dios y la presencia viva de Jesucristo en el mundo. Nos quiere como una “Iglesia en salida”, comprometida con la Palabra de Dios y con el mundo al que tiene que servir desde el Evangelio; una Iglesia que no se mire tanto a sí misma sino a Jesús.


- Usted ha trabajado junto al cardenal Bergoglio en el episcopado… ¿cómo es el Papa en su faceta de conductor?

- Es un hombre de gobierno con un sentido de gradualidad: tiene firmeza en el gobierno, pero sabe esperar. Siempre, en su función de gobierno, aparecía en él la paternidad y la misericordia. El gobierno en la Iglesia es servicio; es expresar la paternidad salvífica de Dios. También es de ideas claras y sabe manejar los tiempos. Eso le da serenidad frente a los momentos de crisis. Tiene una profunda actitud de fe.


Cuando yo era vicepresidente del episcopado, forjé una relación cercana, sincera. Él daba mucha libertad para pensar y tenía mucho respeto por la opinión del otro. Pero lo que se ve hoy en su actuar -se lo he dicho personalmente- es la obra de Dios en él. El Espíritu lo ha llevado a aceptar la misión y lo conduce. En lo humano lo veo como alguien que ha dicho sí a un desafío, y que lo ha comprometido en una actitud de entrega total. ¡Qué cosa linda escucharlo! Habla con la sencillez del evangelio, y utiliza todas las circunstancias para hacerlo llegar. Me impactó como asumió la fiesta de San Valentín, predicando a los novios el evangelio del amor y la vida.


- ¿Cómo sienten los obispos argentinos este llamado del Papa a romper con los comportamientos cortesanos?

- Francisco nos convoca a vivir con espíritu de austeridad y de pobreza. Quiere una Iglesia humilde y servicial, que muestre la misericordia de Dios. Esto lo marca mucho y creo que llega a todos los estamentos en la vida de la Iglesia, por supuesto, también al episcopado. Nos pide recrear ese espíritu de pobreza que es signo del evangelio, y nos hace mucho bien.


También nos llama a retomar la misión continental en todas las diócesis. Es otro rasgo de la conversión pastoral que nos pide. Si bien siempre hubo grupos misioneros que trabajaban mucho, ahora se pide que toda la Iglesia viva la urgencia de la misión. La Iglesia tiene que ser misionera, y si no, no es Iglesia que hemos recibido de Jesucristo.


- ¿Qué es lo que más se extraña de Jorge Bergoglio en las asambleas episcopales?

- Bergoglio tenía una palabra que era escuchada, diría esperada. No era de hablar mucho, levantaba la mano luego de varias intervenciones y su palabra tenía algo de resumen, no era confrontativo; aparecía, cuando hablaba, una suerte de síntesis superadora.


Era una palabra serena, escuchada. Es una pérdida, claro… yo, como presidente, muchas veces cuando él levantaba la mano y le cedía la palabra, lo escuchaba con gusto por su claridad. Y si no encontraba la palabra que buscaba, la inventaba…(risas).


- ¿Cómo se entiende, en cuestiones prácticas, esta colegialidad que el Papa promueve y para la cual convoca a las conferencias episcopales?

- El Papa quiere una unidad más descentralizada. La Iglesia tiene la unidad en Dios que se hace visible en Pedro, como Cristo lo ha querido. Al estar fundada sobre los apóstoles tiene en la presencia de los obispos, sucesores de los apóstoles y en comunión con Pedro, una fuerza que también proviene del Espíritu de Dios. En este sentido las conferencias episcopales son expresión de ese afecto colegial y de servicio pastoral, también al servicio de toda la Iglesia.


Francisco quiere que la misión de los apóstoles, es decir de los obispos, tenga influencia en la inculturación de la fe en los pueblos, sin perder por eso la unidad, que se puede y debe vivir desde la diversidad de acentos. Es la riqueza de Pentecostés.


La Iglesia tiene una unidad de fe y de doctrina; es una comunión de fe, sacramental y de gobierno. La figura de Pedro es guardiana de la unidad y en temas doctrinales mayores. Ahora bien, cuando se baja a lo puntual de cada país y de cada cultura, los obispos son responsables del gobierno e inculturación del Evangelio en sus diócesis, siempre en comunión con Pedro. Se la llama la Iglesia particular y tiene potestad para forjar, incluso, derechos particulares. En este ámbito adquiere una importancia mayor la presencia de las Conferencias Episcopales, tal como lo define el mismo Código de Derecho Canónico.


Esta particularidad enriquece a las demás Iglesias. Por ejemplo, lo que la Iglesia en América Latina ha vivido y discernido en Aparecida como fruto del Espíritu, sirve a la Iglesia en Oceanía, en África o en Asia, incluso en Europa. La Iglesia se enriquece, además, con la obra de Dios que se manifiesta en la diversidad de los miembros del Pueblo de Dios. Francisco quiere escuchar esta voz del Espíritu en la palabra de los obispos de todas las regiones.


- Francisco ha nombrado muchos nuevos obispos… ¿qué perfil tienen todos ellos?

- El obispo es un pastor. Y creo que Francisco busca pastores en los que se vea la riqueza del Buen Pastor que es Jesucristo. El pastor tiene que presidir una Iglesia particular en cuestiones pastorales, pero también tiene que tener la sabiduría teológica del hombre de Dios. Yo diría que debe tener un perfil pastoral, pero entendiéndolo desde la riqueza de lo doctrinal y de lo espiritual.


La finalidad de la misión de los obispos tiene que ser la salvación de las almas, que es la suprema ley de la Iglesia. El obispo no es un intelectual de laboratorio; ¡es un pastor! Pero tiene que tener la cabeza clara y formada para presidir la comunidad. Los Padres decían que el obispo tiene que ser un pastor, un monje y un teólogo. ¡Sería lindo que todos fuésemos así! Lo importante es seguir la imagen de Cristo en el pastoreo, en el servicio, en la iluminación doctrinal, en el gobierno y en la oración.


- ¿Francisco ha hecho más fácil su tarea de obispo?

- Sí, por supuesto. Realmente lo siento con gran cercanía, ello nos da confianza. Lo ví muy cercano en la beatificación del Cura Brochero. Mucha gente ve en él que es posible una vida distinta que responda a los ideales del evangelio. Creo que muestra la actualidad del Evangelio, que no es algo pasado de moda:” Cristo es el mismo ayer, hoy y lo será siempre”, pero necesita de testigos. ¡Él es un testigo importante, diría providencial!.+



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